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“LA ARQUITECTURA ES UNA HERRAMIENTA PARA MEJORAR VIDAS”

Anna Heringer, nacida en Rosenheim, Alemania, estudió arquitectura en la Universidad de Artes y Diseño Industrial de Linz, Austria, donde se tituló en el 2004. Forma parte de una generación de arquitectas especialmente motivadas por la preocupación por el planeta y el deseo de crear espacios comunitarios ecosostenibles. Sus trabajos de cooperación y fomento del trabajo artesanal los proyecta en el Studio BASE Habitat que ha creado en la Universidad de Linz, donde es profesora, y tienen sus principios en el Manifiesto de Laufen, promovido por ella y Andres Lepik en octubre del 2013. 

Las asociaciones mentales parecen caprichosas pero siempre tienen una lógica interna. Al visitar la exposición de la Fundación Ico recordé el desconcierto de un arquitecto que conocí hace bastantes años: voluntario de una asociación, se prestó para supervisar los trabajos de edificación de unas escuelas en Haití y no alcanzaba a comprender por qué los albañiles preferían elevar muros en curva y no rectos como indicaban los planos… De haber conocido a Henniger tal vez hubiera comprendido. Nunca me gustó demasiado el cuento de los tres cerditos, hasta que pasado mucho tiempo lo vi (versión Disney) una infinidad de veces con los pequeñitos de la familia. Ya saben: los tres construyen sus casas con los materiales disponibles. Uno la fabrica con paja, otro con madera y el tercero con ladrillos. Esta resulta la opción más inteligente ya que resiste los ataques del lobo… Dos asociaciones mentales un tanto atrabiliarias, al comenzar el recorrido por la exposición.

Como es natural, no conozco el proceso mental por el que Luis Fernández-Galiano, autor del diseño y organización de la muestra, ha elegido el erizo, con referencias literarias y filosóficas, para enmarcar la muestra en tres espacios o zonas: La elegancia del erizo de Muriel Barbery que describe la refinada y fascinante vida interior de personas modestas; El erizo de Arquíloco, rescatado por Isaiah Berlín, que sabe muy bien una cosa frente al zorro que se dispersa por saber demasiadas cosas; y la alegoría de Schopenhauer sobre los erizos que deben acercarse para soportar el frío pero no tanto que puedan herirse. Estas sugerentes explicaciones pueden leerse en el folleto de la exposición, disponible en la web (https://www.ico.es/).

Con esas tres propuestas se planifica la visita y pasamos de un espacio a otro en cada uno de los cuales se ilustran las metáforas del erizo con fotografías y videos de edificios y personas además de materiales y enseres que ayudan a comprender y contextualizar la intención de la obra de la arquitecta alemana. Anna Heringer ha realizado proyectos en Asia, África y Europa, aprovechando al máximo los materiales y recursos que ofrecen la naturaleza y la cultura secular de los pueblos.

Según el contexto geográfico, preferentemente en entornos desfavorecidos o al margen de la técnica dominante en occidente, estos materiales serán unos u otros: maderas, bambú, piedra, barro. Mi impresión es que este último, tan humilde y abundante es el que enamora a la autora.

Subyacentes una serie de conceptos entrelazados: inconformismo, sostenibilidad, lucha contra el cambio climático, valoración de las identidades culturales e individuales… y en algunos casos un cierto toque New age vagamente oriental.

Ante la devoción por la tierra en forma de barros de distinta textura y color, no puedo por menos que evocar Guadix y sus cuevas excavadas, viviendas troglodíticas (aunque no es el único enclave español en el que se da ese tipo de casas) y me pregunto si Heringer las conoce…

Ella dice así: “La perspectiva que sostiene nuestros proyectos puede resumirse así: materiales locales, fuentes de energía locales (personas) y conocimiento global”.

Todo un programa de realizaciones arquitectónicas que se muestran, por ejemplo, en la hermosa escuela edificada en Earth, Bangladesh con un excelente trabajo con el bambú en soportes, techos y vigas. La intención fue proporcionar al pueblo nuevas perspectivas entre profesores y alumnos para la valoración de la vida rural en toda su complejidad. También en Bangladesh, la escuela de Radaprun, enteramente “amasada en barro”, es un sorprendente espacio en el que predominan las superficies curvas en paredes y suelos hechos casi con un único material: el barro amasado y prensado a mano, endurecido y pulido por la misma herramienta. Y en la misma localidad el edificio Amandog con dos plantas realizadas con muros de tierra y paja, bambú y tela de colores o saris. Esta arquitectura bioclimática, con preciosas celosías y acogedores pórticos, fue levantada con la intervención manual de veinticinco operarios de la comunidad local, formados para potenciar sus habilidades.

