ENTREVISTAS

“UN CAMINO APASIONANTE Y SORPRENDENTE”

Entrevista con Elena Segura, directora de la iniciativa de Pastoral Migratoria de la Archidiócesis de Chicago. Algunos la llaman heroína anónima. Y si bien el título de heroína le puede cuadrar bien, no es ya tan anónima: su iniciativa ha alcanzado renombre en todo el país y se extiende ahora a muchas más diócesis. Hablamos con Elena Segura sobre una trayectoria difícil, pero sorprendente y apasionante.

Carmen Fernández Aguinaco: Cuéntanos un poco de tu historia… ¿qué te trajo hasta aquí?

Elena Segura: Soy del Perú, hija de un pastor evangélico en una zona muy rural donde había muchos migrantes. El trabajo de mi padre me hizo muy sensible a la realidad de pobreza e injusticia que se vivía en el país y, como universitaria, anduve involucrada en la lucha desde… ¡no te lo vas a creer ¡grupos afines a Sendero Luminoso! Yo era socialista, a pesar de que mis padres eran fervientes evangélicos que plantaban iglesias por todo el país. Mientras trabajaba en mi tesis y todas mis simpatías estaban con el comunismo conocí a un joven estadounidense que estaba haciendo investigaciones en Perú, nos casamos, y más tarde vinimos a vivir a Chicago, hace ya más de 35 años. Soy, por tanto, una inmigrante indígena a quien, con mucho cariño, el Señor ha traído a este país para trabajar con su pueblo inmigrante.

C.F.A.: Pero, entonces, tú no eras católica. ¿Cómo entraste a trabajar con la diócesis de Chicago?

E.S.: Bueno, por mi vocación de trabajar por la justicia, conseguí un trabajo en la Campaña Católica para el Desarrollo Humano, que recauda fondos para proyectos de desarrollo. En ese momento, yo no tenía más religión que la justicia social, pero, poco a poco, en contacto con la comunidad hispana, mayoritariamente migrante y católica, fui interesándome por la fe católica. A raíz de mi divorcio, entré en una oscuridad enorme, y entonces tuve la oportunidad de encontrarme con un cristianismo radical encarnado en la iglesia católica. Conocí la fuerza de la Encarnación y la Eucaristía y me hice católica. Entré en contacto en la radicalidad que andaba buscando y me doy ahora cuenta de que ser cristiano es más radical que ser socialista.

C.F.A.: Y, ¿cómo diste el salto a la pastoral migratoria?

E.S.: En 2005, la iglesia católica en Estados Unidos lanzó la Campaña Católica para la Reforma Migratoria, llamada, Justicia para los migrantes. En 2007, la propuesta de reforma migratoria presentada ante la legislatura (que incluía un camino de naturalización para los que ya vivían y trabajaban en Estados Unidos durante mucho tiempo, una vía de legitimación de cientos de miles de jóvenes traídos al país de muy niños, y la reunificación familiar),  no tuvo éxito, y esa experiencia de hundimiento, de desesperanza que se dio en la comunidad me impulsó a buscar modos de levantar el ánimo y el espíritu de los migrantes en Chicago.

Eso, no podría realizarse sino con un acompañamiento personal, que va más allá (aunque lo incluya) del activismo político y defensa de derechos. Y pensé que el acompañamiento no podría ser eficaz si no era de migrante a migrante: es decir, de personas con la misma experiencia de desarraigo y adaptación a una nueva cultura.  Así que en 2008 comenzamos la Pastoral Migratoria, un ministerio de liderazgo que invita a la comunidad inmigrante a responder con acciones de justicia, servicio y acompañamiento desde dentro de las comunidades parroquiales.

C.F.A.: ¿Concretamente, en qué consiste este trabajo?

E.S.: Formamos líderes con base en la doctrina social de la Iglesia para que estas personas respondan a las necesidades de las comunidades, que se traducen en asuntos laborales, asuntos de educación y asuntos de salud. Tenemos un programa de formación inicial para los líderes, que, a su vez, pueden utilizar estas herramientas para ayudar a otros.

Entramos en contacto con organizaciones cívicas y comunitarias para unir fuerzas en estas acciones. Esos líderes formados en las parroquias extienden entonces la labor atendiendo a necesidades concretas, tanto materiales como espirituales de los inmigrantes presentes en las parroquias.  Esto incluye proporcionar información sobre sus derechos, educación para su inserción en la sociedad, y el apoyo en su fe. Tenemos, además, un instituto de formación de verano, abierto a las diócesis de todo el país.

