ARTÍCULOS CINE

¿QUIÉN ES CAPAZ DE PERDONAR?

La cuestión del perdón, además de ser un asunto profundo, difícil y exclusivamente humano –ningún otro ser vivo tiene capacidad de perdón–, es algo que tiene una dimensión personal y existencial, pero también social –y a veces incluso nacional e internacional–.  En ocasiones, sobre todo en el ámbito social y político, es necesario mostrar arrepentimiento antes de ser perdonado. Es el caso de grupos terroristas o ciertos conflictos civiles como ocurrió en Sudáfrica tras el apartheid. Sea social o individual, el perdón apela siempre al núcleo de la persona, a lo más hondo de su condición de ser humano. El cine, “al que nada humano le es ajeno”, se ha atrevido a hincar el diente a la cuestión desde sus orígenes. Pero no hace falta irse tan atrás para encontrar ejemplos enjundiosos que nos ayudan a entender y reflexionar sobre los procesos de perdón. Y es que el perdón casi siempre es fruto de un proceso, a menudo lento y fatigoso.

Hay una película, El precio del perdón (R. Joffé, 2017), en la que se pone de manifiesto con mucha inteligencia el protagonismo de lo personal en un proceso de perdón colectivo. En 1995, recién llegado al poder Nelson Mandela en la República de Sudáfrica, se constituyó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, cuya finalidad era impulsar la reconciliación nacional y promover la justicia restaurativa tras los terribles años del apartheid. Se trataba de un proceso colectivo en el que la minoría blanca debía reconocer el inmenso mal infligido a la comunidad negra durante los años 80, a la que había privado por ley injustamente de derechos y libertades, causándole a menudo muertes y haciéndole sufrir persecución. Al frente de dicha comisión, Mandela puso al Arzobispo anglicano Desmond Tutu, que había recibido el Premio Nobel de la Paz en 1984. 

La película crea una ficción inspirándose en casos reales y se vertebra sobre la relación entre Desmond Tutu (Forest Withaker) y Piet Blomfeld (Eric Bana), un presidiario acusado de haber asesinado a innumerables negros. El arzobispo va a visitarle a la cárcel en diversas ocasiones, encontrándose con un hombre cargado de odio y desprecio incapaz de arrepentirse. En el transcurso de esa relación Blomfeld trata de contagiar su odio a Desmond Tutu para que este sucumba y acabe reconociendo que el perdón es imposible. El clérigo va escarbando en el interior de Blomfeld hasta que salen a la luz las razones del odio: que Blomfeld, en realidad, se odia a sí mismo por unos sucesos de su infancia relacionados con su padre. Cuando la verdad de su actitud sale a la luz, el corazón de Blomfeld comienza a humanizarse llevándonos a un sorprendente desenlace. 

Pero la escena más conmovedora tiene que ver con una subtrama en la que se investiga sobre una adolescente desaparecida cuya desesperada madre necesita saber si está viva o muerta. En una sesión de la Comisión en la que un oficial de policía arrepentido confiesa su implicación en la violación y muerte de la joven, su madre, desgarrada, le perdona públicamente porque desea combatir el mal con bien como única forma de compensar con paz el dolor por la muerte de su pequeña. La película se cuida de dejar claro que tanto en el caso de Desmond Tutu como de esta madre es de su fe cristiana de donde nace su voluntad de amar y perdonar.

El director del film, el famoso Roland Joffé (La Misión, Los gritos del silencio…) ya había tocado el tema del perdón en Encontrarás dragones, ambientada en la Guerra Civil española, y en la que San José María Escrivá de Balaguer anima a sus seguidores a perdonar a los milicianos que asesinan a sacerdotes, religiosos y a laicos católicos. 

