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ISABEL II: THE QUEEN

Se habla ya de la ‘era isabelina’. Su nombre, al igual que lo hizo el de su tatarabuela, Victoria, bautiza los 70 años de su reinado, una época en la que mientras el mundo ha cambiado profundamente, ella, Isabel II, ha representado lo imperecedero y ha sido, como señaló tras su muerte la recién llegada premier británica, Liz Truss, “el alma de su país y la piedra sobre la que se ha edificado la Gran Bretaña del siglo XXI”.

Hay una escena en la película The Queen, de 2006, que, en apenas un minuto, condensa lo que Isabel II ha significado para la historia de su país. Camina la Reina junto a su madre por el jardín de su residencia veraniega en Escocia, Balmoral, donde estaba cuando Lady Di falleció, en accidente de tráfico, el 31 de agosto de 1997. 

Isabel considera el dolor por esa muerte algo privado y solo está dispuesta a un “sobrio duelo privado, porque así hacemos las cosas en este país: en silencio, con dignidad. Es lo que el resto del mundo admira”. Los ciudadanos no entienden esa frialdad, ese silencio. ¿Tiene alma la Casa Windsor?, ¿Dónde está la Reina?, titulan a toda página los periódicos. 

Entre los miles de ramos de flores para Diana que alfombran la entrada a Buckingham Palace, hay tarjetas de odio hacia ella: su sangre tiñe vuestras manos. “La situación es crítica”, acaba de decirle por teléfono el primer ministro Tony Blair quien le ha comunicado que una encuesta que publicará la prensa al día siguiente sugiere que el 70% de la gente cree que la actuación de Isabel II ha dañado la monarquía y que uno de cada cuatro está a favor de abolirla. “Algo ha pasado. Ha habido un cambio. Un cambio de valores”, confiesa la Reina a su madre. “Si no entiendes a tu pueblo habrá que dejar paso a la siguiente generación”, se duele. “No seas ridícula”, responde la Reina Madre: “¿Recuerdas tu juramento?: “Declaro que toda mi vida sea larga o corta estará dedicada a tu servicio”. Toda tu vida. Es un compromiso con Dios y con tu pueblo”. Isabel II duda: “¿Y si mis actos dañan a la corona?” “¿Dañarla?”, casi la regaña su madre. “Eres el mayor activo de esta institución. De los mayores. No, no: el problema vendrá cuando te vayas”.

El problema vendrá cuando te vayas. Con esta frase Peter Morgan, guionista de la película y productor de otra obra maestra, la serie The Crown, dio en el centro de la diana.  Sin que perdiera ni majestuosidad ni carisma, Peter Morgan había humanizado a una reina que pensaba que para serlo había que distanciarse de las lágrimas y las emociones populares. “Compréndala”, le había pedido el secretario particular de la Reina, Robin Janvrin, a Blair ante la negativa de Isabel a dar su brazo a torcer: “La educaron para creer que es voluntad de Dios que ella sea lo que es”. Fueron los siete días más difíciles del reinado de Isabel II. Al final inclinó la cabeza al paso del féretro de Diana, un gesto apenas imperceptible que merece la pena verse. (https://www.youtube.com/watch?v=BDdnUysr3TA); se dirigió a su pueblo y al mundo, por televisión, en directo, para reconocer el valor de la recién bautizada como princesa del pueblo y, entre otros gestos, al llegar al Palacio de Buckingham desde Balmoral rompió de golpe el protocolo real y se bajó del coche junto a su marido, el Duque de Edimburgo, para mezclarse con su pueblo, algo que no había hecho desde el día en que se acabó la II Guerra Mundial, el 8 de mayo 1945, el Día de la Victoria.

“La reina Isabel se ha reinventado muchas veces”, escribe en su obituario, publicado en El Mundo el 9 de septiembre, el periodista Eduardo Álvarez, quien la dibuja como “la Reina más grande”.  En 1992 vivió su annus horribilis, como ella misma lo calificó en su discurso a la nación. Los escándalos familiares han salpicado su reinado: los divorcios de tres de sus cuatro hijos, incluido el heredero a la Corona; las acusaciones de pederastia de su favorito, el Príncipe Andrés. 