Por otra parte, está el asunto doloroso de las deportaciones. Todos los viernes, que es el día típico en que se producen más deportaciones, un grupo acude a los centros desde donde salen los autobuses de personas deportadas. Rezamos el Rosario y también ofrecemos información (cuando nos dejan abordar los autobuses y conversar brevemente con los deportados; les proporcionamos también ayuda material y ropa de abrigo para el largo viaje y ofrecemos información sobre recursos de ayuda en la frontera y para poder comunicar con las familias que quedan atrás).

Y así es que trabajamos como Iglesia, y lo hacemos en colaboración con organizaciones católicas de caridad, con universidades, etc., pero todos vienen a la Iglesia. Y los líderes son formados para que sean protagonistas de su desarrollo, de manera que no estén esperando lo que puedan hacer los estadounidenses. ¡No! Jesús está contigo, y tú puedes hacer. Además podemos regalar el don del Evangelio a esta comunidad que nos ha dado la bienvenida en este país. Podemos poner la luz otra vez en la Iglesia, que está apagada con tanto pecado que se ha cometido, y que ha hecho que se vea como si se estuviera muriendo. ¡Pero estamos aquí para regresar y dar vida! ¡Ése es el llamado de la comunidad migrante en este país! Proporcionamos, además de recursos de ayuda legal, económica y cívica, recursos litúrgicos y de espiritualidad para alimentar la vida de las comunidades migrantes, permitirles profundizar en su fe, y ofrecer razones para la esperanza.

C.F.A.: ¿Es esto solamente para comunidades hispanas?

E.S.: ¡No! Los inmigrantes llegan de muchos países. Tenemos también acciones con las comunidades de diversas culturas, y también programas de concientización y solidaridad entre comunidades puramente estadounidenses.

En estos meses recientes, en colaboración con Caridades Católicas (la rama estadounidense de Caritas y brazo de la Conferencia Episcopal de USA), hemos estado trabajando en la ayuda y asentamiento de refugiados afganos, ucranianos y de los distintos países de Hispanoamérica que llegan buscando refugio y seguridad.

C.F.A.: ¿Y esto ya se ha extendido a otras diócesis…?

E.S.: Pues sí, gracias a Dios ahora, empezando con Baltimore, Kansas, Stockton en California y Nueva York, el proyecto se está extendiendo a otras diócesis, especialmente las de la costa Oeste, de California, y por Washington y las diócesis del Este.

C.F.A.: ¿Por qué es tan importante la reforma migratoria?

E.S.: Se calcula que alrededor de 10 millones y medio de inmigrantes presentes en Estados Unidos son indocumentados. Viven en el temor, aunque ellos y sus familias participan en la fuerza laboral y contribuyen a sus comunidades. A menudo sufren discriminación y temen ser deportados. Pero deportar a millones de personas es bastante inviable y solamente serviría para dividir familias ya establecidas, con hijos nacidos en el país, que ya son ciudadanos. Además, perjudicaría grandemente a los países de origen y a las comunidades locales. La iniciativa de la Iglesia católica incluye el énfasis en la unidad familiar.

La campaña católica se basa en cinco principios:

1. Asegurar el acceso a un status legal de muchas personas que ya viven y trabajan y pagan impuestos en Estados Unidos. Esto incluye, en primer lugar a los DREAMERS (los soñadores), es decir, los jóvenes que llegaron a Estados Unidos de niños y ya no conocen otro país que éste; los muchos centroamericano que se acogieron a un status de protección temporal durante las guerras y problemas de sus países, y los trabajadores migrantes.

2. Reafirmar una política de reunificación familiar.

3. La reforma del sistema de detención de migrantes y reservar la detención para quienes presentan riesgos de seguridad para el estado.

4. Evaluar las estrategias de frontera para asegurar un trato justo y humano de los migrantes.

5. Promover el acceso al asilo político y establecer vías razonables y alcanzables para llegar a la ciudadanía.

Además, sabiendo que nadie deja su país por capricho o por gusto, la Iglesia propone que se estudien políticas para tratar sobre las raíces que causan la migración: la persecución política y religiosa, y las razones económicas que empujan a las personas a dejar sus países.

C.F.A.: ¿Cuáles son tus sueños para el futuro?

E.S.: Bueno, yo sueño con el fortalecimiento de este ministerio no solamente en Chicago, sino a lo largo y ancho de la geografía de Estados Unidos, entre comunidades de toda procedencia, raza y cultura. Yo sueño con que la fuerza del Evangelio siga dando esperanza y fuerza a todos nuestros “caminantes” que son el Pueblo de Dios.

Mi camino hasta aquí ha sido apasionante y sorprendente. Según la lógica de Dios, así continuará en el futuro.

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