ARTÍCULOS ENTREVISTAS

ENTREVISTA CON ANTONI FONT GELABERT

El biólogo mallorquín Antoni Font Gelabert suma años llevando a cabo sus sueños, entre ellos, evitar el deterioro del Mediterráneo. Militante activo en Greenpeace, acaba de ser uno de los motores en el Encuentro Internacional de expertos en Áreas Marinas Protegidas celebrado en junio en Palma de Mallorca. Es además coordinador de proyectos de la Fundación Marilles, muy activa en la conservación del Mare Nostrum. Navegante consumado, aguarda regresar a Grecia donde navega lejos de la presión turística. Alerta sobre otro mal que sacude a su isla: la presión inmobiliaria. “Si no la paramos, nos convertiremos en un Hong Kong”.

Lourdes Durán: ¿Qué es un Área Marina Protegida?

Antoni Font: Se las llama así a cualquier zona de mar que goce de medidas de protección sean de pesca o de conservación. Son reconocidas por su interés en biodiversidad. Hay de muchos tipos; algunas muy especiales como el Canal de Menorca donde se ha prohibido pesca de arrastre, aunque técnicamente no se la reconoce como AMP. Lo será cuando tenga un plan de gestión aprobado, pero está pendiente, y deberá incluir medidas sobre la pesca. 

L. D.: La declaración del parque nacional de Cabrera fue un hito en su vida. ¿Satisfecho?

A. F.: Ha sido uno de los episodios más importantes de mi vida y la gestión se llevó a cabo con un equipo excelente. En aquel momento yo estaba en la junta directiva de Greenpeace Internacional entre los años 1997 y 2003. Fue muy estimulante. Pero no perdamos de vista que todos estos temas son muy lentos. Cuando tienes la información desde dentro, sabes cómo está la cocina, sabes los platos que se pueden servir.  Cabrera podría ofrecer un menú más selecto, pero es lo que se puede generar en conservación marina; casi todos están por debajo de su potencial máximo porque no se disponen de recursos y no se gestionan bien, pero creo que estamos en el buen camino. Yo empecé hace treinta años y pedíamos declarar alguna zona marina protegida y no había ninguna reserva. Y ha quedado claro que estos son procesos lentos que no se improvisan, por más estudios que tengas hechos. 

L. D.: ¿Balears es pionera en este tema?

A. F.: En Balears hemos tenido mucha suerte porque la gente que hay en pesca ha hecho un trabajo de creación de reservas marinas continuado. Por ejemplo, la reserva marina de Cala Ratjada se declaró a petición de los propios profesionales y hay una parte complicada, porque una parte de sus aguas depende de la administración estatal y, otra, de la autonómica. Podría haber ido mal y, sin embargo, se ha hecho un trabajo ejemplar. Se declaró en 2007. 

En Balears hay 11 y se van a declarar más. En Eivissa, en la zona de es Vedrá  se van a declarar unas pequeñas más que llevan su proceso. En este caso, no están de acuerdo algunos practicantes de pesca submarina, porque se sienten criminalizados. En cantidad y calidad somos los que tenemos más zonas declaradas. Pero nos faltan zonas protegidas al 100 x 100. En Cataluña y Levante están peor, pero, aun así, en Balears estamos a un 0,6% de protección.

L. D.: En junio se celebró en Mallorca un congreso sobre Areas Marinas del Mediterráneo. ¿A qué conclusiones se llegó?

A. F.: Más que un congreso fue un encuentro. Llevábamos trabajando tres años en un proyecto, en el que están implicados siete países, pero con la pandemia se paralizó. En Mallorca, al fin, nos hemos reunido para contar lo que hemos hecho. Ha sido una reunión de capitalización de dos proyectos bajo las batutas de MedPan en Marsella y del CESID de Barcelona. Hemos recogido las iniciativas políticas en una especie de libro blanco para llevarlas a cabo en siete ámbitos diferentes. Lo prioritario ha sido interrogar cuestiones de cambio climático, identificar las zonas donde se produce; y también se ha trabajado mucho en los temas de cogobernanza.

L. D.: Como si de un Ramon Llull se tratase, se retiró a la montaña años atrás. ¿Por qué?

A. F.: Me aparté del mar porque en conservación marina hay muchos egos, muchos empujones. Me dediqué a temas de conservación terrestre, a la restauración de un fragmento del barranc de Biniaraix. Pensé que, siendo propietario conocedor de los objetivos de conservación y de cómo funciona la administración, podría mediar en el diálogo en ambos mundos, pero fue duro, sobre todo por parte de la administración. Hay resistencias muy fuertes entre ambos lados. En Inglaterra funciona. Creo que el tema de la custodia del territorio llevará años. El trabajo en el parque agrario del barranc de Biniaraix no lo hemos hecho para beneficio propio sino que somos un colectivo transgeneracional que lo cederemos a los demás. He dejado la finca mejor de lo que estaba y es factible. Mi finca, de 12.000 metros cuadrados, es pequeña. Se hizo un trabajo colectivo. Y he utilizado subvenciones del gobierno. La finca costó un dinero ridículo para lo que es, para la maravilla que es en plena serra de Tramuntana. 

