El sueño de Torba es una novela de Rafael Soler publicada por la editorial Cátedra en 1983 y que en 2021 reeditó la editorial Olé Libros.
1. ELOGIO DE LA FORMA. EL INDIVIDUALISMO
Este libro de Rafael Soler, El sueño de Torba, no es un libro de lectura sencilla. Una frase perfecta y rotunda sucede a otra frase perfecta y rotunda, de principio a fin, y así es como se construye la narración.
Sobre la experimentación en los textos hay muchos prejuicios porque algunos entienden que lo importante es ser claro y transparente, ir directo al grano y acabar pronto. La retórica disfraza la falta de contenido.
Por eso, en descargo de este libro podríamos reivindicar el estilo excusando elegantemente que la trama está descompuesta por momentos y sensaciones; también podríamos defenderlo con aquello tan manido de que “hay que disfrutar cada palabra” y, de paso, recordar a Kavafis con lo de, más manido aún, de que “lo importante es el viaje y no el llegar a Ítaca”; o, si quisiéramos ser originales, decir simplemente y de modo enigmático que es porque “la mosca vuela de principio a fin y no deja de mover las alas”.
Sin embargo, en este caso merece la pena abundar en el fondo y justificar la forma como manifestación de un sentimiento profundo. Hay una necesidad existencial de dicho ornamento.
Efectivamente, este libro es un libro editado en 1983 y en él tiene mucha importancia el estilo, la forma de escribir; pero no por ninguna frivolidad. La forma, la diferencia, fue una proclamación del individualismo en aquellos años 80. Entonces, ser nuevo y diferente no era una superficialidad sino que obedecía a una cuestión existencial, mucho más profunda que despertar siendo una cucaracha o sintiendo la náusea de Sartre.
La individualidad es un ansia propia de los 80 pero, siquiera en parte, surge como reacción frente al contexto social y político. La Transición de los 70 era lo colectivo, lo público, el movimiento de masas; sin embargo, la Movida de los 80 es la individualidad, la diferencia, la reivindicación de la libertad.
Se dice que la Transición dio paso a la Movida, pero más bien la Movida se rebeló contra la Transición:
“Estábamos cansados estética y existencialmente del ambiente gris, de los parches en las chaquetas de pana, de las gafas cuadradas y de los bigotes grandes. Estábamos hartos de los actos asamblearios, del telediario, de ETA, de los debates baldíos, del marxismo, de Fuerza Nueva, de los partidos políticos y de las manifestaciones.”
De pronto, la juventud se pregunto qué era la libertad esa de la que tanto hablaban los políticos y, como Alicia en el País de las Maravillas, todos ingenuamente atravesamos el espejo, sin más, y fuimos libres.
Evidentemente, el espejo que atravesábamos lo había puesto la Transición, a la que hay que estar agradecidos; pero huíamos de ese ambiente gris, demasiado cargado ya de cigarrillos Ducados y de traumas existenciales; era ya cuando Radio Futura proclamó que estaban enamorados de la moda juvenil o cuando Alaska y los Pegamoides no aspiran a formar parte del Frente Sandinista sino que aspiran a ser un bote de Colón.
Loquillo escribió hace unos años un artículo que tituló La última noche de verano de mi juventud (El Mundo, 21 de septiembre de 2013), y que lo resume todo. En él describe la revelación que tuvo y que le hizo pasar de un estado colectivo a otro individual. Relata que fue con su padre al cine Rex a ver American Graffiti y el impacto fue brutal: “la película me dio las claves, ser joven podía ser la hostia (nada que ver con la Barcelona gris de barrio obrero y huelga diaria). No necesariamente uno tenía que dedicarse a cambiar el mundo, lo interesante era cambiar el tuyo.. “.
La libertad, en definitiva, es ser uno mismo. Si reaccionamos frente a lo político, lo social y colectivo, huimos hacia la individualidad.
Y como manifestación de la individualidad está la forma, puedes decir lo mismo de mil maneras diferentes y cada una de esas formas se identificará como tuya propia.
La conclusión de todo ello es que El sueño de Torba se publicó por primera vez en 1983, y quizá alguien pueda pensar que complica lo que dice, que hay demasiadas frases perfectas, que debiera haberlo contado con un estilo más sencillo; es posible, pero que nadie piense que haberlo hecho así fue por frivolidad, sino que la experimentación del libro fue consecuencia de un apremio existencial, la búsqueda de la individualidad del autor.
2. FONDO. COSIFICACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS
Rafael Soler, no obstante, siempre tiene mucho que contar. No se recrea en el barroquismo estético para disimular que debajo hay un vacío. La complejidad de la forma no es una huida. El sueño de Torba expresa una desolación existencial. Son sensaciones y sentimientos como fieles retratos de la condición humana. Se ha argumentado, en cuanto al contenido, que la trama de este libro es compleja, que es un libro coral, que varias historias se entrelazan, etc; sin embargo, para mí es una única historia oculta, un plan de escapismo.
Todos los personajes encojen continuamente y reducen los sentimientos a cosas, como si fueran naúfragos que en vez de una carta metiesen un objeto en una botella:
– Félix, sirviente hijo de sirviente de la familia, en su aparición concentra todos sus recuerdos en un único azulejo de la casona familiar, antaño derribada, un azulejo que trasmite a Jaime como si contuviera todo el edificio.
