Este ha sido un año convulso y difícil para la industria americana del cine. Pensemos, por ejemplo, en las suspensiones de rodajes a causa de la pandemia, los cierres temporales o definitivos de salas de cine, el tenso y crispado tramo final de la presidencia de Donald Trump, o la guerra latente pero creciente entre las plataformas de televisión. Todos ellos son factores que de alguna manera han tenido que influir en el ánimo de los académicos a la hora de votar las candidaturas a los Óscar de este año.