No es difícil conocer el currículo de María Encarnación González, basta con acudir a Google: Licenciada en Filosofía y Letras, sección de Historia, por la Universidad de Valladolid y Doctora en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Barcelona; Licenciada en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Ha sido la primera directora de la Oficina de las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española. Postuladora de la canonización de san Pedro Poveda y de la Causa del Doctorado de san Juan de Ávila, etc. En 2015, el papa Francisco le otorgó el lazo de Dama Comendadora de la Orden de San Gregorio Magno. Es autora de numerosas publicaciones.
Entre esas “numerosas publicaciones” se encuentran las biografías de grandes mujeres del siglo XX en la colección Mujeres en la Historia, católicas y feministas, que consiguieron abrir nuevos caminos dentro del campo de la cultura y en el ejercicio profesional. Una de estas biografías recientemente aparecida es la de Carmen Cuesta del Muro.
Carmen Azaústre: ¿Quién fue Carmen Cuesta?
María Encarnación González: Una de esas mujeres nunca olvidadas y de nunca olvidar. Porque quienes la conocieron confluyen en evocar su efusivo entusiasmo; su valentía para afrontar riesgos; su capacidad de explorar caminos no transitados; su temperamento arrollador junto a su entrañable cordialidad; su fluida oratoria, fruto de una cultura poco común, junto al silencio elocuente cuando la circunstancia lo requirió. Una persona profundamente fiel y que supo ser ella misma en los variados avatares que su peculiar biografía le deparó. Encontrará su nombre y su trayectoria vital quien acceda al Diccionario biográfico español, publicado desde 2011 por la Real Academia de la Historia.
C. A.: Para enmarcarla en su momento: ¿dónde y cuándo nació? ¿Cuál era su familia…?
Mª E. G.: Carmen nació en Palencia, en 1890, tercera hija de la numerosa familia de un médico salmantino, don Nicomedes Cuesta, que ejerció su profesión en Palencia llegando a ser director del Hospital, y de doña Jacinta del Muro, natural de esta ciudad. Excepto su hermana mayor y uno con problemas en la vista que recibió otra formación, los demás hermanos cursaron carreras universitarias y desempeñaron cualificadas profesiones.
C. A.: ¿Era normal en su momento que una mujer estudiase?
Mª E. G.: Que una mujer estudiase Magisterio era bastante normal, aunque la profesión de maestra casi se consideraba una prolongación de las tareas del hogar. Como era lo que se podía cursar en la recién creada Escuela Normal de Maestras de Palencia, después de los estudios primarios en un colegio, Carmen frecuentó desde 1904 esta escuela. Obtuvo el título de Maestra Elemental en 1906 y el de Maestra Superior en 1908. Pero emuló a sus hermanos ingresando en 1912 en la Escuela Superior del Magisterio de Madrid, de nivel universitario, creada en 1909 según modelos europeos para formar a los profesores de las Escuelas Normales y a los Inspectores de Enseñanza Primaria. Con carácter innovador, concebida según las últimas corrientes de la pedagogía científica, la Escuela ofrecía cada curso 40 plazas: 20 para varones y otras tantas para mujeres, y se accedía a ella mediante un exigente examen de ingreso que en realidad era una dura oposición. Carmen perteneció a la 4ª promoción, 1912-1915, Sección de Ciencias. En esta Escuela adquirió una óptima formación académica y profesional y, con el título de Maestra Normal Superior, a partir de 1915 ejerció la cátedra de Pedagogía y su Historia y Rudimentos de Derecho y Legislación Escolar en la Escuela Normal de Maestras de Teruel.
C.A.: ¿Cómo entró en relación con la Institución Teresiana?
