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LA GRAN MENTIRA: RUSIA Y SU LARGOCAMINAR EN LOS CONFLICTOS

Como conocedor, al menos en algunas de sus vertientes de las actuaciones tanto de las fuerzas militares rusas como de sus líderes –no importando de qué lado de la política se encuentren– me permito algunas reflexiones no exentas de errores y de memorables páginas históricas.

En los últimos 70 años, y aún antes, los gobiernos en la Rusia comunista y post comunista no ahorraron acciones y vidas para lograr el objetivo de intentar mantener su expansión o atrapar fórmulas con el fin de conservar su geografía de imperio y hegemonías. La sombra de la extinta URSS continua siendo guía de algunos nostálgicos. Las atrocidades nazis dieron pie para justificar el despotismo, las persecuciones comunistas y el atropello descarado a la mayor parte de los derechos de la población.

Años después de haberlo pronunciado vuelven a resplandecer las brillantes reflexiones del visionario escritor ucraniano Vasili Grossman: “Durante un milenio de su historia, Rusia logró grandes objetivos y un gran esplendor, pero nunca conoció la libertad”.

La gran mentira, así se podría titular las estratagemas utilizadas  por los gobernantes de cara a su propia población con el fin de justificar atropellos, invasiones y pactos apoyando gobiernos títeres y creando el espacio apropiado que justifiquen presencia y actitudes. Siria sería el ejemplo más reciente, primero por las barbaridades y atrocidades llevadas a cabo en nombre de nada que lo justifique, excepto las ansias imperialistas, donde una buena parte del país fue reducida a cenizas, creando uno de los mayores focos de refugiados, seis millones según datos de ACNUR y donde 15 millones viven en el umbral de la pobreza. Los deseos de conservar el poder de Bashar al Asad, presidente de Siria, hipotecaría el país a manos rusas  no importando el precio a pagar por ella.

¿Por qué la gran mentira?, simplemente porque a la población rusa jamás se les contó la verdad y la mayor parte de ellos nunca conocieron las razones reales del porqué sus jóvenes marchaban hacia guerras cuyo razones y objetivos claros desconocían. Se manipularon sentimientos enarbolando patriotismos e ignorancia, una mezcolanza envenenada que lleva implícita diferentes apreciaciones.

Para asegurar la ignorancia se utilizó  en el camino de las guerras a la población más deprimida y, por lo tanto, más vulnerable, con escasa formación y aún menor información, poco preparada para desarrollar preguntas que requirieran respuestas validas. Valga como ejemplo Afganistán, al comienzo de la invasión, en las navidades del 79, se utilizó la estratagema de que se intentaba proteger a un régimen amigo de los invasores, pakistaníes, iraníes, norteamericanos y sauditas, para lo cual se firmaron tratados de buena vecindad y cooperación, una mezcla difícil de digerir. El tiempo, las continuas derrotas y los inasumibles gastos ocasionados por la guerra, pondrían las cosas en su sitio, finalmente con más pena que gloria terminaron por abandonar su invasión sin tener en cuenta la espantosa situación en la que sumergieron al país, amén del millón largo de masacrados. Aun así, las autoridades rusas jamás dieron luz a las numerosas cifras de soldados rusos muertos en la contienda aunque cifras no oficiales señalan como buenas 35.000. Una vez los jóvenes soldados sobre el terreno observaron la realidad, demasiado tarde, la falta de motivación mermaron su eficacia y los que pudieron intentaron la deserción.

La lista de países atropellados por las fuerzas rusas y siempre bajo las mismas premisas no resulta corta, unas veces con la mirada complaciente y otras temerosas de occidente, Georgia y los interminables conflictos del Cáucaso dan prueba de ello. Las fórmulas, por repetitivas, no dejan de llamar la atención. Primero se crea al grupo disidente con el pretexto pueril de defender a los rusoparlantes, se les proporciona armas intentando darle un cariz legal, se les reconoce como país independiente y de allí toda la ayuda necesaria, coser y cantar. Donestk y Lugansk los ejemplos recientes y más claros en Ucrania, en el Donbas.

