Una frase popular, surgida del proceso de globalización es la que dice: “Piensa globalmente, actúa localmente”. En estos días de guerra en Ucrania, se podría traducir a: “Destruye globalmente, haz la guerra localmente”. La lucha, la batalla física, o visible, la que produce instantáneamente miles de víctimas inocentes, ocurre a nivel local en Ucrania. La destrucción masiva, no sólo física, se da, o se puede dar, a nivel mundial.
Esta guerra no comenzó en el último mes. La situación presente es un momento puntual de una guerra mucho más larga, con antecedentes seculares y con consecuencias –si es que no se da una destrucción total inmediata– seguramente también seculares.
Empezar por el principio. ¿Qué fue antes, Rusia o Ucrania?
A menudo se dice que Ucrania era Rusia… la verdad es que la Rusia de Kiev, que es Ucrania, es anterior a la formación de Rusia como nación. La Rusia de Kiev se remonta a la Edad Media, cuando existía una federación de tribus eslavas. Durante el control de la dinastía rúrika, se pasó del paganismo eslavo al cristianismo ortodoxo, en el año 987, lo que fue la base para una cultura común que resistió a las invasiones mongolas y se mantuvo por siglos.
Cuando, en el siglo XVIII, Rusia se convirtió en imperio, absorbió la mayor parte de Ucrania. Rusia menospreciaba la cultura y el idioma ucraniano y consideraba a la población inferior. Las élites ucranianas siempre lucharon por la autonomía e intentaron crear un estado independiente. Pero ya en el siglo XX, la revolución bolchevique que al principio ofreció una cara amable, pasó después a la agresión. Stalin desató una crisis alimentaria, la gran hambruna llamada Holodomor, que se cobró las vidas de entre dos y cuatro millones de ucranianos.
La Segunda Guerra Mundial trajo la Operación Barbarroja en 1941 y la invasión de la Alemania nazi. Prácticamente todo el territorio ucraniano quedó bajo control alemán por casi dos años, incluida Kiev que soportó dos batallas y asedios. Durante la época de la URSS, Ucrania llegó a ser uno de los territorios más importantes, contando con una floreciente industria y considerada como el granero del país. Cuando, en 1991, la URSS se disolvió, Ucrania votó en referéndum masivo a favor de su consolidación como estado propio.
¿Divide y/o vencerás? O un rompecabezas estratégico
Hoy las tribus de la Edad Media siguen presentes en los diversos nacionalismos regionales de los países que habían estado bajo el dominio soviético. Es esta una realidad que aprovecha Putin magistralmente para recobrar el territorio. Así, en 2008, Putin en primer lugar reconoció la independencia de las regiones de Abjastsia y Osetia, que eran parte de Georgia destacó tanques rusos, pero se declaraban independientes, para proceder a la invasión del país. Algo parecido había ocurrido en la región moldava de Transnistria (pro-soviética) donde, en los años 90, se mantuvieron negociaciones entre Rumanía, Ucrania y Rusia para mantener la paz de la región. Y el mismo modelo se ha seguido recientemente con el reconocimiento por parte de Putin de la independencia de las regiones ucranianas del Donbass, donde se destacaron tanques soviéticos en estas últimas semanas.
Aprovechando una crisis política en Ucrania en 2014, con manifestaciones y violencia callejera, Vladimir Putin ordenó a sus tropas invadir de forma anónima (sin uniforme) la península de Crimea, que formaba parte de Ucrania. También impulsó levantamientos en dos provincias fronterizas con Rusia (Donetsk y Lugansk), que convirtieron esa parte del país en una zona de guerra durante muchos años. Los intentos de acuerdo en la ciudad bielorrusa de Minsk no sirvieron de mucho. Todo esto sitúa a Ucrania en una situación de cerco casi total, donde las únicas fronteras amistosas serían las de Polonia y Rumanía.
Los diversos intentos de acuerdo de Minsk, por los que se aseguraba que cesarían las hostilidades y que Ucrania no se anexionaría a la OTAN no fueron eficaces. Ambas partes se acusan mutuamente de no haberlos respetado, pero lo cierto es que la promesa de que Ucrania no entraría en la OTAN no la hizo Ucrania, sino representantes alemanes y estadounidenses, lo cual pondría en duda la validez de tales acuerdos. El famoso dicho “la OTAN no avanzará ni una pulgada” queda como frase sin valor.
El modelo de dividir primero y luego anexionar, asfixiando a los territorios de otros países para mantenerlos bajo la esfera de su poder, es el que ha adoptado Putin hábilmente también en esta situación.
¿Simple expansionismo? Hay algo más
Se ha acusado a Putin de megalomanía, y hay gran parte de verdad en tal acusación. Pero la obsesión de Putin con Ucrania y el estado de sitio responden a una realidad mayor.
Por un lado, casi la mitad de la población ucraniana tiene como lengua materna el ruso y se siente vinculada a Rusia. A raíz de la disolución de la Unión Soviética, había habido mucha indecisión sobre el camino a tomar: unirse a la Unión Europea o mantenerse bajo la influencia de Rusia. Algunos sectores ucranianos consideraban que era posible mantener ambas cosas. De hecho, el depuesto presidente Viktor Yanukovich tenía una ideología comunista, lo que provocó al fin grandes disturbios y su exilio.
En las últimas décadas, Ucrania ha gozado de un gran crecimiento económico, en gran parte debido a que por el territorio pasa un gran oleoducto que transporta el gas natural hacia el resto de Europa. Particularmente Alemania, que lideró el movimiento antinuclear en pasadas décadas, depende ahora energéticamente de ese conducto. El conducto, en realidad, había sido construido durante el tiempo de la Unión Soviética y tiene su origen en Rusia, por lo que Putin considera tener derechos sobre él.
