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“LA FORMACIÓN QUE RECIBIERON AQUELLAS MAESTRAS SUPUSO UN ADELANTO A SU TIEMPO”

María Teresa Quesada Molina nació en Linares (Jaén) en 1955. Es maestra de Primera Enseñanza desde 1979. Licenciada en Filosofía y Letras (Pedagogía) por la Universidad de Granada en 1992. Doctora en Pedagogía por la Universidad de Sevilla en el Departamento de Teoría e Historia de la Educación y Pedagogía Social en 2016. Su interés se ha centrado en el estudio de la formación recibida por las maestras alumnas de las Academias Teresianas, fundadas por el humanista y pedagogo san Pedro Poveda en la provincia de Jaén durante el primer tercio del siglo XX con la obra La formación de maestras en las Academias Teresianas de Jaén (1913-1936).

Carmen Azaustre: Has trabajado siempre como maestra de Educación Primaria, ¿qué te motivó para hacer esta investigación?

Mª Teresa Quesada: Estudié Magisterio siendo alumna en la Residencia Josefa Segovia, de Jaén, y allí conocí la labor educativa de Pedro Poveda y me interesaron sus métodos educativos, innovadores y avanzados a su época. Y descubrí a Josefa Segovia, una mujer apasionante, emprendedora, muy formada intelectualmente, atrayente y sencilla que asumió un gran compromiso con la educación y el proyecto de Pedro Poveda.

Cuando terminé mis estudios y ejercí como maestra, no podía olvidar todo lo que había aprendido en materia de enseñanza y educación en la residencia. Y así, cuando me licencié en Pedagogía y decidí hacer mi tesis doctoral tenía clarísimo que sería sobre la labor educativa de Pedro Poveda en sus academias, una pedagogía que sigue ofreciendo criterios válidos en la actualidad. 

C. A.: Y en esta investigación ¿qué temática abordas?

Mª. T. Q.: La investigación plantea como primer objetivo conocer el concepto que sobre la mujer tenía la sociedad en general y en particular la giennense, en el período de tiempo al que aludo, 1913-1936, así como las funciones asignadas a las mujeres y el lugar que habrían de ocupar, ya que prácticamente estaban relegadas a las tareas del hogar. Porque la educación de estas no era paralela a la del hombre y su formación dependía directamente de la clase social a la que pertenecían. Las chicas de clase alta recibían instrucción en sus casas pero más por entretenimiento que por motivos laborales; las de clase obrera apenas tenían presencia en el sistema educativo, siendo estas una preocupación importante en la atención de Poveda. Apostó por ellas y les proporcionó ayuda para que recibiesen una educación digna. Las de clase media fueron las primeras en incorporarse a la enseñanza secundaria y superior y reclamaron normativas que reconocieran el derecho femenino a estos niveles de formación. Todo esto en una España que se enfrentaba a los problemas de las clases populares, a los nacionalismos y a un sistema político bipartidista. Hago también un análisis del contexto histórico y educativo en que se desarrolla la actividad pedagógica de Pedro Poveda y las leyes educativas que la sustentaba.

C. A.: ¿Por qué destacas la figura de Pedro Poveda?

Mª. T. Q.: Pedro Poveda ocupa un espacio fundamental en este relato histórico ya que fue uno de los pocos creadores de iniciativas privadas para la formación del profesorado y para el desarrollo profesional de mujeres a principios del siglo XX, buscando que fueran ellas mismas las protagonistas de los cambios que reclamaban.

Poveda ideó y creó las academias-internados Teresianos precisamente para la formación de nuevas maestras. Y lo hizo en su tierra, en su Linares natal en 1912, en Jaén capital en 1913 y en La Carolina en 1915. Unos centros educativos que tuvieron como meta apoyar y ampliar la formación que se recibía en las escuelas normales. Para ello contó con la imprescindible colaboración de Josefa Segovia Morón, una joven giennense que creyó en su Obra y que fue su continuadora cuando a Pedro Poveda lo fusilaron en 1936.

En este trabajo, he querido reflejar la significación que tuvo El Boletín de las Academias de Santa Teresa, publicación iniciada en Linares en 1913 y concebida como medio de comunicación entre las profesoras, las alumnas y otras colaboradoras de las academias.