Las deportaciones de ciudadanos molestos o propicios a rebelarse contra el poder ruso tampoco dejaron de permanecer activas en todas las épocas produciéndose un trasvase descarado de poblaciones enteras, unas veces para la desvinculación de sus lugares de origen y otras para lograr la rusificación del territorio destino.

La presencia en la cúspide del poder de personas con gran capacidad de persuasión y manipulación juega su papel, de allí la desnazilisación utilizada y esgrimida por Putin para la invasión de Ucrania, las mentiras que galopan desde tiempos inmemoriales, continúan su curso.

De nadie es ajeno que las intervenciones de las fuerzas rusas sobre regiones invadidas o apoyando a gobiernos títeres se llevaron a cabo con una violencia inusitada, donde no se respetó a la población civil y mucho menos los tratados que deberían de regir los pasos de las guerras. Dejaron de tener importancia los medios empleados y a emplear, y el resultado final y los cómputos de las barbaries finalmente reemplazaron a la cordura.

Hasta qué punto la comunidad internacional puede asumir culpabilidad si el 18 de marzo de 2014, tras el referéndum ilegal propiciado por Rusia, estos lograron anexionarse la península de Crimea, ante la tímida protesta de occidente, posiblemente la invasión de Ucrania pudiese no haber ocurrido o al menos bajo las mismas premisas. Las escasas y tibias  sanciones y las pocas efectivas protestas de la comunidad internacional dieron pie para que Putin utilizando sus ya características formulas del engaño y viendo que organismos internacionales, y opinión pública, por temor o por desinterés se inhibían en el desvergonzado caso de Crimea inició su aventura en Ucrania.

Los rastros del extinto KGB, el temible servicio de inteligencia creado en la época comunista, lejos de disiparse han marcado de forma considerable el devenir de las actuaciones de las fuerzas rusas y de las políticas de algunos de sus líderes. Vale la pena recordar que un buen número de dirigentes formaron parte de la estructura del KGB la dirigieron o influenciaron en su actuación: Leonidas Brezhnev con su espantosa decisión de ordenar la invasión afgana y Yuri Andropov que potenció la actuación de la agencia ordenando el asesinato de líderes enemigos, acompañada de rocambolescos ataques a la libertad de expresión y cuando esto no produjo los resultados esperados, su sucesor, Konstantin Chernenko, puso en movimiento toda  a violencia y el camino de las guerras sería recorrido con una pasos siniestros, todo ello acrecentando masacres sobre la indefensa población civil.

Todo esto forma parte de la fila de atrocidades y es solo un ejemplo, y siendo el más reciente lo ocurrido en Ucrania, Putin no escatimó esfuerzo para llevar a la práctica aquello aprendido en su tiempo KGB, siendo la desinformación una de las más importantes líneas de conducta heredada. De allí, las informaciones sesgadas que llegan a rusos con la que intenta recibir el aplauso fácil y que procuran trascender a la opinión pública internacional. Tampoco deja de lado la permanente insinuación de utilización de armas nucleares como elemento de persuasión, omitiendo o no el potencial de su hipotético enemigo EE. UU. Nada puede ser más importante que la propia megalomanía del líder ruso, incluido el sufrimiento de la población.

No podemos negar que Rusia no se halle con el poderío nuclear de la que hace ostentación, de allí a competir con occidente media un gran paso, la diferencia estriba en la facilidad con que se mal utilicen los términos y el carácter chulesco con que se hace alarde de ello de manera permanente, tal vez para ocultar las debilidades.

“Los aviones se les caen, los submarinos se hunden y no vuelven a flotar y los tanques disparan para el lado contrario”, dicen jocosamente aquellos conocedores de la fortaleza armamentística rusa. Tal vez fuera verdad, pero la contundencia empleada en la utilización de los mismos da poco espacio para la duda. La memoria, poco proclive a esconder acontecimientos, no puede olvidar el paso atrás llevado a cabo por Nikita Jrushhov en el espinoso tema de los misiles en Cuba, al retirar los mismos tras la presión del entonces Presidente Keneddy.

Difícil prever si el talante pretencioso y altanero de Putin pueda recorrer el mismo sendero, máxime cuando todas las miradas están puestas en su actitud y es posible que termine por arrasar Ucrania antes de reconocer la inutilidad de su guerra y mucho menos de su derrota.

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