Mª E. G.: A través de su amiga Mª Josefa Segovia, compañera en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, de la 3ª promoción, la anterior a la de Carmen. Pepita estaba en contacto con don Pedro Poveda, quien le había pedido dirigir una Academia-Internado de Santa Teresa, para estudiantes de Magisterio, en Jaén. En ese momento, 1913-1915, todavía no estaba configurada la Institución Teresiana. La de Jaén era la tercera Academia –después de la de Oviedo y la de Linares– que estaba dando origen a la Obra Teresiana, precedente de la Institución. Además, don Pedro acababa de fundar en 1914, en Madrid, la primera Residencia Universitaria Femenina de España a la que M.ª Josefa llevó a sus amigas para que conocieran la Obra y, enseguida, Carmen invitó a las suyas a que saludaran al Padre Poveda durante un viaje de este a la capital. Tal fue el entusiasmo que la Obra Teresiana suscitó en Carmen, una Obra que desde el primer momento la fascinó. Compañeras de Carmen fueron otras grandes mujeres también implicadas en la Institución Teresiana: de su misma promoción, Julia Ochoa y Carmen de la Vega; de la siguiente, Carmen Fernández Ortega y Victoria Grau, algo posterior Magdalena Martín Ayuso, y otras.
C. A.: ¿Qué era entonces la Institución Teresiana?
Mª E. G.: La Obra de san Pedro Poveda era entonces un proyecto abierto al futuro y cargado de entusiasta realidad. Desde 1911 había intentado articular la Institución Católica de Enseñanza convocando al profesorado para dos acciones fundamentales: coordinación y formación. Procuró a toda costa que se articulasen en una Institución, pero no estaba en su mano conseguirlo, ni seguramente su tiempo preparado para ello. Sí consiguió iniciar, sin embargo, Academias de Santa Teresa para estudiantes de Magisterio, que ofrecían formación humana, pedagógica y espiritual complementaria a la recibida en las Escuelas Normales y ofrecían residencia a quienes la necesitaran, facilitando así el acceso a estos estudios. La coordinación de las personas implicadas en las Academias dio lugar desde octubre de 1913 a la Obra Teresiana y, con la formulación de unos Estatutos, que recibieron aprobación eclesiástica y civil en la diócesis y en la provincia de Jaén en julio-agosto de 1917, quedó constituida la Institución Teresiana, que no mucho después, el 11 de enero de 1924, recibiría la aprobación a perpetuidad del Papa Pío XI mediante un Breve pontificio. Era una Obra de carácter laical, una Pía Unión, que aglutinaba a entusiastas educadoras y formaba a las jóvenes para serlo. Las academias ofrecían formación pedagógica actualizada y una sólida vida cristiana a unas estudiantes que, junto con sus profesoras, reconocían en sí una vocación y se sentían llamadas a una misión.
C. A.: En la larga vida de Carmen Cuesta hay varias facetas transversales. ¿Qué significa su labor como publicista?
Mª E. G.: Desde muy pronto, 1915, Carmen tomó su pluma para escribir en el Boletín de la Obra Teresiana editado semanalmente en Linares y ya no la dejó. Su primer artículo, en abril de ese año, se titula precisamente La Obra Teresiana y en él confiesa que no podía menos que declararse “decidida entusiasta suya”, como lo fue toda su vida. Además de los editados en otros medios, Carmen publicó casi medio centenar de artículos en el Boletín de la Institución Teresiana, hasta 1933 en que se desplazó a América. Publicó también algunos libros como La vida y el obrero. Curso de conferencias dadas a los obreros de Madrid, Madrid, Tipografía del Sagrado Corazón, 1915; La sociedad de gananciales, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez. 1930; Ecuación de la Filosofía y la Pedagogía, o conjunción de la Escuela Tradicional y de la Escuela Activa, Santiago de Chile, Ed. Normal Santa Teresa 1941, y Educación Universitaria. Tres etapas de un proyecto inédito, Buenos Aires 1944.
C. A.: ¿Qué representa su presencia y la de la Institución Teresiana en la Asamblea Nacional constituida por Primo de Rivera en 1928?