En mi  investigación incluyo una relación nominal de las alumnas, qué planes de estudio siguieron, cuántos años dedicaron a la carrera, qué titulación obtuvieron, así como un acercamiento a la acción educativa realizada y el reconocimiento logrado por esta labor desarrollada en sus respectivos destinos. Así como también reflejo algunos datos de los procesos de depuración sufridos con ocasión de la guerra civil, a las sanciones que en su caso les fueron impuestas y a la relación entre depuración profesional y depuración política.

C. A.: Teresa, ya veo que ha sido intenso, extenso, que has tratado muchas temáticas. ¿Qué crees que puede aportar a la sociedad en el siglo XXI, el conocimiento de la acción educativa de estas maestras que iniciaron sus tareas educativas en el siglo XX? ¿Crees que podemos aprender algo de ellas?

Mª. T. Q.: Hay que poner en valor que la formación que recibieron aquellas maestras supuso un adelanto a su tiempo. Su estilo, su comportamiento, sus opiniones eran una referencia muy observada; eran conscientes de que con sus formas de ser y actuar transmitían una serie de pautas de conducta y de valores que orientaban. Tal vez aquí residía la grandeza y el riesgo de esta profesión y de ahí la inquietud de formarse como maestras y persona íntegras, cultas y con una gran solidez humana.

Su acción educativa se desarrolló en gran parte en la España rural, y para favorecer este ambiente cultural se les recomendaba realizar salidas al campo con las alumnas para aprender in situ el medio natural, que formaran bibliotecas escolares, que trataran de crear museos pedagógicos en sus centros… Participaban en cursos formativos, asistían a conferencias, a reuniones para intercambiar experiencias… y todo esto con medios muy precarios y a veces en ambientes hostiles, pues no todas fueron bienvenidas en su puestos de trabajos. Creo que son un ejemplo a seguir hoy  y que tienen mucho que aportar  a los actuales docentes.

C. A.: Me ha llamado la atención, en la introducción a tu libro, el texto que has seleccionado y que dice: “Sed siempre voz; pero voz clara, precisa, bien timbrada, suave, sin estridencias, sin meloserías; voz que determina un deber, que enseña una lección, que no se detiene, sino que camina para que tras esa voz sigan las personas, no por la voz, sino por el derrotero que señala”. Y su autora, Josefa Segovia, a la que has nombrado hace unos minutos.  ¿Por qué has seleccionado este texto? ¿Quién es esta mujer que dice a las mujeres “sed siempre voz” cuando las voces de las mujeres, sabemos que estaban bastante silenciadas? ¿Nos puedes decir algo de esta mujer que se atreve a decirnos que “seamos siempre voz”?

Mª. T. Q.: La cita la tomé del libro Las páginas más bellas de Josefa Segovia que recoge textos variados de ella y seleccionados por diversas autoras. Esta a la que aludes fue seleccionada por Consuelo Flecha de una carta de 24 de junio de 1929. 

Josefa Segovia fue una mujer audaz que apostó por la educación de aquellas jóvenes que se acercaron a las academias para formarse y poder tener voz propia en todos los espacios en los que hasta ahora les había sido vetado por su condición de género. 

Me pareció que ese consejo que ella daba a aquellas mujeres que comenzaban a formarse en el espíritu Povedano expresaba toda la fuerza y la determinación que las mujeres, futuras docentes y educadoras, tendrían que visibilizar con valentía. Las alentaba para que participaran en la realidad cultural y educativa del momento, en sus estudios, en su presencia en la sociedad, en una visión trascendente de la vida promoviendo y haciendo creíble el diálogo entre la fe y la ciencia para que fueran camino y una meta a conseguir.

C. A.: ¿Qué te atrajo de Josefa Segovia? Porque ella, en una etapa muy joven de su vida, fue maestra,  inspectora de esa España rural que hoy llamamos España vaciada. Se paseó por pueblos, aldeas, animando a las maestras… pero ¿qué te atrajo de ella?

Mª. T. Q.: Pensar en Josefa Segovia es traer a la mente la figura de una mujer de exquisita feminidad y elegancia, inteligente, culta, fina y santa.

Es evocar a una mujer extraordinaria, valiente y fuerte que emprendió una Obra fascinante y ardua con Pedro Poveda, forjando una nueva forma de presencia de la mujer cristiana, comprometida con el mundo.

Josefa Segovia fue la que encarnó la Obra que Pedro Poveda pretendía realizar. Cuando éste buscó ayuda para su ingente proyecto que fueron las Academias, la encontró en esta joven giennense que sintonizó tanto con él que puso a su disposición su capacidad intelectual, el bagaje que le habían proporcionado sus estudios en la Escuela Normal de Maestras de Granada y los realizados en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio en Madrid, además de la personalidad que mostraba en su modo de ser y actuar.

