ENTREVISTAS

“LA ELA HA MODIFICADO MI ESCRITURA; SE HA VUELTO MÁS DESCARNADA SI CABE, MÁS DIRECTA, MÁS VACÍA DE ARTIFICIOS”

Escritor hasta la médula, con 44 años le detectan ELA, una enfermedad incurable y de rostro despiadado que asume a cara descubierta: “Hundo los dedos en la herida con los versos”. Para quien no le conoce, ahí le aguardan Anatomía de un ángel hembra, Laura y el sistema y su más reciente Nunca besarás a una cherokee, además de sus dos novelas, El secadero de iguanas y Dátrebil. Ha recibido el premio Blas de Otero. El escritor mallorquín no desfallece y sigue aprendiendo cómo vivir. Pide más atención e inversión para la esclerosis lateral amiotrófica.

Lourdes Durán: En su bio leo “tiene ELA pero todavía se muere por vivir”, toda una declaración de intenciones que corta el aliento.

Pedro Andreu: El humor negro como forma de encarar las tragedias me viene de familia. Somos así: vitalistas y ruidosos. Y sí, me habrán adelantado la fecha de caducidad. La enfermedad ya me ha arrebatado prácticamente el habla, me cuesta un mundo deglutir… Pero las ganas de vivir continúan intactas.

L. D.: ¿Le ha cambiado o no, la manera de escribir, la enfermedad? Y si es así, ¿cómo, en qué sentido?

P. A.: Lo que me ha cambiado de golpe es la realidad de mi existencia. Mi literatura simplemente se va reajustando a este nuevo panorama. No es fácil que a los 44 años te digan que te vas a morir más pronto que tarde, que tu cuerpo se irá convirtiendo en tu propia cárcel, que poco a poco se paralizarán todos tus músculos, que no podrás comer ni hablar ni moverte ni… hasta que tampoco funcione tu diafragma y se te acabe eso de respirar por ti mismo. Y encima seré totalmente consciente del proceso y no podré hacer nada por evitarlo: mis neuronas motoras, que son las que permiten los movimientos conscientes de los músculos, se irán deteriorando hasta morir. Se romperá la comunicación entre mi cerebro y mis músculos, sin embargo, mis capacidades cognitivas y sensitivas permanecerán intactas. Seré una mente atrapada en un saco de carne y huesos. Cada vez estaré más aislado, más plegado dentro de mi propio cuerpo, más dependiente de otros. Parece ciencia ficción, pero no, es real, es la tragedia de casi cuatro mil personas actualmente en España, y la de sus seres queridos, claro. Y no somos más porque cada año fallecen aproximadamente el mismo número de afectados que el de nuevos casos diagnosticados. Es una enfermedad cruel, devastadora, de la que no se conocen las causas y que no tiene cura, cuya esperanza media de vida es de uno a cinco años desde el diagnóstico. Una lotería del horror que le puede tocar a cualquiera. Por ejemplo, a mí. Pero tú me preguntabas por cómo afecta a mi escritura y me fui por los cerros de Úbeda… Pues te diré que quizás sí que la ha modificado, tal vez se ha vuelto más descarnada si cabe, más directa, más vacía de artificios. Ha afilado características que ya tenía de por sí. Además, me he dado cuenta de que no estoy para escribir una novela (lo he intentado; manejo desde hace años varias ideas muy potentes), pero mi cabeza se dispersa con demasiada facilidad en este momento. La enfermedad, que me hace vivir día a día, sin proyectos ni planes a medio o largo plazo, me pide géneros literarios como la poesía: un aquí te pillo aquí te mato. Es hora de las distancias cortas: tiempo de abrazar a la gente que quiero y de centrarme en los versos. Aunque no descarto, si aún estoy en condiciones, ponerme con la narrativa más adelante.

L. D. :¿La poesía, la creación, como tabla de salvación?

P. A.: Siempre ha sido un asidero al que agarrarme. Desde los 12 años, cuando empecé a escribir tras desahuciarnos del piso donde vivíamos en Palma, y que acabó con mi familia en una casa de campo sin electricidad ni agua corriente ni cédula de habitabilidad. La pérdida de mis amigos de la infancia, de mi pequeño mundo de barrio de por aquel entonces, me hizo refugiarme en los libros y sentarme a emularlos. Mi relación con la creación comenzó así, como refugio contra el dolor, pero con los años se fue transformando en otras muchas cosas: necesidad de comunicación, sentimiento de pertenencia, búsqueda, placer, catarsis, aprendizaje, experimentación, autoconocimiento, juego…

L. D.: En sus poemas la muerte ha sobrevolado siempre. Eros y Tánatos le alumbran.

P. A.: Amor apasionado y muerte, sí, puede ser. Si es que en el fondo soy un romántico empedernido. Tienes toda la razón, son dos temas que sobrevuelan toda mi obra, ya sea desde perspectivas más solemnes (como las nanas negras a la muerte de mi abuelo y de mi padre o ciertas composiciones amorosas de Anatomía) o desde un enfoque más irónico (pienso en poemas como Mi casa huele a muerto o Elogio a un coño, por ejemplo).

L. D.: ¿Cree en el poder curativo del arte o uno es escritor a pesar de su condición? ¿Pensó en abandonar en algún momento?

P. A.: Si te digo la verdad, no sé cómo quitarme. Dejé el tabaco hace unos meses, pero abandonar la literatura me costaría infinitamente más. Creo que mi vicio por las letras ya no tiene remedio. Sigo queriendo contar demasiadas cosas como para callarme. No es cuestión de su poder curativo, pues a veces crear puede provocar lo contrario, puede crear angustia, quitarte horas de sueño, causar conflictos con quienes te rodean y soportan… Es otra cosa: creo en el poder expansivo del arte, en su capacidad para abrir mentes.