Por otro lado, en los últimos años, se han descubierto nuevas fuentes de gas natural, precisamente en el litoral de Ucrania… que incluye la costa de Crimea. Ucrania no dispone aún de los necesarios recursos para explotar los puntos que todavía están en sus aguas territoriales. Y la anexión de Crimea no parece un capricho casual de Putin, sino un interés que va mucho más allá.
Además, la península de Crimea, aunque estratégicamente tan valiosa, es de tierra pobre y árida. Para solucionar la situación de abastecimiento de agua, se había abierto un canal desde el río Dnieper, en Ucrania. Después de la anexión de Crimea a Rusia, Ucrania decidió bloquear con cemento el acceso al canal, con lo cual, Crimea se ve en una situación crítica de sequía y desabastecimiento.
A pesar de todo su poderío militar y tecnológico, Rusia tiene un bajo PIB y se encuentra en pleno invierno demográfico, mientras que Ucrania es uno de los mayores exportadores de trigo del mundo.
Para Rusia, se trata, además, de una cuestión de defensa. El que toda Europa se alíe en la OTAN supone –como se está demostrando– que las fronteras de la alianza se extiendan hasta la propia puerta rusa.
Pero hay otros alineamientos internacionales… los buenos y los sorprendentes
El temor de los grandes bloques es mutuo. Si Putin ve a la OTAN como amenaza, por estar tan cerca de sus fronteras, para las potencias occidentales no es menos amenazadora la alianza de Rusia con China. En un comienzo, se sospechaba y temía que, caso de que existieran sanciones económicas, China parece, al menos en la superficie, preferir la estabilidad y, además, se está beneficiando económicamente del desastre. “A río revuelto…”. La economía China es ahora 10 veces más fuerte que la rusa, cuando hace 30 años estaban a la par. Aparte de la OTAN, cuyos intereses europeos son tan claros, algunos podrían cuestionar las causas del interés mundial en Ucrania, cuando hay otras muchas guerras en África, en el Oriente Medio y en Asia, con graves costos humanos, de las que nadie habla… De nuevo, tristemente, por encima de la vida humana, siempre parece estar la economía.
Se ha hablado mucho de solidaridad internacional, y ciertamente, se escucha mucho el “estamos con Ucrania,” pero quienes mejor y más generosamente han demostrado solidaridad han sido Polonia y Hungría, lo cual es comprensible por su propia experiencia e historia de invasiones y dominio por parte de la Unión Soviética.
Para Estados Unidos, particularmente, es preocupante el que algunos estados de Hispanoamérica, cercanos ideológicamente al comunismo y estratégicamente importantes para toda América, se hayan manifestado a favor de Rusia. Particularmente el Grupo de Puebla, entre quienes se encuentra Cuba, Nicaragua o Venezuela, con sus pronunciamientos socialistas, puede ser un factor de enorme tensión entre los dos bloques. Por eso resulta curioso que, ante la posibilidad de enfrentarse a una fuerte escasez de combustible, el presidente Biden haya decidido entrar en negociaciones con Maduro para comprar petróleo venezolano. Antes se decía que todo valía en la guerra y el amor. Parece ser más bien que todo vale en la economía… Estados Unidos ha prohibido las importaciones rusas, pero puede recibir importaciones de los aliados.
Esto no se queda así
Aunque la lucha militar terminara mañana, y aunque, dado el escaso avance que consigue Putin por la desmotivación de su propio ejército, ganara Rusia, la guerra no va a terminar en años. Eso, sin contar el peligro improbable, pero posible, de una guerra nuclear que acarrearía la destrucción masiva de gran parte del planeta.
En primer lugar, se trata del coste humano en términos de vidas perdidas, desplazamientos, secuelas psicológicas, desgarramientos culturales y cambios demográficos y culturales a nivel universal.
Ya se están experimentando las consecuencias económicas y éstas tienen un largo alcance y no se limitan a Ucrania y Rusia. La globalización, que tantas ventajas e inconvenientes ha tenido en las últimas décadas, manifiesta ahora su cara más feroz en el golpe económico mundial.
Y, junto con las consecuencias económicas, está la cuestión del poderío político, tanto de Rusia como de la OTAN… si el conflicto terminara en tablas –con pérdidas evidentes en los dos lados– ambos bloques quedarían también debilitados. Y solo China, en su aparente neutralidad, saldría beneficiada.
Un asunto más… la amenaza al ecumenismo
Es bien sabido que Putin pertenece a la iglesia ortodoxa rusa, y que en el pasado, la iglesia lo ha apoyado por considerarle en cierto modo guardián de la tradición, de la moral, y de los valores de la nación tradicional rusa. Durante el conflicto, tanto el Consejo Mundial de Iglesias como el Vaticano se han inclinado más hacia Ucrania y han condenado la brutal agresión… Los dirigentes del Consejo Mundial y el Papa han pedido al patriarca ortodoxo que interceda ante Putin… pero sus esfuerzos no han encontrado respuesta positiva.
Está, pues, por ver, que pasos tendría que dar el movimiento ecuménico para continuar el diálogo y la relación con la Iglesia rusa; un diálogo que iba por muy buen camino, pero que ahora se ve enfrentado a un difícil equilibrio. Y esto no es solo cuestión religiosa; el proceso de reconstrucción necesitaría a todos los países cristianos y unidos. Y eso, quizá esté algo más lejos hoy.
En las últimas semanas, han corrido ríos de tinta sobre el conflicto… la guerra ni empezó este mes ni terminará en el futuro próximo. Afecta irreparablemente a todo el mundo… lo que, lógicamente, no es consuelo para las personas concretas que sufren la violencia, la muerte, y el exilio.
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