Mª E. G.: Solamente 13 de los 429 miembros de la Asamblea Nacional Consultiva eran mujeres y de estas 13, tres pertenecían a la Institución Teresiana: Carmen Cuesta, que fue también secretaria de la Asamblea; María de Echarri, inspectora de trabajo y concejala del Ayuntamiento de Madrid, y Josefina Olóriz, profesora de la Escuela Normal de Maestras de San Sebastián y teniente alcalde del Ayuntamiento. Carmen Cuesta acababa de doctorarse en Derecho en la Universidad de Madrid, primera mujer que obtenía este título en España, con una tesis sobre la sociedad de gananciales. Estos estudios, además de la experiencia de su brillante trayectoria profesional, procuraron nuevos conocimientos y renovados bríos a la que ya era decidida feminista desde su incorporación a la Obra Teresiana. Estas tres mujeres, y sobre todo Carmen con su señalada interpelación del 23 de mayo de 1928 sobre los derechos civiles y políticos de la mujer, denunciaron carencias, reivindicaron derechos como el voto femenino, se pronunciaron activamente a favor de la paridad con el hombre y, con proposiciones cuidadosamente razonadas, abrieron cauces a la reforma del Código Civil respecto a la posición jurídica de la mujer.
C. A.: Otra de sus facetas es la universitaria. ¿Dónde ejerció? ¿Cuál fue su labor con las universitarias?
Mª E. G.: A finales del curso 1917-1918, el tercero que Carmen ejercía su cátedra en la Escuela Normal de Teruel, don Pedro Poveda le propuso dirigir la Residencia Universitaria Femenina de Madrid, la fundada por él en 1914 en la que Carmen había conocido la Obra Teresiana. No tardó Carmen en solicitar la excedencia y asumir este encargo que la introdujo de lleno en ambientes universitarios. Notable es también su iniciativa de crear el Instituto Católico Femenino de Madrid, del que fue su primera directora desde 1923, que, vinculado la Instituto oficial San Isidro, ofrecía a la mujer estudios de Bachillerato legalmente reconocidos, imprescindibles para el acceso a la Universidad. Organizar la Federación Nacional de Estudiantes Católicas formada por universitarias y jóvenes licenciadas y doctoras, fue ocupación de don Pedro Poveda desde 1929, y no le faltó la colaboración de Carmen Cuesta, lo mismo que en la nueva Residencia Universitaria Femenina creada en Madrid en 1931, dirigida por Julia Ochoa. Pero, con la proclamación de la II República, fue Carmen Cuesta quien reconvirtió la Federación de Estudiantes Católicas en Liga Femenina de Orientación y Cultura, con Estatutos aprobados por la Dirección General de Seguridad en 1932 y Libro de Actas debidamente legalizado.
C. A.: También tuvo una importante presencia en la actividad de la Iglesia con la vida cultural, sus intervenciones en Congresos, Acción Católica…
Mª E. G.: Es muy de notar, ante todo, la intensa actividad de Carmen para promover la Asociación de Cooperadoras Técnicas integrante de la Institución Teresiana. Acompañó su nacimiento en 1919 y el rápido desarrollo de esta Asociación, formada, sobre todo, por profesoras de Escuelas Normales, casi todas las existentes entonces. Contribuyó decisivamente a la organización de las importantes e incisivas Asambleas de esta Asociación de Cooperadoras, como las de 1922, 1925 y 1929, encauzando así un amplio movimiento a favor de la promoción cultural y profesional de la mujer. Apoyó además a la naciente Acción Católica de la Mujer y, brillante oradora, era reclamada por doquier. Con numerosas conferencias participó en congresos, jornadas, encuentros… de entidades muy diversas.
