En últimos tiempos, las palabras desconfianza y polarización se han convertido en temas comunes de conversación y preocupación acerca de la cultura y, sobre todo, la política. Recientemente, esto ha ocurrido en relación con las elecciones brasileñas. Pero ocurre por todas partes del mundo. Porque las fuerzas opuestas, que producen la polarización, parecen ser las mismas en todas partes.
La situación presente de Brasil, aunque con sus propias tonalidades, parece ser reflejo de tantas otras realidades alrededor del mundo. En Brasil, como en tantos lugares del mundo, el conflicto mundial de la guerra cultural, económica, e ideológica se encarna en los dos personajes que se han convertido en iconos (y también reflejo de otros muchos iconos) de la polarización: en este caso, Lula da Silva y Jair Bolsonaro.
Las claves de la falta de confianza y de la polarización
Después de las recientes elecciones presidenciales, que dieron una victoria muy marginal a Lula, se han sucedido manifestaciones y disturbios alegando–del lado de Bolsonaro–que las elecciones han sido necesariamente fraudulentas, dada la velocidad a la que se han anunciado los resultados y la poca fiabilidad de la maquinaria de conteo de votos. Los seguidores de Lula aseguran que los bolsonaristas estaban simplemente imitando el escenario tras las elecciones de Estados Unidos en las que el resultado, negado por trumpistas, habría dado la victoria a Biden.
Pero, ¿por qué la falta de confianza? Puede ser un complejo conjunto de elementos, pero en el fondo, la sospecha trata de que, una y otra vez, las ideologías no sirven realmente al pueblo. Por el contrario, el pueblo se siente utilizado, engañado, decepcionado y manipulado por uno y otro lado.
La batalla cultural
La desconfianza de los que apoyan a Bolsonaro se basa, principalmente, en el liderazgo del Foro de Sao Paulo por parte de Lula da Silva y de todas las causas izquierdistas que tal organización apoya y fomenta… Fundado en 1990 por el partido de los Trabajadores de Brasil, con Lula y Fidel Castro a la cabeza, el Foro es una asociación de partidos y grupos políticos América, que va desde centro izquierda a izquierda revolucionaria y comunista. Según sus fundadores, el Foro fue constituido para combatir las tendencias del neoliberalismo en los países americanos, usando todos los medios, sin descontar el terrorismo y la violencia. Al estar alentado en la actualidad por países como Cuba y Venezuela, la sospecha de comunismo radical es, si cabe, más profunda, y por tanto, más fuerte el rechazo de los “bolsonaristas”.
Los primeros nombramientos de Lula son significativos en este sentido: Pedro Abramovay y Mónica Valente. El primero, que representa a las fuerzas globalistas y a la Open Society de Soros y la política radical progresista; y la segunda, identificada con los valores del Foro de São Paulo, al comunismo y el socialismo.
Y lógicamente, todo esto se refiere también a los temas que tocan asuntos de moralidad en el país con un altísimo alto número de cristianos (incluyendo el más alto número de católicos) del mundo. Los asuntos de la agenda LGTBQ+ están provocando una enorme polarización en todo el mundo, y en Brasil se reflejan sobremanera ya que Bolsonaro es un ferviente evangélico que no duda en invocar a Dios en sus actos públicos. El lema de Bolsonaro, “Brasil sobre todo; Dios sobre todos”, ha supuesto, para sus detractores, un fanatismo religioso que no pueden soportar. Para Bolsonaro, la batalla cultural ha sido, y continúa siendo, un arma de gran poder. Y, como eco de tantas otras campañas de diversos países (y con fuerza especial en Estados Unidos), el tema del aborto ha sido también muy crucial. En un país mayoritariamente católico y cristiano evangelista ha sido también utilizado por ambos lados. Mientras que Bolsonaro se manifestaba tajantemente en contra del aborto, Lula, que decía que no estaba “a favor” del aborto, también había asegurado que el aborto “debería transformarse en un asunto de salud pública para que todos tengan derecho a él”.
