EXPOSICIONES

HERGÉ. THE EXHIBITION

Las Aventuras de Tintín se publicaron por primera vez en España en 1957, casi 30 años después de que el héroe naciera para los lectores de Le vingtiéme Siécle, periódico católico de doctrina e información editado en Bruselas. Las aventuras, en poco tiempo, fueron traducidas al inglés y al alemán y comenzaron a publicarse por todo el mundo. En la actualidad están publicadas en más de ciento cincuenta idiomas. Un gran panel muestra ediciones de distintas aventuras en quince o veinte lenguas.

No fueron mis lecturas favoritas. Por entonces las historietas, que a veces compraba y a veces intercambiaba en el kiosko cercano, eran El Capitán Trueno, Cuentos de hadas, Roberto Alcázar y Pedrín y naturalmente TBO y Pulgarcito… hasta que, muy recientemente, me hice aficionada a Tintín.

En septiembre de 2019, Radio Canadá, la corporación de radiotelevisión pública canadiense, publicaba una exclusiva: una junta escolar de la provincia de Ontario destruyó casi 5.000 libros infantiles  por considerar que “perpetúan los estereotipos contra el pueblo indígena”. Entre las obras, se encuentran títulos de Tintín, Lucky Luke o Astérix y Obélix. ¿Razones? La suposición, nunca confirmada ni investigada, de los enterramientos de niños de las tribus indígenas, en terrenos próximos a las escuelas cristianas a las que el gobierno canadiense había encomendado la educación de esos niños a finales del s. XIX y principios del XX. Un majadería del movimiento o lo que quiera que sea el llamado Woke o cultura de la cancelación. ¿Alguien podría explicarme en qué ofende a los pueblos indígenas de Canadá la primera aventura, publicada en 1920 Tintín en el país de los Soviets? Esta primera aventura fue blanco de las críticas y quizá de modo más plausible, Tintín en el Congo y Tintín en América que incurrían en los mismos tópicos compartidos en el mundo occidental sobre las poblaciones originarias de África y América…

Sin más, me puse del lado de Tintín y de Hergé y otros damnificados por la cancelación pirómana. Y, consecuentemente, he visitado la Exposición del Círculo de Bellas Artes. Una muestra inaugurada el 5 de octubre que estuvo abierta hasta el 19 de febrero. Hergé. The Exhibition, está comisariada por el Musée Hergé de Bélgica.

Hergé

Sin duda, George Remi, Hergé fue un enorme artísta y una personalidad peculiar y atractiva.

En el opúsculo de Dominique Maricq, Hergé por él mismo dice así: “Mi carácter no es solo lo que ha descrito esta gente, antes citada, que ha visto el lado que expongo a la luz. También está, evidentemente, como siempre, la parte en la sombra. Casi todos los contrarios están presentes. Si es verdad que soy muy a menudo un hombre tranquilo, un sonriente, un optimista, es igualmente verdad que a veces soy un apasionado, un triste, un inquieto”.

Desde muy niño dibujaba mucho “y mal”, según él mismo… hasta que aprendió a fuerza de intentos y práctica. La creación de sus historias comprendía varias etapas: Un primer momento de bosquejo enmarañado y confuso de cada viñeta, trazado a lápiz. Luego el bosquejo se transformaba en un dibujo limpio y claro, de perfiles cerrados. El argumento estaba apenas definido e iba concretándose según avanzaba el relato y se sumaban las viñetas. Cuando incorporó el color, éste consistía en tintas planas, sin degradados ni sombras. Hergé había encontrado en Benjamin Rabier, ilustrador de cuentos para niños, un maestro. De su encuentro dice él mismo “Nació mi gusto por un dibujo claro y sencillo, un dibujo que fuera comprendido al instante. Es ante todo, esta legibilidad que no he cesado de buscar en mí mismo”.

En la exposición contemplamos con detalle este proceso creativo, desde el bosquejo inicial a las planchas preparadas para la impresión. Contemplamos también el vídeo de una entrevista en el taller en el que trabajaba con un pequeño grupo de colaboradores, realizada cuando las historias de Tintín ya eran un negocio millonario. Porque Hergé, que había considerado sus posibilidades en la publicidad e incluso de dedicarse a la pintura, -aspectos que se recogen brillantemente en la exposición- se ligó por entero a Tintín, sencillamente, creo yo, porque le gustaba y porque la edición de sus aventuras ocupaba todo su tiempo. Naturalmente el volumen de trabajo requería apoyos. En la entrevista hablan cuatro personas, dos varones y dos mujeres, dedicados a crear los espacios por los que se mueven los personajes, y a poner color en los dibujos en negro sobre blanco.

Crear espacios tendría el equivalente en cinematografía con la localización de exteriores, la escenografía, los decorados, el vestuario… Para Hergé, la veracidad, el realismo (tenía aversión a los espectáculos teatrales, especialmente ópera, musicales) eran condición necesaria. Esto, naturalmente exige un gran trabajo de documentación geográfica, botánica, cultural, social… aunque las hazañas del héroe fueran bastante imposibles, el espacio y los ambientes no podían presentar errores.

