ENTREVISTAS

“NOS GUSTA ‘EMOPRENDE’ PORQUE QUEREMOS PRENDER MUCHAS LLAMAS, CONTAGIAR NUESTRA EMOCIÓN”

A la mesa de la redacción de Crítica ha llegado un libro que nos interesó por el título Emoprende en familia y nos hizo adentrarnos en sus páginas. Sus autores, Eva Peñafiel y Juan José Rabanal, dos psicopedagogos y profesores universitarios en los Grados de Magisterio, Educación Social y Psicología del Centro Universitario Cardenal Cisneros de la Universidad de Alcalá, pero también padres,  emoprendedores. 

Son expertos en Inteligencia Emocional, Disciplina Positiva y Neuropsicoeducación y tienen en su haber un largo recorrido de experiencias en líneas de intervención socioeducativa relacionadas con las prácticas docentes transformadoras, la inteligencia emocional y el desarrollo de las competencias socioemocionales en ámbitos educativos, sociales y empresariales. 

Carmen Azaústre: ¿Qué os ha hecho emprender este proyecto y darlo a la luz en este sugerente libro?

Eva Peñafiel y Juan José Rabanal: En el libro contamos qué es porque todos enseñamos lo que tenemos más necesidad de aprender. Este proyecto se inició como un proceso de búsqueda personal en el que tratábamos de encontrar respuestas. Nos dábamos cuenta de que todo lo que sabíamos, que contábamos en nuestras clases y que pensábamos que funcionaba, no era suficiente para conectar con nuestros hijos e hijas como nosotros queríamos. Intuíamos que nos faltaba algo, que necesitábamos otras herramientas. Poco a poco investigamos y nos formamos en diferentes campos porque queríamos basarnos en la evidencia científica, fuimos construyendo un puzle con todas las piezas que considerábamos importantes y así es como ha surgido el modelo Emoprende.

C. A.: ¿Por qué Emoprende? ¿Qué hay detrás de esta palabra?

E. P. y J. J. R.: Inventamos esta palabra antes de crear el modelo. Teníamos el sueño de que algún día crearíamos algo relacionado con la educación emocional y con todo lo que estábamos haciendo entonces, y, aunque no teníamos claro qué sería, decidimos que necesitaba un nombre con significado, como una declaración de intenciones. Y así fue como nos inventamos esta palabra, que hemos registrado. 

Para nosotros tiene un significado profundo. Por un lado, lo emocional y lo afectivo cobra un peso fundamental en nuestra vida. Por otro lado, el verbo prender, entre otros significados que recoge la RAE, significa “encender un fuego; empezar a ejecutar una cualidad o comunicar su virtud a otro”. Nos gusta la idea de que podemos contribuir a que otras personas desarrollen todas sus fortalezas y cualidades y les alentemos para que inicien y perseveren en sus propósitos. Además, el sufijo prender forma parte de palabras tan grandes como aprender, comprender y emprender, que son acciones que nos pueden ayudar a incorporar los cambios que deseemos en nuestra vida. 

Nos gustó Emoprende porque queríamos prender muchas llamas, queríamos contagiar nuestra emoción, nuestras ganas y nuestra motivación por seguir creciendo. Nos dedicamos a la formación de educadores, maestros y psicólogos, pero no dudamos en ningún momento que la faceta que primero queríamos explorar no era la de profesores, sino la de hijo/a, padre/madre, hermana/o, pareja… Es por eso, que nuestro primer Emoprende (que esperemos que no sea el último) va dirigido especialmente a familias y a educadores que trabajan con menores y familias.

C. A.: ¿Creéis que es necesaria hoy una guía práctica de educación positiva y consciente? ¿A qué os referís con estos adjetivos?