Ella, con su prestigio ha conseguido una y otra vez dar la vuelta a las encuestas y recuperar el afecto de su pueblo que siempre le ha demostrado una enorme admiración. Su popularidad ha llegado al 90%. ¿Por qué esa admiración? Los analistas coinciden en la importancia que tuvo que durante la II Guerra Mundial la Familia Real permaneciese en Londres a pesar de los terribles bombardeos nocturnos de los alemanes y que a la mañana siguiente visitaran los barrios destrozados de la ciudad y consolaran a los supervivientes. La propia princesa Isabel ingresó en el Servicio Territorial Auxiliar de Mujeres y se formó dentro de su división del ejército como conductora y mecánica. La pasión por conducir la ha mantenido casi hasta su muerte.

En opinión del ensayista hispano británico Tom Burns Marañón, “si se pregunta a cualquier británico por las razones de ese éxito, hablarán de su ser y de su estar, de su sentido del deber y de su ejemplaridad, de la decencia de sus valores y de su innata naturalidad. Isabel II epató con la sencillez de su sentido común y sin embargo la Corona nunca perdió esa misteriosa majestuosidad que deslumbra a sus súbditos. Isabel II supo equilibrar el mantenimiento de las distancias con el ejercicio de una muy profesional empatía que siempre estuvo bien enfocada” (“La Corona por encima de todo, hasta de ella misma”, 9 de septiembre 2022).

“¿Cuánto era la corona y cuánto era Isabel? ¿Se limitó la Reina a interpretar un papel pautado por la ley y por la tradición?  ¿Se limitó a seguir un camino claramente marcado? ¿O fue más bien una persona de excepcional inteligencia y habilidad, alguien que logró navegar un sinfín de cambios políticos, sociales y culturales que afectaban de lleno a las bases de su legitimidad, sin perder por el camino el apoyo de sus súbditos? ¿Cuánto de lo que aportó a la vida de su país –estabilidad, continuidad, neutralidad– lo podría haber aportado cualquier otra persona que se sentara en el trono británico, y cuánto fue posible gracias únicamente a su iniciativa y su personalidad?”. 

Son las reflexiones que el investigador y escritor David Jiménez Torres se plantea en su artículo La cabeza y la corona (El Mundo, 10 de septiembre 2022). En su opinión, “la importancia de Isabel II reside, más bien, en todo lo que no hizo: durante 70 años de reinado, cuesta encontrar un solo error por su parte que hiciera a los británicos replantearse seriamente su forma de gobierno”.

Isabel II fue educada como una princesa de la que no se esperaba ningún protagonismo, pero la abdicación de su tío, el rey Eduardo VIII, para poder casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson y la coronación de su padre, Jorge VI, el 11 de diciembre de 1936, la convirtieron, de la noche a la mañana, con 10 años, en la heredera al trono. En Buckingham se vieron obligados a reaccionar e improvisar para mejorar su instrucción con preceptores que le dieron un barniz básico en materias como derecho constitucional. Ella nunca ha ocultado su frustración por la pobreza de su formación académica, pero “ha sabido confeccionarse un traje de reina a la medida, tejido con silencio. Porque la meritoria capacidad que ha demostrado para permanecer muda, esto es, exquisitamente neutral, durante todo su reinado es una de las claves de la gran popularidad de la que ha gozado” (Eduardo Álvarez, La Reina más grande).

Isabel II ha sido reina desde la muerte de su padre, el 6 de febrero de 1952. Siempre ha dicho que fue el día más triste de su vida. Se encontraba con su marido en Kenia, en una gira por los países de la Commonwealth. Tenía 25 años. El 2 de junio de 1953 fue coronada en la Abadía de Westminster. Una ceremonia de pompa y circunstancia, con más de mil años de antigüedad, que por iniciativa de Felipe de Edimburgo fue retransmitida por radio y televisión, todo un reto que se encargó de coordinar el propio marido de la Monarca. Disparó la venta de televisores y fue vista por 25 millones de personas. Otros 11 millones la siguieron por radio. Tan solo se ocultó a los espectadores el momento más sagrado y antiguo del acto: la unción de Isabel II con el santo óleo por el Arzobispo de Canterbury.

En cifras, los 70 años de su reinado lo han convertido en el más largo de Gran Bretaña. Ha sido monarca constitucional de 15 países, entre ellos Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Las Granadinas y las Bahamas y cabeza de las 54 naciones que componen la Commonwealth. Como reina, ha encargado formar gobierno a quince primeros ministros desde Winston Churchill, su gran mentor hasta Liz Truss a quien recibió en Balmoral dos días antes de su muerte.  Ha visto pasar a siete papas de la Iglesia Católica. También su matrimonio con Felipe de Edimburgo, del que estaba enamorada desde los trece años, ha sido el más duradero en la historia de la familia real británica.