Dejando a un lado los agravios colectivos, recordemos una maravillosa película basada en hechos reales, Entre la razón y la locura (Farhad Safinia, 2019). El contexto del film es la gestación del famoso Oxford English Dictionary, publicado por la Oxford University Press en 1884. Al frente del magno proyecto estuvo el escocés James Augustus Murray (Mel Gibson), casado y con 11 hijos. Murray contó con la colaboración extraordinaria del sargento retirado William Chester Minor. Este hombre era esquizofrénico y se hallaba recluido en un psiquiátrico. Lo más conmovedor del film es la trama de la relación entre Minor y la mujer a cuyo marido este asesinó a causa de su trastorno mental. La viuda acaba perdonando al arrepentido asesino de su marido. Ahora que se debate mucho sobre la justicia restaurativa o reparadora, la película pone sobre la mesa un ejemplo realmente provocador, en el que la difícil dinámica del perdón desafía toda lógica y cálculo humano. 

Un caso parecido pero mucho más sobrecogedor y cercano en el tiempo es el episodio del documental El mayor regalo (Juanma Cotelo, 2019) que cuenta la reconciliación entre una mujer ruandesa y el asesino de su marido y de sus hijos, en la guerra étnica entre hutus y tutsies. Una reconciliación que llevó al criminal a irse a vivir junto a la mujer, que se había quedado completamente sola, para ayudarle en sus tareas. En realidad,  toda la película es un conjunto de conmovedores testimonios de perdón nacidos, de una u otra manera, de la experiencia cristiana.

Un ámbito especialmente sensible a la cuestión del perdón es el familiar. Un entorno en el que el amor y la generosidad a menudo conviven con rencores y heridas sin cerrar. El cine ha abordado profusamente estos dramas y en ocasiones de forma magistral. No hace mucho se estrenó La canción de mi padre (Andrew y Jon Erwin, 2018), que recrea la historia real del cantante y compositor Bart Millard (J. Michael Finley), líder de la banda MercyMe. En realidad la película se centra en la relación de Millard con su padre, un maltratador, un bruto sin empatía, que marcó con una sombra pesada la vida de su hijo. La cinta es una hermosa historia de redención y de perdón, a la vez que de encuentro con la fe.

También de perdón y reencuentro con el padre trata la francesa Bebé, Made in China (Julien Abraham, 2019), una cinta con tintes de comedia. El protagonista es François, un joven parisino de origen asiático cuya esposa, Sophie, se ha quedado embarazada. Hace más de 10 años que François no se habla con su padre tras un fuerte desencuentro. Ahora Sophie le convence que debe ir a verle y comunicarle que va a ser abuelo. Pero el camino no va a ser fácil porque el orgullo y el amor propio se van a interponer. Afortunadamente, el deseo de perdón y de reconciliación son más fuertes.

En el mismo 2019 llegó a nuestras pantallas una hermosa película, Vencedores (Alex Kendrick, 2019). Una historia de redención en el ámbito deportivo y juvenil. La protagonista, Hanna, es una chica afroamericana cuya familia está rota, herida, marcada por el rencor, el dolor y la mentira. Pero la relación de Hanna con su entrenador (el propio director del film) y su mujer, le ayudarán a hacer un camino que permita perdonar lo imperdonable. Un camino que en este caso vuelve a tener que ver directamente con la fe y con la Gracia.

No queremos terminar este somero repaso al cine actual sin citar una original y discutida película polaca: Corpus Christi (Boze Cialo, 2019). Daniel es un joven recién salido de la cárcel que llega a un pueblo en el que el párroco se ha retirado a un centro de salud. Daniel se hace pasar por sacerdote y comienza a improvisar sus labores pastorales. El citado pueblo está marcado por el odio a una vecina debido a unos luctuosos sucesos del pasado. 

Contra todo pronóstico el falso sacerdote pone en marcha entre la gente un proceso catártico que conduzca al perdón y a la reconciliación. Él ha vivido en sus carnes el infierno del odio y ha aprendido a mirar con misericordia a los demás. Por ello consigue lo que el párroco real, acomodado en las circunstancias, no había logrado nunca. Además, David, a pesar de su sacrilegio suplantador, es un hombre profundamente religioso, con una honda devoción a Cristo crucificado.

Basten estos ejemplos para comprobar la actualidad que tiene la cuestión del perdón en el cine actual. Y en casi todos los casos que hemos analizado se pone de manifiesto el carácter sobrenatural del mismo y la necesidad de un proceso que implica mirarse a uno mismo de una forma nueva, para poder mirar así a los demás.

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