E. P. y J. J. R.: Para cualquier profesión, hoy en día nos piden estar formados, haber estudiado no sé cuántas cosas, experiencia… sin embargo, para ser madres o padres no nos preparan, aunque para casi todas las personas sea la función más importante que ejercen en sus vidas. Lo que observamos es que la mayoría de las personas, partiendo del amor incondicional y de las mejores intenciones, lo hacemos como podemos. Muchas veces, sin pensar demasiado, utilizando lo que hicieron conmigo aunque a mi no me gustase… 

Cuántas veces escuchamos quejas de madres y padres que afirman que no son capaces de hacerse con alguno de sus hijos, que están desesperados… Sin duda, carecen de herramientas. Cada uno de nuestros hijos e hijas es diferente y nos demanda cosas diferentes, no tenemos por qué saber cómo actuar. Lo que funcionó conmigo, no tiene por qué funcionar con ellos, porque son diferentes y porque los tiempos también son diferentes. Y porque, además, es muy posible que lo que hicieron conmigo también era lo que mejor que podían ofrecerme mis adultos referentes, pero no significa que fuese lo que yo necesitaba. 

Educación positiva se refiere a que la relación con nuestros hijos e hijas se debe basar en la conexión y el respeto mutuo, por lo que muchas de las herramientas de siempre, como los castigos, las amenazas o los premios, no nos valen. Es mucho más que aprender técnicas nuevas, supone un cambio de mirada hacia la infancia, mucho más comprensivo y respetuoso. Sin ese cambio, las herramientas no van a funcionar. Y debe ser consciente porque todos partimos de los modelos con los que fuimos educados. Si no ponemos conciencia, lo que nos saldrá en automático es eso. Si tuvimos buenos modelos, es más probable que fluyamos con facilidad, pero si esto no fue así, seguramente no nos sintamos a gusto con lo que hacemos. 

El primer paso es ser conscientes de cómo fueron mis referentes conmigo; después analizar cómo lo hago yo hoy e identificar que aspectos me gustaría mejorar; así, poco a poco, iremos incorporando nuevas herramientas, hasta que esto sea lo que me sale en automático.

C. A.: En la introducción expresáis que habéis incorporado a este modelo diversas perspectivas educativas y psicológicas ¿Cuáles son y por qué?

E. P. y J. J. R.: Trabajamos en el ámbito académico y considerábamos imprescindible que nuestro modelo se basase en la evidencia científica. Por eso, en primer lugar, partimos de las aportaciones de las neurociencias. El conocimiento del funcionamiento cerebral nos permite saber cómo debemos estar (nuestro cerebro, nuestra mente y nuestro cuerpo) para sentirnos bien con nosotros y con los demás. Solo así podemos crecer y desarrollarnos. 

Cuando no estamos bien, nos sentimos amenazados o estresados, nuestro cerebro se pone en modo alerta y activa mecanismos orientados a la supervivencia y no al aprendizaje y al desarrollo. Por eso, consideramos que debíamos identificar las necesidades que debemos tener cubiertas para que nuestro cerebro funcione en “modo desarrollo”. Además, incluimos muchos elementos de los diferentes modelos de educación emocional de los que hemos bebido. Finalmente, incorporamos las bases teóricas y prácticas de la Disciplina positiva, que ha hecho posible que el modelo tenga ese formato tan práctico. Buscábamos un modelo basado en la evidencia científica y respetuoso con la infancia que permitiese buscar el bienestar en todos los miembros de la familia.

C. A.: ¿Qué podrán encontrar en el libro los padres y educadores?

E. P. y J. J. R.: Pues encontrarán pistas sobre cómo identificar qué necesitan nuestros hijos e hijas o estudiantes, cómo afrontar dificultades, qué nos están queriendo decir, en ocasiones, con su conducta inadecuada y, sobre todo, cómo poder hacer frente a todo ello de la mejor manera posible, con muchos ejemplos y propuestas para disfrutar en familia. Todo ello, a través de un trabajo personal en el que como madre/padre/educador/a referente, podremos reflexionar sobre aspectos clave de nuestra propia conducta, identificando fortalezas y superando dificultades de una manera mucho más consciente. Así, podremos generar hogares y estilos educativos respetuosos y exitosos en los que nuestros hijos e hijas se impliquen y trabajen en equipo para llegar a ser mejores seres humanos.