L. D.: ¿Quiénes trabajaron con usted?

A. F.: Muchas personas pero sobre todo los “margers”, los que trabajan este tipo de paredes de piedra tan característico de esta zona. La piedra en seco. Durante un mes vinieron unos rangers de un parque nacional de Estados Unidos para aprender la técnica de margers. Estuvieron un mes y se llevaron a EEUU estas  técnicas de pedra en sec que adaptarán a su medio. Desde siempre los humanos han trabajado la piedra.

L. D.: En su retiro, no solo se fue a la montaña. 

A. F.: Me fui a navegar por Grecia. La fascinación por las preguntas que te haces, qué es una isla, aprender a conocer los procesos a los que estamos sometidos los isleños por el desarrollo económico. Cómo afecta, basado en el turismo, pero no solo, porque el desarrollo inmobiliario es tan agresivo o más que el propiciado por el modelo turístico. Quise entender, comprobar e identificar los sitios que se están librando. El aeropuerto es el principal vector de destrucción de la identidad de los lugares. Si solo es de vuelos locales tienen una intensidad de despersonalización más baja, pero si hay vuelos internacionales todo cambia. Corfú, por ejemplo, está muy tocada. Otras islas conservan las esencias. Yo soy de los que creen que sí deben mantenerse. La diversidad en ecología es un tema complejo. Se habla de que Amsterdam es una ciudad con mucha diversidad, pero ¡si es idéntica a París! Hay un proceso de homogeneización a gran escala. Para mí navegar por las islas griegas me ha permitido comprobar que se puede convivir con el turismo sin que les quiten las esencias.

L. D.: ¿Y su isla, Mallorca, las conserva? ¿Qué opina de la reciente ley de Turismo Balear que dice frenar el modelo pero que a la vez muestra islas saturadas como en el 2019?

A. F.: En Balears tenemos una asignatura pendiente que es hablar del modelo económico que no es solo turístico. En estos años se ha impuesto el mantra de que vivimos del turismo. Yo lo niego. No solo vivimos de esto, hay muchas actividades que no tienen nada que ver con el turismo, todo el real estate, la construcción destruye el territorio. Creo que la nueva ley está mostrando un buen trabajo, claro que yo quisiera ir más lejos, pero creo que ser capaces de plantarse delante de la industria turística y llegar a acuerdos es un gran paso. Los empresarios de la industria turística saben que si siguen así se matará la gallina de los huevos de oro.  Hay que hablar claro del crecimiento demográfico, porque hemos venido creciendo 30.000 personas/año durante dos décadas. Eso equivale a decir que toda la población de Samos está cayendo sobre Balears cada año. Esto no es turismo. Es crecimiento demográfico. No sabemos cuáles son los mecanismos que alimentan este proceso. Hay gente que viene a trabajar aquí porque su economía está peor. Pero también hay quien viene a hacer su sueño isleño. Hay mucha gente que se va. 

L. D.: ¿Quiénes?

A. F.: De todo tipo. Mallorquines también. Jóvenes que no van a volver. Según cifras que se manejan, 80.000 personas que se empadronan y 50.000 que se van. Movimiento de miles de personas que es como plaga langosta que no los tenemos localizados. Es gente que va y viene.

L. D.: Balears está en venta hace años con unos precios inasequibles para la mayoría. El hijo de Robert Graves escribió que nos convertiríamos en los jardineros de los ricos europeos.

A. F.: Lo que adquieren no son viviendas, son inversiones líquidas, en las que una casa es como si fuera una cuenta en Suiza. Un señor que tiene diez millones en una cuenta en Suiza, no se puede tirar a la piscina con su cuenta, y qué hace: pongo cinco millones en Mallorca, donde mi agente financiero me asegura que es una buena inversión. Y lo que hace es subir precios, y además tiran de servicios, que genera puestos de trabajo sí, pero habría que ver en qué condiciones laborales trabajan en estas fincas. No hay ecotasa sobre presión inmobiliaria y cuestiones demográficas. No se habla de estas cosas. Se podría aplicar a muchos lugares de España, la costa de Levante, Dios nos libre, allí están peor. Con todo, si no lo paramos tendremos un Hong Kong en Mallorca. Hay quien cree que la misma saturación hará que se pare el proceso. Yo no lo creo. Por ejemplo, Malta que es del tamaño de Menorca, pero con la población de Mallorca. Técnicamente no hay ningún proceso natural que detenga que Mallorca pueda convertirse en Malta. Se prevé más de tres millones en la isla. Si se construye todo lo construible, no hay cifras de adónde nos lleva lo que tenemos planificado y legalmente admitido.

L. D.: ¿Establecer límites como Venecia?

A. F.: Estamos en situación de insostenibilidad, será difícil revertir. Apuesto por el diálogo porque no puedes ir de dictador. La gente tiene que entenderlo. No se trata de entrar en lucha entre ambientalistas y la sociedad.

L. D.: Qué ha pasado con la ecología para que su mensaje no llegue a la sociedad?

A. F.: Creo que tenemos muchos problemas en marcha. ¡Vale, se hacen muchas campañas en las redes, recoges firmas, pero luego qué haces con ello! Hay que hacer investigación sobre los problemas, ver qué aliados hay, convencerlos, lanzar campañas bien trabajadas lleva tiempo. Hoy todo es efímero y es espurio. Se ha intentado primar la individualidad sobre lo colectivo. Tenemos falta de cultura asociativa en Balears. Prima más la bronca que el entendimiento.

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