– Vicente, el oncólogo, reduce todo su pasado al hórreo de su abuelo, aquel donde nunca se guardó grano y que mandó construir su abuelo para suicidarse, como si el nieto hubiera estudiado el cáncer para tratar de entender lo destructivo que no tiene explicación ninguna.
– José Radeck, reduce todo a las notas que toma en servilletas de papel y en el anverso de los albaranes, donde anota las conversaciones con su amigo Jaime. Ojo: No escribe sobre lo que recuerda, sino que escribe a partir de lo que lee en esas notas; o sea, cosifica la memoria.
– Clara reduce sus pasiones al contestador automático de su amante, la ansiedad y el deseo.
– Berta O’Sullivan reduce la nostalgia, la propia y la de su madre porque ella aparece como un paquete que envía su madre, a un Rolls-Royce. Un coche fastuoso, inmenso y lujoso, que se hace más pequeño porque reduce el Rolls a las fotografías del Rolls.
– Y Jaime, es el protagonista y el gran mago del escapismo:
Primero, Jaime está enfermo, tiene cáncer, la vida se le escapa y se agarra con uñas y dientes a lo que puede.
Segundo, Jaime es incapaz de comunicarse con las personas: No puede establecer una relación estable con Clara, su amante; Jaime es incapaz de comunicarse con Berta, su primer amor que huyó a Estados Unidos; es incapaz de entenderse con Berta O’Sullivan, hija veinteañera de su primer amor, con la que hay desencuentros…
Y tercero, Jaime, incapaz de establecer relaciones con las personas, se refugia en su apasionamiento con los objetos. Indefenso ante los seres vivos, se vuelca en lo inerte, hacia donde él mismo se dirige.
3. AL FINAL LA MEMORIA ES UN ALAMBIQUE QUE VA CONCENTRANDO TODO EN LA ESENCIA
Todo coleccionista sabe que no puede abarcar el mundo entero, inmenso y abstracto y por eso, lo reduce a la medida de sus posibilidades, para apasionarse con lo que tiene en la mesa. Resigna su ambición a lo posible.
Jaime es el maestro de la cosificación. Es un coleccionista empedernido, colecciona de todo y hasta les pone nombre a las piezas de su colección para tener un grado mayor de intimidad e intensidad con cada una.
Una vez que reduce todo a la medida de sus colecciones, la colección le parece demasiado grande y la reduce aún más, hasta reducirlo todo a una única pieza: el Rolls Royce. Ese coche representa toda su vida: el primer amor, los remordimientos y, al final, sus sueños. Y reducido todo a una única pieza…. luego todo desaparece.
4. PLAN DE FUGA. BIOGRAFÍA DE RAFAEL SOLER
En 1983 Rafael Soler desaparece de su celda de Alcatraz, donde quiera que la llevara encima y, los guardias encuentran en el suelo esta novela de El sueño de Torba. Este libro oculta su plan de fuga, es el más fiel reflejo de su vida y del sentir de Rafael Soler.
a) El prólogo da la clave: Familia con esposa y tres hijos, ante la que Rafael reduce su circunstancia a un pacto de un mes para escribir. Ese pacto de treinta días, de 720 horas, lo sintetiza en un libro con el ansia de reflejarse a sí mismo. Pudiera pensarse que este libro es la última cena del condenado a muerte, pero nada más alejado de la realidad, el preso escapó entre los barrotes, consiguiendo que su vida fuera otra. En esos treinta días planea la fuga, una fuga que dará lugar a veinticinco años de silencio editorial, no volverá a publicar después del siguiente libro.
b) Mide los barrotes e idea el truco de la reducción. Escribe un libro donde todos los personajes van conformándose y reduciendo su vida a objetos, y luego esos objetos se concentran en uno solo y finalmente esa única pieza se desvanece. Así el personaje público escapa de la celda literaria. Rafael Soler podía haber seguido, ensanchar el mundo, ampliar sus aspiraciones literarias, escribir cada vez más a lo ancho; ser más y más ambicioso, pero prefirió hacer lo contrario: ir reduciéndose, pasar de lo abstracto a lo concreto, ir concentrando todo en torno a su vida y su familia.
c) La esencia de las muñecas rusas. En una muñeca rusa una cosa queda dentro de otra y vas destapando cada vez lo mismo pero más reducido hasta que, al final llegas a la esencia, aquello donde todo se concentra. El libro relata el proceso de interiorización, el cómo va ocultándose una pieza dentro de otra, hasta que dentro, en lo más profundo del final, queda el corazón como esencia, la pieza más pequeña y protegida.
Los que conocemos a Rafael sabemos que no es la crónica de una resignación, sino la crónica de una depuración. La última pieza fue su familia. Desde 1984 hasta el 2009 desapareció del panorama editorial y quien se pregunte el motivo podrá encontrarlo en esta novela.
En definitiva, la clave está en la mosca de la primera página, la mosca que revolotea… y escapa. (¿Demasiada dispersión en las reflexiones? Bueno, pero la vida no sigue muchos guiones de principio a fin, Rafa sabe de lo que hablo).
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