C. A.: ¿Nos podríais hablar de su contenido?

E. P. y J. J. R.: El modelo Emoprende, en primer lugar, identifica las seis necesidades que consideramos que todo ser humano debe ver satisfechas para sentirse bien: las más básicas, orientadas a la supervivencia (amor y conexión, seguridad, sentirnos valorados, curiosidad y variedad) y las superiores, orientadas a la trascendencia (crecimiento y desarrollo y contribución y colaboración). Una vez descritas las necesidades que tienen nuestros hijos e hijas en la familia y saber cuál es nuestro papel para poder acompañarlos, debemos identificar las competencias socioemocionales y las habilidades esenciales para la vida que queremos que adquieran y aprendan (autoconciencia, autogestión, conciencia familiar y social y habilidades de relaciones saludables). Para ello, Emoprende propone un gimnasio socioemocional de habilidades en el que se trabajan esas habilidades de manera, reflexiva, dinámica y divertida en familia y en casa, con un montón de propuestas prácticas para disfrutar juntos.

C. A.: ¿Qué significan para vosotros los verbos aprender, comprender y emprender?

E. P. y J. J. R.: Son tres claves que vamos incorporando en los diferentes apartados. Aprender, porque introducimos contenidos que pueden ser novedosos o que buscan completar los conocimientos previos que ya tenemos. Comprender, porque está orientado a reflexionar sobre nosotros mismos, a promover nuestro autoconocimiento, lo que ya sabemos y hacemos, pero nunca hemos explicado. Finalmente emprender, porque debemos dar el paso y aplicar en nuestro día a día lo trabajado; para ello proponemos numerosos retos que nos permiten ir incorporando pequeños cambios. 

C. A.: ¿Cuáles son las ideas que indicáis para recorrer este camino?

E. P. y J. J. R.: Pues son cuatro ideas las que proponemos para recorrer este camino con más seguridad. La primera es que debemos empezar por nosotros mismos. No tiene sentido que nos centremos en querer controlar la conducta de nuestros hijos. Debemos ser capaces de controlar la nuestra, de estar bien, de dedicar tiempo al autocuidado, etc. para poder ofrecerles nuestra mejor versión. En segundo lugar, necesitamos cambiar nuestra mirada, aprender a observar sin juzgar, a centrarnos en los logros y fortalezas y a aprovechar los errores para aprender. Debemos sentirlo de otro modo para que las herramientas funcionen. En tercer lugar, debemos prestar atención a las necesidades de nuestros hijos e hijas para atenderlas; su conducta nos da pistas de lo que necesitan, pero no es lo que debemos modificar. Y, finalmente, centrarnos en el desarrollo de las habilidades socioemocionales y habilidades útiles para la vida de nuestros hijos e hijas, que nuestro hogar se convierta en un gimnasio para la vida.  

C. A.: Mencionáis entre las claves del modelo Emoprende, como necesidad básica, esta: “Sé un lugar seguro para tus hijos”. ¿Se puede aprender a ser ese lugar seguro?

E. P. y J. J. R.: Claro que sí, todo lo podemos aprender. Ser un lugar seguro para nuestros hijos significa que les damos la seguridad que necesitan para alejarse y explorar porque saben que pueden volver a nosotros cuando nos necesiten. Esto es fundamental en los primeros años, pero lo seguirá siendo durante toda la vida. Si somos capaces de crear este vínculo de apego seguro con nuestros hijos, sabrán que podrán contar con nosotros en la adolescencia, aunque se equivoquen (que lo harán) o en la vida adulta. Hay veces que podemos sentir dificultades para ser ese lugar seguro que ellos necesitan. Es importante hacer ese trabajo personal del que hablamos a lo largo del libro. Si a mi no me trataron con cariño, puede que me cueste mostrarme afectuoso/a con mis hijos e hijas; si no me consolaban cuando me hacía daño, no me dejaban llorar, igual me siento mal cuando veo esas conductas en mis hijos e hijas. Si eran muy miedosos y no me dejaban alejarme, tal vez se disparen mis alertas cuando observe un pequeño riesgo… Es necesario reconocer mis propios procesos para poder cambiarlos si lo considero oportuno. Para poder dar seguridad, necesito sentirme seguro/a; hay que empezar por uno mismo/a.

