Mi nieta María es fotógrafa. Tiene el don de poner su cámara donde otros solo ven una cuneta, o el respaldo de una silla. Obtiene así imágenes sorprendentes de lo cotidiano. La portada de mi último libro, Las razones del hombre delgado, tiene su copy, y confieso con pasión que mejoró con esa foto de un chaval con su tabla en las aguas de Torrox, donde veraneamos. Mi nieta María tiene 10 años. Manuela, su hermana mayor, con 12, es una gran lectora, cuando sea mayor quiere estudiar en Harvard, y tiene un pez al que ha puesto ese nombre y le hace compañía en un cuarto donde los libros abundan. Mencía, la pequeña, con siete, es flexible y muy independiente, y cuando le preguntas qué quiere ser de mayor se encoge de hombros al responder “ya veré”, antes de montar otro puzle donde abundan pájaros y flores. Tienen la bida por delante (bida: la vida bien bebida) y muy posiblemente alcanzarán profesiones y empleos que hoy ni siquiera imaginamos.
Diré ahora una obviedad, que poco consuela y mucho inquieta: nuestra sociedad, aquí y en los Apalaches, está cambiando muy rápidamente, llevándonos a territorios nuevos donde otras son las maneras de relacionarse y otras las prioridades. Tiempos acelerados de cambio social, tiempos líquidos donde imperan la innovación y la inmediatez. El futuro cercano como una incógnita que no sabemos despejar. Y todos, jóvenes, gentes de bien y senadores, sumidos en un desconcierto que es atropellado por las urgencias cotidianas: tener un salario, cuidar a los mayores, darnos esa tregua pacífica y alegre que llamamos vacaciones. El futuro, ahora, como un horizonte donde abundan los nubarrones y nada parece ser lo que parece.
“Tiempos de cambio”, afirman los que saben, “así ha sido siempre para que el mundo avance”. Así la Historia y sus relevos, las nuevas maneras de convivir sin daño, así el progreso y las revoluciones, el tránsito del cortejo al fast food amoroso, el adiós sin una lágrima de las cabinas telefónicas, la irrupción omnipresente de instagramers, el declive del papel y su benéfico olor por pantallas manejadas impetuosamente con un dedo, la desaparición de esos contenedores de señas de identidad y culturas ajenas conocidas por fronteras, las franquicias como paisaje común en casi todas las ciudades low cost presentes con un click.
El mundo por montera, Facebook un salón de estar donde cabemos todos, Amazon trayendo a casa puntual y cumplidor los frutos del deseo, almacén Google, innovador Apple. Y ahora, por si fuera poco, el metaverso. Bienvenidos sean.
¿Bienvenidos sean?
1.Preguntas
¿Qué es el metaverso? Mark Zuckerberg cambió hace poco la marca de su compañía de Facebook a Meta, apostando así por el Metaverso, una materialización de internet, donde en lugar de solo ver contenido, estás dentro de él, cambiando así el mundo plano de los sitios web y las redes sociales por algo más inmersivo: entrar como activo participante con tu avatar en una nueva realidad virtual donde puedes ser protagonista. Nos despojaremos de nuestros cuerpos para desvanecernos en píxeles, de manera que tendremos la sensación de entrar, aunque en realidad solo nos parecerá que entramos.
¿Y las cripto monedas? Son monedas que solo existen en el mundo virtual. Son, pues, activos digitales que pueden utilizarse como forma de pago en una transacción. Se basan en el empleo de un cifrado criptográfico que garantiza su titularidad y el control sobre la creación de unidades adicionales. Bitcoin y Ethereum son las más conocidas.
¿Y el Big Data? Un conjunto de datos tan extenso que la capacidad humana no puede procesarlos, y precisan de aplicaciones informáticas para tratarlos adecuadamente. Son un caladero de algoritmos para tratar una información que guiará la evolución de nuestra sociedad en todos sus aspectos esenciales: medicina, medio ambiente, política, cultura, epidemiología…
¿Y qué es un NFT? Un objeto virtual que teóricamente no se puede robar (una camiseta, por ejemplo), del que se sabe cuántos hay y quién los tiene. Una camiseta de hilo puede costarte 20 euros, y si se agotan se hacen más. Una camiseta NFT costará lo que te pidan, y subiendo, porque su precio está basado en la escasez. ¿Y dónde está mi camiseta? Pues en la red. ¿Y los 12.000 euros que me costó? En el bolsillo de su anterior propietario. Véndala de nuevo más cara, y habrá hecho un buen negocio. Los NFT generaron en 2021 más dinero que el arte tradicional. Instagram y Facebook serán dentro de poco el mercadillo perfecto para la venta de estos activos digitales, y grandes compañías como Nike, Coca Cola y Tik Tok están interesadas.
2. Hechos
Más de 800.000 colaboradores trabajan en las cuatro grandes empresas digitales, que monopolizan el 70% del tráfico mundial donde se sustancian compras, aficiones, pensamientos y propuestas, con un valor superior a los 2,6 billones de dólares, monto equivalente al PIB de Francia. En términos de población, el primer país del mundo es Facebook, China el segundo, India después y el cuarto Google. En apenas 10 años se han convertido, por así decirlo, en naciones omnipresentes y muy poderosas. Google acapara más del 90% de las búsquedas realizadas por usuarios en internet, Facebook y Google representan el 70% del mercado de publicidad en línea, y Amazon el 30% del mercado digital. Los beneficios anuales de este cuarteto alcanzan los 100.000 millones, con reservas superiores a los 500.000 millones.