El color, por su parte, está exigido por la continuidad, y no serían aceptables equivocaciones como los fallos de raccord en el cine o matices distintos de azul, por ejemplo, en la vestimenta… Un trabajo minucioso y delicado, y para Hergé, “absorbente y agotador”, tal vez compensado por su curiosidad y su afán de conocer. Coleccionista de arte, abierto a las corrientes nuevas de la pintura y a los avances de la ciencia y la tecnología y también a ciertos lujos (su gusto por los automóviles, y las obras de arte, algunos viajes, alguna experiencia gastronómica…) sin excesos, fue bastante sencillo y austero en general. En la exposición se puede leer algo más de su biografía y su personalidad, incluyendo una crisis personal que cambió su concepción de la vida.

Haddock y compañía

Hay una galería de personajes que aparecen a veces con uno u otros y a veces en solitario. Fueron incorporándose episodio a episodio hasta formar parte del elenco habitual.

Milú. El terrier de Tintín, provisto de recursos para hacer frente a todo peligro, amigo de los entuertos, el pollo y el whisky y temeroso hasta el pánico de las arañas, es el único personaje que aparece, con Tintín, en los veinticuatro álbumes de la serie.

Haddock, que entró en las aventuras de Tintín en el noveno álbum El cangrejo con las pinzas de oro y se estableció para quedarse. Capitán fracasado de un buque mercante, atrabiliario y bronco, valeroso, leal, aficionado al alcohol (sobre todo al whisky Loch Lomond) y, en el fondo, tierno y sentimental, con una extraordinaria capacidad para crear insultos: 278 de los cuales ninguno es un taco común ni de fácil traducción. Algunos ejemplos, “ametrallador con babero”, “Atila de guardarropía”, “cow boy del volante”, “Mussolini de carnaval”, “residuo de ectoplasma”. Quizá por su importancia en la serie, Haddock es el único de los personajes que no está directamente inspirado en una persona real, pero es tan potente que merece el mote que él mismo se atribuye: “Hard rock and roll”.

Silvestre Tornasol (en francés, Tryphon Tournesol y en inglés, Cuthbert Calculus) aparece en los dos álbumes de 1954, Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna. Su sordera y su testarudez plantean situaciones absurdas. Tiene una mente prodigiosa pero también una carencia evidente de inteligencia emocional que le lleva a dedicarse con intensidad a la horticultura y, quizá, a profesar un amor oculto por Bianca Castafiore. El personaje es casi una copia de Auguste Picard, un científico suizo que daba clases de Física en la Universidad de Bruselas a quien Hergé conocía.

Dupont et Dupond, Hernández y Fernández en español, aparecen en 20 de los álbumes. Pretenciosos y sabelotodo no dejan de meter la pata. Hergé se inspiró en su padre Alexis Remi y el hermano gemelo de éste, Léon inseparables, siempre ataviados de punta en blanco y amigos de usar la coletilla “je dirais même plus”, que para Hernández y Fernández, se tradujo como “yo aún diría más”.

Bianca Castafiore. Una diva de la ópera de fama mundial en el universo de Hergé. La Castafiore, el ruiseñor de Milán, es una mujer algo neurótica, altiva y vanidosa, pero valiente hasta el punto de proteger a Tintín y Haddock en El asunto Tornasol. El personaje está inspirado en las divas de la época  Renata Tebaldi y su gran rival María Callas. En el año en que fue publicado el libro Las joyas de la Castafiore, el único de características policíacas, Callas grabó el Fausto de Gounod, cuya Aria de las Joyas es la pieza con que deleita/tortura el ruiseñor de Milán a sus espectadores…

Alcázar y Rastapoulos con distintas caracterizaciones representan a los políticos corruptos y criminales de dictaduras y regímenes totalitarios el primero y de las mismas corrupciones y crímenes por parte de distintos poderes oscuros ligados al poder económico, el segundo.

El corazón puro

Sospecho que mi motivación para acercarme a la muestra no coincide con la de la mayoría de los visitantes. Por lo que observé, éstos forman parte de una generación nacida entre los 80 y los 90, época en la que las aventuras de Tintín se difundieron enormemente en nuestro país. Son devotos seguidores a veces acompañados por sus hijos.

¿Qué es lo que les fascinó y perdura? Se habla mucho de la pureza de Tintín, de sus valores y capacidades. Me parece que una explicación plausible la proporciona Hergé en el documental al que aludí al principio: “los niños se identifican con el héroe porque es como ellos quieren ser”… En mi opinión el primer niño que quiso ser como Tintín fue su mismo inventor. Hergé creó un personaje con los rasgos que estimaba deseables para él mismo: rasgos, en buena parte, asimilados en el ambiente de adolescencia y juventud: familia, grupo Scouts, barrio… Una forma de ser “de corazón puro”, ávido de experiencias, de lugares y aventuras, curioso, valiente, leal, honrado… Y fiel a la amistad hasta el sacrificio, la del gran amigo en la vida real, Tchang, que como personaje del cómic protagoniza El loto azul y aparece en la última aventura Tintín en el Tibet. Justamente la aventura en la que se confirma para el héroe el título de “corazón puro”.

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