C. A.: En vuestra propuesta nos habláis de la necesidad de ejercitarnos en un “gimnasio para el desarrollo de competencias y habilidades de la familia “emoprende” ¿Tenéis experiencia de que este ejercicio nos hará emoprendedores?

E. P. y J. J. R.: Nuestra experiencia es personal, la que nosotros mismos ponemos en práctica en nuestros hogares siempre que tenemos oportunidad. En este gimnasio proponemos ideas para buscar momentos de conexión en familia que permitan ejercitar todas esas habilidades que hemos descrito y cubrir las necesidades de todos los miembros de la familia. Es un símil a un gimnasio convencional. 

Cuando quieres mejorar tu forma física te apuntas a un gimnasio. Pero eso no es suficiente para lograr el cambio, lo más importante es el cambio de actitud, el cambio de foco. Sin él, las herramientas pueden no funcionar. Para que esto funcione dependerá de lo en forma que te quieras poner, de los hábitos anteriores que tuvieses, de las circunstancias y de muchas otras variables. Pero en todos los casos, necesitas que tu entrenador te proponga ejercicios, te oriente, te motive… Eso hemos intentado hacer en esta guía. Las propuestas no son para hacerlas en un mes o en dos semanas. Dependerá de cada uno, pero lo ideal es integrarlas poco a poco, a medida que ese cambio de mirada va teniendo efecto. 

C. A..: ¿Qué les diríais a los padres y educadores que se acerquen a estas páginas? ¿Es posible aprender el difícil ejercicio de la paternidad-maternidad?

E. P. y J. J. R.: Es algo que tenemos que aprender siempre, aquí no hay expertos que lo sepan todo. Todos tenemos margen de mejora. Por eso, a cualquier persona que sienta que puede mejorar, que quiera desarrollar otras herramientas, que sienta que la educación respetuosa va con ellos, le puede interesar el libro Emoprende en familia. Nuestro objetivo es mejorar, no ser perfectos.

C. A.: ¿Qué actitudes debemos desarrollar?

E. P. y J. J. R.: En primer lugar, debemos intentar ser coherentes y dar ejemplo de aquello que queremos para nuestros hijos /as. Por lo tanto, debemos ser ejemplo de respeto y paciencia. Al igual que en el gimnasio no te pones fuerte en un día, no se aprende en un día y debemos tener mucha paciencia para facilitar espacios de conexión, amabilidad y respeto. También es muy importante estar presentes e identificar, desde la curiosidad y observación, las necesidades, sentimientos y pensamientos que hay debajo del comportamiento de los menores. Esto no es fácil y es necesario que focalicemos y estemos pendientes de manera equilibrada y oportuna en función de la edad y personalidad de nuestro hijo o hija. 

Debemos permitir que se equivoquen y que sean capaces de aprovechar la maravillosa oportunidad que nos da el error para aprender. Los adultos tenemos que ser capaces de propiciar entornos seguros y amables que generen que se responsabilicen de sus actos y puedan cada vez hacerlo mejor por sus propios méritos y capacidades. 

También es fundamental que acariciemos el corazón desde una buena comunicación. Es necesario comunicarnos desde una actitud afectiva, efectiva, empática y alentadora que facilite destacar los progresos en su comportamiento y en sus relaciones (con ellos mismos y con los demás) y que tenga un desarrollo socio-afectivo cada vez más saludable para enfrentarse al día a día. Y por último, aunque podríamos indicar bastantes más, es fundamental una actitud cooperativa o colaborativa para hacer equipo en casa. 

Es fundamental generar un liderazgo compartido en el que adultos y menores seamos un equipo. Equipo en el que podamos crear un buen ambiente y poder expresar y compartir emociones, pensamientos y comportamientos en beneficio del grupo, respetemos las individualidades y atendamos las necesidades de cada uno por medio del consenso de normas y límites que nos ayuden a relacionarnos, ser responsables y poder disfrutar el presente, progresando como familia o grupo desde nuestra mejor versión.

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