La corrupción
Una importante raíz de sospecha y la desconfianza viene de atrás con el escándalo de malversación de fondos y corrupción de Petrobas, que tuvo como resultado la moción de censura y consecuente derrocamiento de Dulma Rousseff, sucesora del primer gobierno de Lula, y la condena a doce años de prisión del propio Lula. El caso Petrobas era una compleja trama de sobornos, pagos de votos, y malversación de fondos públicos. Lula fue acusado y convicto de robo, malversación y lucro personal, pero fue puesto en libertad más tarde por una cuestión técnica. La duda y la sospecha, sin embargo, continúan como una nube sobre su persona y su gobierno.
La sospecha de fraude electoral. El voto electrónico
La rapidez con la que se conocieron los resultados de las elecciones en un país tan extenso como Brasil hizo que muchos se preguntaran sobre la legitimidad en el recuento de votos. Se dice que el sistema es totalmente eficiente, pero surgen las dudas por la imposibilidad de comprobar y recontar votos. Por supuesto que esto va a sonar como un eco de las presidenciales en Estados Unidos y todo el levantamiento de sospechas por parte de los “trumpistas”.
Y coincide, curiosamente, con una de las mayores sospechas sobre Bolsonaro por parte de los defensores de Lula. En realidad, casi todas las sospechas del lado izquierdo sobre Bolsonaro son las mismas de Bolsonaro sobre Lula, pero invertidas. Es decir, la batalla cultural, la corrupción y el sentido religioso y lo que se percibe como copia del trumpismo de Estados Unidos.
Recientemente, el partido de Bolsonaro ha vuelto a pedir un examen de los votos aduciendo que las máquinas más antiguas registran posibles defectos de funcionamiento. Afirman que las máquinas más modernas dieron en general, una mayor cantidad de votos a Bolsonaro, y fueron, casualmente, las antiguas las que dieron la victoria a Lula…
Pero, aunque relacionadas, hay otras razones de sospecha por parte de la izquierda.
El COVID-19
En Brasil murieron aproximadamente 680.000 personas, el segundo país en número de muertos por COVID, después de Estados Unidos. Tal acusación, sin embargo, se ha lanzado contra muchos gobernantes, diciendo que tal o cual país había sido “el peor” en el manejo de la crisis. Y los números, lógicamente, no dicen tanto cuanto los porcentajes sobre la población. De cualquier manera, al final de la pandemia, se registraba en Brasil una gran tasa de pobreza y falta de seguridad alimentaria… pero quizá también un escenario repetido en otros muchos lugares.
La campaña de Lula supo aprovechar la situación e invocar la nostalgia por un tiempo mejor… quizá algo engañosamente, dada la situación mundial antes y después de COVID, una situación no limitada a Brasil.
Cambio climático
La mayoría de los brasileños parecen pensar que el cambio climático se debe a la actividad humana, pero también creen que, en lo que se refiere a la selva amazónica, no se puede confiar en los extranjeros. De hecho, piensan que cuando los países extranjeros critican a Brasil sobre su gestión de la Amazonía, lo hacen para su propio beneficio económico. Pero también a menudo se acusa a Bolsonaro de pasividad, o lo que pudiera ser peor, complicidad, con las grandes compañías que explotan recursos en la Amazonía.
La influencia militar
La dictadura militar de derechas que rigió Brasil de 1964 a 1985 fue relativamente popular durante la mayor parte de su gobierno, a pesar de su represión de disidentes. Bolsonaro a veces se ha manifestado nostálgico de aquella época y nombró a varios generales a posiciones importantes de su gobierno. En este momento de acusaciones y contra acusaciones, el ejército se ha mantenido casi equidistante, asegurando que, mientras que no hay pruebas de fraude en la elección, tampoco existen pruebas de que no hubiera fraude. En Brasil, como en muchos otros países de Hispanoamérica, lo militar tiene connotaciones de dictadura y represión y por tanto, levanta siempre una sospecha visceral.
Como en otros países (y es particularmente el caso en Estados Unidos), las acusaciones y sospechas de un lado y otro tienen una nota común: la “defensa de la democracia”. Ambos lados se acusan mutuamente de totalitarios… ¿con qué signo de totalitarismo? Populistas, elitistas, globalistas, comunistas… La sospecha profunda de todos (por los dos polos) es que la democracia, como sistema político, está en un momento de enorme fragilidad. Y una sospecha quizá, si cabe, aun más profunda: si la democracia les importara de verdad a quienes tanto dicen defenderla, ¿se estarían desarrollando las cosas de esta manera, no solo en Brasil, sino en la mayor parte de la civilización occidental?
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