Le fascinó el proyecto de Poveda y lo dejó todo para su puesta en marcha. Fue desde el principio de su colaboración algo más que la primera directora de la academia de Jaén; ilusionada con su profesión educadora y plenamente convencida de la necesaria preparación y coordinación del profesorado católico; fue la persona que con mayor rapidez llegó a entender mejor el proyecto que se estaba iniciando. Ella compartió tanto los avances en la creación y desarrollo de las Academias, como las dificultades que surgieron.

Además de llevar la dirección de la Academia de Jaén, fue nombrada en 1916 Inspectora de Primera Enseñanza, cargo que ejerció hasta 1923 en el que pidió la excedencia de este puesto para poder dedicarse por completo, hasta su muerte en 1957, a llevar la dirección general de la Obra de las Academias y Residencias, la Institución Teresiana.

Para mí, la figura de Josefa Segovia es apasionante, modelo de mujer fuerte y comprometida. Y lo demostró apoyando el despertar cultural y social de las mujeres, alentando su preparación que les permitiera modificar de manera unívoca su destino. Con esta inquietud personal, se implicó en un asociacionismo femenino que favoreciera el compromiso y protagonismo de las mujeres en diferentes ámbitos de la sociedad, a través del ejercicio profesional y de la participación en la vida pública.

C. A.: ¿Cómo fue la actuación de Josefa Segovia en su etapa de Inspección?

Mª. T. Q.: Josefa Segovia fue una mujer libre, entregada al quehacer que consideraba más valioso y eficaz, la educación y la formación de las personas; exigente, pero a la vez simpática, buscadora de la perfección en lo cotidiano, rica en recursos para llenar de contenido su quehacer diario para encontrar estímulos que lanzaran a nuevas metas a ella misma y a quienes trabajaban con ella.

Ella animaba a las maestras del ámbito rural a que estuvieran siempre en comunicación unas con otras, las impulsaba a participar en cursos formativos, asistir a conferencias y reuniones donde intercambiar experiencias, inquietudes y proyectos con las demás compañeras.

Hoy como ayer estas maestras siguen ejerciendo algunas en condiciones no muy óptimas. Y hoy como ayer Josefa Segovia ofrecería impulso y acompañamiento a las maestras que llegaran a aquellos pueblos a ejercer su magisterio.

Y ante la duda y temores de estas mujeres jóvenes que se encontraban con lo desconocido y que dudaban de su capacidad para sobrellevar tal aislamiento, eligió la figura del cura de Ars como ejemplo. Porque se puede transformar un pueblo, con corazón, voluntad, tiempo y energía. Es posible mejorar el entorno, dignificar a sus habitantes, servir a las familias y  simpatizar con sus alegrías y sus problemas.

Josefa Segovia les decía “que todo esto era posible, amando mucho, con amor sin medida”. Y les pedía que confiaran en ellas y desarrollaran su misión educadora valorando las cosas pequeñas, lo cotidiano, el quehacer diario que apenas se nota. Es una tarea que exige esfuerzo, que hay que proponerla y hacerla ganándose la voluntad de los alumnos y sus familias, que requiere creatividad y empatía, pero también coherencia entre lo que se propone y lo que se hace.

C. A.: ¿Qué líneas fundamentales de la pedagogía de Poveda has vivido en tu etapa de formación en la residencia de Jaén? ¿Se mantenían vivas las características de las primeras academias?

Mª. T. Q.:Sí, lo que se pretendía, era una tarea de promoción humana integral.  En estos primeros centros, se buscaba un estilo de relación educativa en el que profesoras y alumnas se empeñaran activamente en la búsqueda de lo mejor, y en relaciones interpersonales de confianza. 

En la academia, se percibía un modelo educativo que servía de referencia a profesoras y alumnas, el seguido en la vida de familia, ámbito en el que cada persona sabe que tiene un lugar propio, que puede ser como es, que se siente rodeada de confianza y de apoyo, y que su colaboración es imprescindible. Se puede afirmar que el estilo que revelaba la fisonomía de los centros povedanos traslucía las características de alegría, amistad, expansión, orden y naturalidad; actitudes que caracterizan las relaciones familiares.