C. A.: Dentro de su actividad en la Institución Teresiana es relevante su labor en su expansión por América; ¿cómo fue?
Mª E. G.: Su labor en América tuvo como precedente el viaje con la Acción Católica en 1926 a Uruguay, Argentina y Chile, promovido por el Ministerio de Estado, con el fin de establecer relación con asociaciones católicas femeninas de aquellos países. Contactó entonces Carmen a autoridades académicas, civiles y eclesiásticas; conoció a mujeres iniciadoras o implicadas en Asociaciones de carácter cultural, con las que inició amistad, y de este viaje se derivó el comienzo de la Institución Teresiana en Chile, en 1928. Cumpliendo el vehemente deseo del Fundador de promover la presencia de la Institución en América Latina, Carmen llegó a Chile en 1933, haciéndose cargo de la dirección de la Escuela Normal Santa Teresa de Santiago, confiada desde 1928 a la Institución. Pero entró ponto en contacto con el mundo universitario, creando una Residencia Femenina y participando en distintas actividades, y conectó también con ambientes populares, aceptando o promoviendo obras educativas. Realizó un breve viaje a España en mayo-junio de 1936 durante el que el Fundador confirmó a Carmen en su misión en América, que ella cumplió con toda fidelidad. Recibió en Chile la dolorosísima noticia del martirio de san Pedro Poveda el 28 de julio de 1936; hizo un breve viaje a España en 1938 y se dispuso, al regreso, a establecer la Institución Teresiana en Argentina y en Uruguay, conectando con las personas allí conocidas, que pronto le prestaron su ayuda. Más tarde, en 1942, fueron autoridades eclesiásticas y civiles las que le reclamaron la presencia de la Institución en estos países para hacerse cargo, sobre todo de la formación del magisterio. Intensísima actividad la de Carmen para atender estas demandas, y también en México, el último país en que ella inició la Institución Teresiana con una Residencia Universitaria. Mucho ingenio para procurar medios, mucho trabajo, mucho entusiasmo y el convencimiento de que este era el deseo del Fundador, caracterizaron los veinte años de Carmen en América Latina.
C. A.: ¿Cómo fue la vuelta a España después de tantos años en América?
Mª E. G.: La Guerra Civil primero, la II Guerra Mundial a continuación y el régimen político creado en España durante y después de la contienda, habían dificultado las comunicaciones con América y, mientas Carmen se afanaba en establecer la Institución en distintos países de aquel Continente, en España esta Obra había tenido que amoldarse a la nueva situación creada por el franquismo. Cuando en 1953 Carmen desembarcó en Santander y unos días después se estableció en Madrid, encontró una realidad del todo diferente a la que había dejado en 1933, en plena II República. No era el caso reingresar a los 63 años, y tan ajena al nuevo contexto, en una cátedra de Escuela Normal; tampoco era persona que pudiera permanecer inactiva, por lo que diversas tareas fueron encontrando acogida en su cabeza y en su corazón, en principio los trabajos relacionados con la Causa de Canonización del hoy san Pedro Poveda y cuantos su amiga Josefa Segovia, directora general de la Institución, le fue encomendando. Mª Josefa falleció en 1957 y Carmen, envuelta en un elocuente silencio, solo quebrantado para salir al paso de cualquier necesidad o para afanarse en recopilar datos para la Historia de la Institución Teresiana, le sobrevivió 11 años más.
C. A.: Su muerte produjo un gran impacto entre las personas que la conocían, ¿era el final de una mujer que era fuego?
Mª E. G.: Sí. Carmen fue fuego toda ella y, al final, el fuego que había caldeado su entusiasmo y su vehemente temperamento la consumió. Un incendio en los pinos que rodeaban la casa donde ocasionalmente residía en las afueras de Madrid, abrasó su cuerpo en la madrugada del 28 de julio de 1968. El fuego devoró a la que solo había sabido arder.
C. A.: ¿Qué nos dice hoy esta figura, cuál es su legado?
Mª E. G.: La trascendencia de gran figura de Carmen Cuesta, siempre admirada, siempre elogiada está aún, sin embargo, por acabar de descubrir, por desvelar en su más certera realidad. La sociedad le debe el reconocimiento de un avanzado feminismo con base en la promoción cultural y profesional de la mujer; la Iglesia tiene en ella una persona de amplísima cultura y profundamente coherente con su arraigada fe, de la que siempre dio un nítido y cabal testimonio, y para la Institución Teresiana es el paradigma de la fidelidad a su Fundador.
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