Posteriormente, ha realizado también en Rudrapur y con los mismos materiales locales, otra escuela, la DESI (2008), para la formación profesional de electricistas alimentada con energía solar; además de tres sencillas viviendas bioclimáticas y autoproducidas. También ha realizado el Centro de Capacitación para la sostenibilidad en Marrakech, Marruecos (2010), construido con tierra, madera y cerámica.

Espectaculares los Albergues presentados en la Bienal  Internacional de Arquitectura de Bambú en Baoxi, un pueblo al sur de Shanghai. Y originalísimo el prototipo de birthing room en Voralberg, Austria. Se trata de un habitáculo de barro que recuerda algunas construcciones africanas: una especie de ovoide cuyo interior curvo, por la calidez y el tono rojizo, evoca un útero y se supone que pueda acoger los trabajos de parto.

No muy convincente, es decir no me gusta, el altar para la catedral San Pedro de Worms. La arquitecta ofrece una explicación apasionada del proyecto: “la catedral que celebró su aniversario en 2019 es un lugar importante en la historia alemana. Es una catedral verdaderamente hermosa, muy amada por los antiguos emperadores y por visitantes de todo el mundo. Rodeado de todo el oro, piedras y maderas preciosas bajo la cúpula central de la catedral, estaba claro que el nuevo altar no debería atraer con un diseño y materiales sofisticados. En nuestra sociedad materialista lo que echamos de menos es un significado y relaciones. Entonces propusimos un altar hecho del material más humilde, la tierra, para ser construido por la comunidad. Ganamos la competencia. De jóvenes a viejos, de débiles a fuertes, todos fueron invitados a construir el nuevo altar para las generaciones venideras. El proceso fue físicamente agotador y emocionalmente liberador. Se sintió realmente genial. Mirando hacia atrás, era el enfoque correcto. En el pasado, las comunidades se reunían, unían sus esfuerzos durante largos períodos para construir una catedral, una mezquita, una escuela o un mercado. Eso fortaleció el sentido de comunidad y pertenencia, el sentimiento de ser una parte necesitada y respetada de la sociedad. Eso es lo que experimento en cada lugar que construyo: la felicidad es tener un objetivo que va más allá de tu felicidad personal, alcanzarlo con algo de esfuerzo y tus propios medios y compartir esta experiencia con los demás”.  Quizás no he sido capaz de apreciar algo presentado con tanto entusiasmo. Este y otros comentarios de Heringer igualmente interesantes pueden encontrarse en la página web http://www.anna-heringer.com

Al iniciar el recorrido de la exposición en un espacio amplio vemos muchos tapices y colchas hechos con saris superpuestos y trabajos de bordado. Estamos en el homenaje a la “vida interior de personas modestas”, según el itinerario de erizos propuesto y también en un alegato mudo, pero elocuente acerca de la explotación y de la injusticia. Aquella experiencia primera en Bangladesh, país con el que Heringer sigue estrechamente ligada, ocupa la planta principal de la sala. Colchas y tapices dejan en el centro la Caja Dorada, la Golden Box, un espacio diminuto que por fuera refleja la frivolidad del hiperconsumo y dentro reproduce la angustiosa estancia en la que las trabajadoras textiles permanecen larguísimas jornadas. “A menudo un televisor es el único espacio libre”, se señala en las explicaciones.

Es una muestra interesante del trabajo de una mujer inquieta y creativa y por supuesto de sus colaboradores tanto profesionales como anónimas gentes del pueblo, de los pueblos donde se han llevado a cabo esos proyectos. Echo de menos alguna información escrita o visual sobre el modo de trabajo. Naturalmente cada espacio tiene sus carteles explicativos, pero ¡me gustaría tanto ver ese amasado de barro! O también el procedimiento por el que el bambú adquiere una determinada curvatura… Puede que en otra ocasión.

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