L. D.: ¿Recomendaría el asidero de las letras a alguien que le diagnosticasen una enfermedad como ELA?

P. A.: Nunca he sido bueno dando consejos. Tampoco me gusta recibirlos de cualquiera. Cuando te diagnostican ELA, lo que necesitas es aferrarte a algo, a lo que sea, si no quieres volverte loco. Pues el cerebro se dispara y no puede cesar de dar vueltas sin sentido hasta perderse en la ciudad inhabitable del daño más profundo. Puedes asirte a la literatura o a cualquier otra disciplina artística, pero también a los amigos que se quedan a tu lado, al amor de tu pareja y tu familia, a tu perro, a los paseos por el campo, a sentarte frente al atardecer para admirar su belleza con nuevos ojos más sensibles al color, qué sé yo… A mí personalmente leer me ayuda a evadirme de mi realidad por un rato. Pero cada cual ha de encontrar sus propias estrategias, sus trucos para hacer más amables los días que le quedan y bajar de revoluciones su cerebro hiperexcitado.

L. D.: ¿En qué andaba antes de ELA? ¿En qué ahora?

P. A.: Antes de ser diagnosticado, estaba en un momento vital de bastante estrés: trabajando de noche en un centro de acogida para víctimas de violencia de género en lo peor del primer confinamiento (era trabajador esencial); con mi madre ingresada por Covid; terminando mi TFG sobre las divergencias confluyentes en la última etapa creativa de Octavio Paz; dando retoques a dos poemarios (uno de los cuales publiqué hace poco) y empezando la adaptación a miniserie de mi segunda novela. Apenas dormía cuatro o cinco horas diarias y estaba agotado. Ahora por fin he terminado los siete episodios de la adaptación de Dátrebil y estamos moviéndola en busca de inversores junto a una amiga guionista que ha hecho de analista de todos los episodios y ha participado en la coescritura de los dos últimos. Por otro lado, el año que viene saldrá editado un poemario que guardaba en el cajón desde antes de mi enfermedad. Estos últimos meses he intentado empezar otra novela, pero he acabado dejando el proyecto apartado ante mi incapacidad para concentrarme en todos los elementos que la conforman. Así que me he centrado en la escritura de un poemario que versa sobre mi enfermedad y cómo ha removido los cimientos de mi vida y de toda mi gente. A ratos, también voy releyendo y retocando relatos inéditos que escribí en su mayoría cuando viví en Paraguay hace más de veinte años. Entre ellos hay una protonovela corta. No paro, la verdad: me distraigo con los relatos; hundo los dedos en la herida con los versos. Y así paso muchas de mis mañanas libres.

L. D.: ¿Cree que España atiende bien a los enfermos de ELA? ¿Haría alguna crítica?

P. A.: Falta muchísimo por hacer. Cuando la enfermedad llega a sus etapas finales, mantener los cuidados necesarios de los afectados supone un coste bastante elevado que la mayoría no se puede permitir. Debería hacerse cargo el estado, pero no es así. Recientemente se presentó una ley ELA que fue aprobada en el Congreso para su tramitación y que nos facilitaría mucho las cosas a los enfermos. Pero allí se ha quedado olvidada, sin traducirse en medidas concretas ni aplicarse todavía. Tampoco se invierte lo suficiente en investigación para buscar una cura. Poco a poco, por suerte, más ciudades españolas van contando con unidades de ELA, lo que facilita a los pacientes concentrar en un solo día las visitas a los diferentes especialistas y el acceso semanal a fisioterapia y logopedia. En Palma existe una unidad desde hace unos pocos años. Es necesario visibilizar y explicar esta enfermedad para que tanto la sociedad como los políticos tomen conciencia de ella y se actúe en consecuencia. Por suerte hay organizaciones sin ánimo de lucro por todo el país haciendo una labor encomiable. Como aquí ELA Balears, formado por gente extraordinaria, empezando por Cati, su presidenta, que te asesoran, apoya y escucha desde el minuto uno. No paran: presionaron hasta conseguir una unidad de ELA en la isla, organizan talleres para los familiares de afectados, realizan multitud de actos de visibilización, nos proporcionan acceso a su banco solidario de productos a medida que la discapacidad avanza (sillas, camas articuladas, grúas, tabletas…), nos facilitan atención domiciliaria gratuita por un fisioterapeuta respiratorio, etc. Están siendo de gran ayuda, la verdad.

L. D.: Ocho poemarios y dos novelas, ¿quién alimenta a quién o no hay distingos entre el narrador y el poeta?

P. A.: Y ahora encima guionista… Son solo ropas distintas. A veces uno tiene calor; otras, frío. A veces uno se pone cómodo o se emperifolla. Pues con la literatura me pasa un poco lo mismo. Siempre me ha gustado entremezclar tonos, atmósferas, géneros. Eso se aprecia muy bien en mis novelas (donde conviven muchos subgéneros narrativos distintos dentro de un mismo libro) o en mi último poemario, por ejemplo, que es muy cinematográfico.

L. D.: Cómo vivir…. En recuerdo a Avelino Hernández.

P. A.: Inolvidable nuestro querido Avelino. Un maestro en lo literario y en lo vital. Dejó su huella en mí, como en tantos. Toda su obra puso su acento en eso, en cómo vivir. Encaró su propio infierno, el cáncer, de cara, con entereza, poniendo de nuevo la vista fija en el cómo. Un ejemplo a seguir de humanidad, amor y coherencia. Un amigo.

Comments

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. Más Información

The cookie settings on this website are set to "allow cookies" to give you the best browsing experience possible. If you continue to use this website without changing your cookie settings or you click "Accept" below then you are consenting to this.

Close