España, como el resto de los países europeos, se enfrenta al reto del envejecimiento de la población, con especial intensidad. Son tres los elementos que explican las causas de este proceso de envejecimiento, especialmente intenso en España, como se hace constar en el Informe España 2050, accesible en la web de Presidencia de Gobierno, con datos empíricos sustentados en un magnífico análisis prospectivo, en especial en su capítulo 7 dedicado al Estado del Bienestar en una sociedad longeva.
En primer lugar, tenemos una mayor esperanza de vida, tanto al nacer como a los 65 años, estando afortunadamente en las tasas más altas del mundo. En segundo lugar, España tiene una de las tasas de fecundidad más bajas de los países desarrollados, con 1,19 hijos por mujer en edad fértil. Y, en tercer lugar, el proceso de envejecimiento avanza en nuestro país con cierto retraso respecto a otros Estados europeos. Este retraso se explica no solo porque las generaciones más numerosas, los llamados baby-boomers, surgieron más tarde en España (años 60/70 del siglo XX) sino también por el intenso proceso inmigratorio que se produjo en nuestro país en la primera década del siglo XXI y que supuso el rejuvenecimiento de la población española.
La combinación de estos tres factores va a suponer que, en las próximas décadas, España tenga una de las tasas de dependencia más elevadas del mundo. La tasa de dependencia es la ratio entre la población mayor de 64 años y la población en edad de trabajar (16-64 años). Esta tasa determina la correlación entre activos, con trabajos retribuidos que aportan a la financiación de la Seguridad Social, y pasivos, con personas jubiladas que cobran pensiones, en nuestro modelo social de reparto (los activos financian a los pasivos). Esta tasa es determinante en la configuración de un Estado del Bienestar. Debe existir equilibrio entre activos y pasivos porque de lo contrario se pone en riesgo la financiación del Estado del Bienestar.
El progreso en la longevidad de la sociedad española será imparable. En la actualidad, casi el 90% de cada generación alcanza los 65 años y una vez alcanzada, la esperanza de vida es superior a 20 años. Además, las proyecciones demográficas anticipan que la esperanza de vida continuara creciendo en las próximas décadas. en los próximos 28 años los hombres que llegan a los 65 años van a vivir en media 3 años más que ahora, y las mujeres 2,5 años adicionales.
De esta forma, según las últimas proyecciones del INE, dadas las bajísimas tasas de fecundidad, siempre las defunciones van a ser superiores a los nacimientos y por lo tanto hasta el año 2050 tendremos un saldo vegetativo negativo. No obstante, la previsión es que la población española va a crecer, pasando de los 47,4 millones de la actualidad hasta los 52,8 millones en 2050. Este crecimiento de la población será posible gracias a la entrada neta de millones de inmigrantes, incorporados como activos al mercado de trabajo. El proceso de envejecimiento que tenemos por delante será tan intenso, que la tasa de dependencia, que mide el porcentaje de población mayor de 64 años sobre la población entre 16 y 64 años, va a pasar del 33% de la actualidad el 57% en 2050. Esto significa que donde ahora hay tres trabajadores potenciales para pagar una pensión, en 28 años habrá tres trabajadores para pagar prácticamente dos pensiones.
En este contexto, como hemos defendido en un reciente análisis FEDEA, Jubilación compatible y flexible, accesible en www.fedea.es sección mercado de trabajo, debemos hacer compatible el cobro de una pensión de jubilación con el trabajo retribuido, sin topes máximos, de manera voluntaria.
Efectivamente, la única vía para afrontar el fuerte proceso del envejecimiento de la población en España es facilitar que los trabajadores que así lo deseen puedan ser productivos más allá de la edad legal de jubilación. Para ello, como proponemos, será necesario dar la vuelta a la legislación laboral y de pensiones con el objetivo de dejar de desaprovechar todo el talento senior que desee seguir trabajando. El sistema de jubilación actual donde el trabajador pasa de trabajar 40 horas a la semana a trabajar 0 horas carece de lógica. Tampoco tiene sentido el modelo vigente de jubilación activa o flexible, que resta pensión, o los actuales topes retributivos en el trabajo por cuenta propia fijados en la cuantía del salario mínimo interprofesional.
La salida del mercado de trabajo hacia la jubilación debería tener tres características:
–El proceso no debe ser homogéneo a todos los trabajadores y debe tener en cuenta cómo de dura o exigente físicamente es la profesión y la salud del trabajador.
–El proceso deber ser flexible, en el sentido de que los trabajadores no pasen de trabajar a jubilarse en una sola noche, sino que exista una reducción gradual de la jornada laboral hasta la jubilación total.