Testigo y protagonista excepcional de la historia europea contemporánea, Isabel II ha sido la mujer más fotografiada del mundo. La imagen que la revista Time publicó para anunciar su apacible muerte en Balmoral disparó el marcador de me gusta y se convirtió en trending topic en Twitter. La cultura Pop la idealizó como icono y objeto tanto de amor como de crítica. 

Andy Warhol le dedicó uno de sus míticos retratos de los que la propia Reina compró cuatro copias. Fue portada del single God Save the Queen, de los Sex Pistols. Bansky le hizo un famoso graffiti. También se ha colado en partituras musicales como el Dreaming of the Queen, de Pet Shop Boys o el Her Majestic que los Beatles, condecorados con la Medalla del Imperio Británico, incluyeron en su Abbey Road. Es un track de apenas medio minuto que puede escucharse tras catorce segundos de silencio de la última canción del disco. 

No es de extrañar que, con motivo de su jubileo como reina, los 75 años en el trono, Isabel II tomara el té con el famoso oso Paddington en un salón impresionante del Palacio de Buckingham (https://www.youtube.com/watch?v=7UfiCa244XE); que apareciese en varios episodios de los Simpson (https://www.youtube.com/watch?v=ywCjeWmeEcw) o que aceptase participar con 007 en la secuencia que se rodó para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012. La única condición que Isabel II puso fue decir algo. Y lo dijo: “buenas tardes, señor Bond”. El famoso agente la escoltó hasta el Estadio Olímpico, donde hizo una espectacular entrada en helicóptero. (https://www.youtube.com/watch?v=dv_VFOeH0rY).

¿Vendrá el problema para la Monarquía británica ahora que su gran reina se ha ido? En su primer discurso oficial como rey, Carlos III ha renovado el compromiso de su madre: servir a la nación, al igual que ella hizo, con lealtad, respeto y amor, mientras Dios le dé vida. Las lágrimas por su “querida mamá”, como la llamó en ese discurso, han conmovido al pueblo británico que ahora arropa su dolor. Pero algunos periódicos se preguntan ya si será el último rey de Escocia, que se prepara para un nuevo referéndum de independencia y si la Commonwealth está en el aire: para muchos de los países miembros de esa Mancomunidad de Naciones, más que monárquicos isabelinos, ya no hay razones suficientes para seguir dentro de una monarquía, ahora que la corona la ciñe Carlos III. En las encuestas el apoyo del pueblo británico a la monarquía mengua y ha pasado del 73% en el 2012 al 61% el pasado mes de mayo. Según el catedrático y miembro de la Royal Historical Society, Juan Antonio Garrido Ardila, “no es cierto que la monarquía inglesa se haya adaptado al siglo XXI”. En opinión de este experto, “Carlos es, en muchos aspectos, la antítesis de su discreta madre. Y los esfuerzos de Guillermo por acercarse al pueblo resaltan su escaso carisma”. (‘Reino Unido, tan lejos de España. El Mundo’, 13 de septiembre 2022). 

Otros analistas, como David Jiménez, señalan que no parece tarea muy complicada preservar la monarquía en el Reino Unido: el último experimento republicano en ese país ocurrió en 1649 y terminó 11 años después sin demasiado escándalo. Pero pocos dudan de que la monarquía británica para sobrevivir necesita el apoyo popular. 

Algún político ya ha señalado que si el Parlamento vota República serán una República. El Reino Unido afronta el final de una era y el inicio de otra turbulenta.

Cuando Carlos y Camila se casaron en Windsor, en abril de 2005, tuve la oportunidad de, como enviada del programa de TVE Informe Semanal, cubrir la información de la boda y tomar el pulso a la opinión pública británica. Entonces ambos caían mal a muchas personas que no ocultaban su preferencia por sustituir como rey a Carlos por el príncipe Guillermo. Peter Morgan en la película ‘The Queen’ y en la serie ‘The Crown’ que ha parado el rodaje de la nueva temporada, la quinta, por respeto a la muerte de su protagonista, Isabel II, consiguió humanizar a la familia real y que los ciudadanos perdonasen a su ahora Monarca, Carlos III, y a la duquesa de Cornualles, Camila Parker Bowles, reina consorte por decisión de la propia Isabel II quien el pasado mes de febrero expresó su deseo de que Camila fuese conocida con ese título.  “Sé”, dijo, “que tanto a mi hijo como a ella el pueblo les dará el mismo apoyo que me ha dado a mí”. Después de todo, como ha mostrado al mundo Peter Morgan, los miembros de la realeza también son humanos. El problema es que no es fácil ser humano y símbolo al mismo tiempo. 

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