El relevo generacional de nuestra sociedad pasa por los nativos digitales, nacidos en el período 2000 / 2010. Apenas ven la televisión, pendientes como están de sus teléfonos inteligentes, que consultan más de 150 veces al día: You Tube, Instagram, plataformas, Tik Tok, son las tribunas que acaparan su atención y tienen un peso definitivo en su formación y educación sentimental. Han nacido en plena revolución digital, en una sociedad donde priman las emociones, porque si el siglo pasado fue el siglo donde imperaba la razón, en su presente impera todo lo que sea emocionalmente inmediato. No son ni mejores ni peores que las generaciones que les precedieron, son esencialmente distintos. Nosotros leíamos el periódico antes de las 11, ellos consultan su teléfono antes de saltar de la cama.
3. El futuro, dicen
Mark Zuckerberg (Meta), empeñado en trasladar el mundo real a otro de avatares mediante la utilización de gafas, ya ha presentado en sociedad la supercomputadora de inteligencia artificial que hará posible el metaverso. Está concebida para impulsar sistemas de aprendizaje automático que hagan realidad la convivencia de entretenimiento, compras y trabajo en este universo virtual, y ha patentado un globo ocular mecánico para ayudarle en su proyecto. A la misma tarea se aplica Elon Musk, en la actualidad el hombre más rico del mundo, que prefiere usar microchips implantados en el cerebro que gafas de realidad virtual.
Cuando se perfeccionen estos mecanismos, entraremos en una realidad nueva, que nos permitirá acceder sin salir de casa a otras realidades, realizar gestiones administrativas, compras, encuentros en cualquier lugar del mundo. Un mundo cerca y lejos de nuestro salón de estar, al alcance con unas gafas, quizá un chip, y donde todo será distinto.
Tendremos el avatar que nos represente para encontrarnos con el vecino del cuarto en unos grandes almacenes de Singapur y un multitudinario concierto en una playa del Caribe. La vida así vivida al otro lado de nuestra cotidiano hacer en el barrio donde tenemos casa y compromisos.
¿Ir de compras? Los terrenos virtuales en el metaverso siguen subiendo de valor, sujetos a la especulación y el capricho. La compra se realiza directamente desde cada plataforma, o a través de un promotor. Los inversores construyen en su terreno, y lo hacen interactivo, utilizando criptomonedas en la transacción. Se crean así mundos inmersivos lo suficiente realistas y atractivos para que los usuarios pasen en ellos buena parte de su tiempo.
¿Gestiones? Seúl, la capital de Corea del Sur, ya está tomando posiciones para ser la primera en ingresar al metaverso. De esta manera, y gracias a un plan a desarrollar en 10 años, sus residentes podrán visitar los despachos del ayuntamiento para tramitar sus peticiones, disfrutar de la oferta turística y cultural de la ciudad o, llegado el caso, tramitar una denuncia.
¿Entretenimiento? Cada vez serán más numerosos los metaversos que ofrezcan casinos, centros comerciales, complejos de ocio. Solo necesitarás tu avatar y unas gafas de realidad virtual para visitar una biblioteca, subir a la cima de una montaña o bañarte en una playa exclusiva.
Se estima que para 2030 buena parte de la humanidad estará ya en el metaverso. Un futuro donde usaremos criptomonedas para muchas transacciones, visitaremos lugares remotos y podremos ser dueños de objetos virtuales únicos.
4. ¿El futuro? Ya veremos.
Cuando en los sesenta imaginábamos la entrada en el nuevo siglo nos equivocamos: ni coches voladores, ni robots omnipresentes, ni alimentación a base de comprimidos de enigmático origen. Cuando irrumpió en nuestras vidas el libro digital en 1993, muchos anunciaron el apocalíptico final del hallazgo de Gutenberg hacia 1440: una máquina compuesta de hojas encuadernadas con tapas que atesora en su interior historias, aventuras, sueños y reflexiones.
El libro tradicional aguantó el envite con solvencia, y hoy conviven ambos en armonía para bien de todos. Cuando en 2003 apareció el videojuego Second Life, muchos creyeron ver en él un sustituto a la vida real, para acabar siendo una oferta más de ocio.
El metaverso ha venido para quedarse, al igual que las criptomonedas y los NFT. Necesitarán de tiempo, inversiones y talento para consolidarse, con una presencia creciente en nuestro hacer cotidiano. Y esa vida digital que nos proponen será siempre compatible con ese accidente vertical y transitorio que llamamos vida, la de cada uno y la de todos.
Y una buena noticia: frente a la sociedad digital, nuestros jóvenes están impulsando una sociedad de cooperación, basada en comportamientos que apoyan la creatividad, la reciprocidad y la integridad, creando redes de intercambio y apoyo mutuo.
Queda por saber hasta dónde llegarán quienes ahora se perfilan como los nuevos Señores del Mundo, qué líneas rojas cruzarán si les permitimos hacerlo. Ahí el gran desafío para quienes desean preservar su intimidad, su derecho a pensar y decidir libremente.
En cuanto a las compras de objetos virtuales únicos, elija cada quien el mejor destino de sus ahorros o dinero de bolsillo. Mi nieta Manuela es feliz con su pez y sus libros, María acaba de apuntarse a clases de baile, y Mencía estrena en estos días una risueña camiseta crecedera con girasoles.
El futuro es, antes que nada y sobre todo, nuestro presente. Un poco de sosiego, por favor.
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