–Una vez alcanzada la edad de jubilación, el sistema debe permitir, si así lo desea el trabajador, la plena compatibilidad entre la percepción de toda la pensión y una retribución sin límites por cuenta ajena o propia. La jubilación plenamente compatible con el trabajo retribuido ya está siendo articulada en países de nuestro entorno europeo y debería ser configurada en España. En esta propuesta todos ganan.
1.Para los trabajadores esta plena compatibilidad implica el doble ejercicio de la jubilación voluntaria y del derecho al trabajo que tiene reconocimiento constitucional en el art.35 CE. Una vez generado el derecho a pensión, cumplidos los requisitos de la jubilación ordinaria, se debería garantizar el derecho al trabajo, que conduce a esta compatibilidad de rentas en un mercado libre. El perjuicio económico que implica a veces la jubilación drástica, con pérdidas repentinas de ingresos dado el tope máximo de la pensión, debería ser compensado con este ejercicio del derecho al trabajo si existen oportunidades de trabajar por cuenta ajena o propia, en la misma o distinta empresa.
La concepción clásica que asocia la jubilación con la imposibilidad de trabajar, siendo sustituido el salario por pensión pública, no se corresponde con la realidad del siglo XXI, donde la mayor parte de pensionistas están capacitados para seguir trabajando, si es su deseo, una vez consolidada su pensión. La afortunada alta esperanza de vida abre en mayor medida estas oportunidades, siempre por decisión voluntaria, y en función de la salud de las personas. La continuidad en el desarrollo a través del trabajo, a tiempo completo o parcial, con flexibilidad, de personas con talento y experiencia debería formar parte de las opciones de la vida.
2.Para las empresas, es una vía para afrontar el envejecimiento de sus plantillas, sobre todo ante la próxima jubilación de los baby boom (1957-1977) en España que va a ocasionar problemas de coberturas de vacantes en las empresas, con caídas significativas en la tasa de dependencia entre activos y pasivos. Con la plena compatibilidad entre pensión y trabajo retribuido, las empresas ganan activos ante este futuro déficit de vacantes y caída de activos, con el valor añadido del talento y la experiencia de este colectivo dispuesto a seguir trabajando, por cuenta ajena o propia, a tiempo completo o parcial. La plena compatibilidad de rentas debe ser motivo para rediseñar modelos laborales adecuados a jubilados activos.
3.Para la Economía en su conjunto, y ante esta jubilación próxima de la generación baby boom, la plena compatibilidad ofrece las ventajas de una herramienta para afrontar el futuro déficit de vacantes en las empresas. Ya lo estamos viendo, por ejemplo, en el servicio público de Sanidad, donde la necesidad de médicos obligará de manera inmediata a abrir esta puerta. Lo mismo pasará en el futuro en muchos sectores.
El colectivo de jubilados activos formará parte de la demanda de empleo, con efectos positivos en el mercado de trabajo y en el mayor equilibrio de la tasa de dependencia entre activos y pasivos (aunque sea pagando una cotización de solidaridad en sus trabajos). El ingreso de rentas adicionales, por trabajos por cuenta ajena o propia, de pensionistas supone para la Economía, y el propio Estado, mayor capacidad de ingresos fiscales. Los beneficios para la salud que ocasiona, generalmente, el envejecimiento activo, suponen ahorros al sistema público sanitario y de dependencia.
4.Para la Seguridad Social, la plena compatibilidad entre pensión y trabajo retribuido fortalece, a través de cotizaciones de solidaridad, los ingresos, sin ningún sacrificio porque la persona trabajadora cobra igualmente su pensión si no puede trabajar. Disminuir las cuantías de las pensiones por trabajar, en el modelo actual de jubilación activa o flexible, persiste en un cálculo de costes que no hace más que desincentivar ser activo, pagando pensiones sin la oportunidad de ganar cotizantes (aun de solidaridad). Estas cotizaciones, además, no deberían aumentar la pensión futura, al menos cuando se ha alcanzado el 100 por 100 de la cuantía, con tope máximo, por lo que sólo cabe un beneficio para el sistema público de seguridad social.
En definitiva, con la plena compatibilidad entre pensión y trabajo retribuido, sin límite de ingresos, ganan todos los actores del sistema económico y político: las personas trabajadoras, las empresas, la Economía, el Estado y la Seguridad Social.
Es una propuesta de todos ganan, que además nos acercaría a modelos europeos que ya caminan en esta dirección. Es una propuesta de fácil consenso político y social para cualquier Gobierno si se presentan los argumentos de manera razonada y si se transmite como caminamos cada vez más a una sociedad longeva. Porque la jubilación compatible en una sociedad longeva no sólo será una oportunidad social sino una auténtica necesidad económica.
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