OPINIÓN

PENSANDO LA LUZ

Unos hermosos versos de Antonio Gamoneda en su poema Canción errónea dicen: “¿Has pensado la luz fuera de tus ojos? Piensa la luz. / No. / No puedes pensarla: ella/te piensa a ti”.

Sí, la luz nos piensa y nos acerca a la claridad que provoca en nosotros la lectura serena y silenciosa de autores que nos devuelven rachas de luz en medio de las sombras que a veces nos invaden. Y, desde esa lectura, me encuentro con dos autores que llenan de sentido el camino de la vida. Son Víctor Frankl y Nuccio Ordine en Asumir lo efímero de la existencia, el primero, y Los hombres no son islas. Los clásicos nos ayudan a vivir, el segundo.

Ambos nos hacen pensar sobre nuestras vidas, su sentido y nos ofrecen propuestas y reflexiones que nos llenan de esperanza. Esta conferencia de Víktor Frankl, Asumir lo efímero de la existencia humana, que pronunció el 23 de octubre de 1984 en Dornbin y que fue transcrita y editada por Franz Vesely en abril de 2022, según se informa en las primeras páginas de la obra, ha sido publicada por la editorial Herder este año.

En ella, el autor nos dice cómo la vida del hombre es un continuo decir adiós y se pregunta si, desde esta perspectiva, está en condiciones de asumir lo efímero de la existencia, de hacerse a esa condición fugaz, de asimilar que la vida humana es esencialmente pasajera y cómo se puede decir sí a la vida a pesar de su brevedad.

Enfrentarnos hoy a la muerte, a nuestra condición frágil, es todo un reto en nuestra sociedad aunque en cada noviembre los cementerios se llenen de personas que recuerdan a sus seres queridos, pero muy pocas reflexiones nos acercan a esa condición esencial de nuestra vida humana y dan luz a este acontecimiento que la marca. Una vida que puede estar iluminada por la convicción creyente de la mujer y el hombre que creen en la bondad de un Dios que les espera al final de este viaje y que, en su deseo de encuentro, pueden llegar a decir, como en el caso de Teresa de Jesús: “Vivo sin vivir en mí/y tan alta vida espero/que muero porque no muero”. 

Víktor Frankl nos enfrenta a esa característica de nuestra condición humana y nos hace detenernos en este punto: “La muerte es solo un punto final del adiós constante, de ese proceso continuo, que, de algún modo, consiste en ir muriéndose”. Y cómo no pensar también en la reflexión que nos ofrecen nuestros clásicos sobre ella, como es el poema de Jorge Manrique en sus Coplas a la muerte de su padre: 

“Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida/ cómo se viene la muerte/ tan callando”.

En estos versos, Manrique trata de despertar, de avivar esa conciencia de fragilidad para inducir al bien vivir. También, Frankl alerta de que, aunque la condición esencial de lo humano es morir, ante esa muerte puede tener sentido actuar y no solo actuar sino vivir, y además no solo vivir, sino también amar. Y lo hace a través de retazos de la vida de sus pacientes quienes, en situaciones de fragilidad supieron descubrir el sentido precioso que sus circunstancias, aun en medio del sufrimiento, les descubrieron. Por ello, invita a que, en medio de cualquier situación, se descubra la posibilidad de sentido que esa ocasión puede tener y lo hace aludiendo a la responsabilidad que, como seres humanos, tenemos de activar en nosotros ese sentido que puede estar dormido. “Avive el seso y despierte”, decía Manrique.

La segunda racha de luz viene de las manos de Nuccio Ordine en Los hombres no son islas. Este autor ya nos regaló una bella obra La utilidad de lo inútil en el 2013 y ahora, con su selección de lecturas clásicas, nos ayuda a vivir nuestra efímera existencia.

En la introducción expresa la finalidad de su reflexión: vivir para los otros: literatura y solidaridad humana. En ella, justifica el título y su decisión de evocar la imagen de la isla ante los acontecimientos que vive Europa: construcción de muros, levantamiento de barreras “a una humanidad pobre y sufriente que, arriesgando la vida, intenta escapar de la guerra, del hambre, de los tormentos de las dictaduras y del fanatismo religioso […] de un Mediterráneo convertido en un féretro líquido”. Ante estas circunstancias, a las que llama “brutal contexto”, elige la reflexión del poeta  Donne, (1624), para despertar en los lectores “valores olvidados”, “no somos islas”. Porque el poeta enfermo, al oír las campanas, se pregunta por el misterio de la muerte y siente que la vida de cada hombre es parte de nuestra vida: “Ningún hombre es una isla, ni se basta a sí mismo; todo hombre es una parte del continente, una parte del océano”. 

Dice Ordine que esta meditación sobre la enfermedad y la muerte es un canto a la fraternidad, a la humanidad concebida como cruce inexplicable de multitud de vidas.

Ante las continuas guerras, ante tantas muertes, ojalá estas lecturas iluminen nuestro actuar, vivir y amar y despierten en nosotros el sentido de una viva fraternidad. 

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