Todo esto es lo que yo he vivido en la Residencia, en mis años de estudio de Magisterio y luego también estuve un par de años preparando oposiciones en ella. Para mí los años que estuve allí son inolvidables. Me marcaron y puedo decir que fueron los mejores hasta ahora de mi vida.

C. A.: Qué bien, el poder recordarlos así. 

Mª. T. Q.: Tengo unos recuerdos exquisitos, y de hecho he procurado no perder el contacto con ellas. Sigo yendo por allí, aún viven personas que estuvieron y me ayudaron mucho y las quiero muchísimo.

C. A.: Percibo en tus palabras tu relación y sintonía con estas características que conformaron tu vocación de maestra, vocación en la que siempre has permanecido, porque aunque has tenido otras oportunidades en la enseñanza secundaria y universitaria siempre elegiste a tus niños pequeños. 

Mª. T. Q.: Sí, a pesar de mi licenciatura en Pedagogía y la oportunidad de entrar en la Universidad, permanecí con mis niños pequeños. A mí me gusta que me llamen maestra. Yo siempre he dicho –lo pongo como anécdota– “maestra cartillera”… No he sido de Infantil, he sido siempre de Primaria, pero maestra.

Me ha enriquecido muchísimo el contacto con los alumnos, muchísimo. Lloré muchísimo cuando me tuve que jubilar. Me costó muchísimo, pero pienso también que ha sido una etapa de mi vida y espero haber dejado alguna huella.

C. A.: Seguro que no has dejado una huella, sino muchísimas.

Mª. T. Q.: Para mí la mayor satisfacción es que aún ahora, con el paso del tiempo, todavía me paran por la calle alumnos que ahora no reconozco. Porque ya son hombres y mujeres y yo me los dejé aún niños. Y aún me paran, y aún me reconocen y aún hablamos. Eso para mí es una satisfacción muy grande. 

C. A.: Volviendo a nuestro inicio ¿Qué te ha aportado a ti esta investigación?

Mª. T. Q.: En primer lugar, enriquecimiento personal por el contacto directo que he tenido con todas aquellas personas que me han ayudado a hacer posible este proyecto. A todas ellas mi más sincero agradecimiento. En especial, a Consuelo Flecha que me ha dirigido este trabajo, por todo su tiempo, apoyo y confianza.

El contacto con la Pedagogía y Obra de Poveda han supuesto el descubrimiento de un nuevo horizonte cultural y el convencimiento de que lo prioritario no son las instituciones, ni la organización, ni los programas, ni las normativas, sino las personas que les dan vida en cada centro y en cada aula, el profesorado y el alumnado.

Valorar la ilusión y esfuerzo que pusieron en su formación aquellas primeras maestras de las academias que con muchas dificultades lograron alcanzar su sueño, abrirse paso en una sociedad androgénica con la ayuda de sus profesoras y situarse como mujeres cultas en los ámbitos que le correspondía. El descubrimiento de su trayectoria profesional a través de los expedientes consultados y de los testimonios recogidos ha supuesto una nueva valoración del quehacer educativo.

Para mí, Poveda es educador de educadores, convencido del valor de la ciencia para beneficio de las personas y mejora de la sociedad que apostó por la inserción de la mujer en la enseñanza y la cultura con un programa innovador y oportuno.

El acercamiento a la figura de Josefa Segovia me ha ratificado en su especial talante que también supo fundirse con la idea de Poveda, del diseño que imprimió a sus academias y de las virtudes que quiso encarnaran las profesoras y alumnas que se formaban en ellas: bondad, alegría, laboriosidad, naturalidad, ecuanimidad… bajo el signo y sello de la “pedagogía del amor”. 

La obra de Poveda ha sido un referente en el ejercicio de mi profesión como maestra ya que sus principios pedagógicos de participación, inclusión, conocimiento del contexto y la cultura cotidiana que viven los alumnos, la atención personalizada, el descubrimiento de las necesidades vitales y educativas, la escucha y sobre todo una educación inspirada en el amor, están totalmente vigentes y son válidos para la práctica educativa actual.

C. A.: Bueno, pues, de verdad, cualquier estudiante de Magisterio que lea tu entrevista se va a dejar conquistar por la fuerza de tu vocación. Muchísimas gracias por este rato que nos has dedicado.

Mª. T. Q.: Muchas gracias a vosotras por ofrecerme el espacio de la Revista Crítica y hablar de Pedro Poveda y Josefa Segovia. Para mi vida, importantes referentes.

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