El mallorquín Alejandro Mus Mejías es el único español en el grupo internacional del Telescopio del Horizonte de Eventos (EHT), que un año atrás, el 22 de mayo, mostró al mundo el agujero negro supermasivo al que llamaron SgrA*. La importancia de este hallazgo la describió gráficamente Heine Falcke, otro de los científicos implicados: “Está en nuestro patio trasero y si quieres entender a los agujeros negros, el Sagitario A* tiene la respuesta porque lo vemos con detalles intrincados”.
Para hacernos una idea de este agujero negro de la vía láctea, Alejandro Mus Mejías aporta algunos datos: pesa cuatro millones de veces lo que pesa el sol, y éste pesa en kilos, un dos seguido de treinta ceros. “Aún soy incapaz de asimilar los datos de este agujero negro súper masivo. Cuando vi la imagen, tuve una pequeña crisis existencial. No somos nada respecto a nuestra galaxia”, confiesa.
Con 30 años, el matemático formado en la Universitat de les Illes Balears, con un máster en l’École Polytechnique de París y fin de master en la Humboldt de Berlín, regresó a España, doctorado en Radioastronomía. Imparte clases en la Universitat de Valencia. Se unió al grupo del EHT, que pusieron cara al agujero negro SgrA*. Mus Mejías trabaja en su tesis que versa sobre cómo obtener vídeos de los primeros agujeros negros.
Lourdes Durán: No sé por qué, pero al ver las imágenes del SgrA* recordé al fotógrafo Cartier Bresson, el cazador de instantes. ¿Qué sintió usted al verlas?
Alejandro Mus: Es un momento muy curioso. Cuando vi la imagen no es un instante, es algo que pasó hace 27.000 años, el hombre aún estaba haciendo herramientas. Es una foto que te permite viajar al pasado. Es una barbaridad. Se distorsiona y descoloca la comprensión del ahora. Entendemos a Einstein, el pasado, presente y futuro en esos monstruos que son esos agujeros negros. Deja de tener el significado que tiene para nosotros el ahora. Casi es filosófico. Einstein hizo las ecuaciones. Una cosa es saberlo y otra entenderla. La cabeza hace clic. Ahora entiendo.
LD: ¿Qué entendió?
AM: Tuve una pequeña crisis existencial de lo que es pasado y presente, lo poco que somos, no somos nada respecto a nuestra galaxia.
L.D.: Frente al uso coloquial del término agujero negro para describir un lugar sin escapatoria, con una connotación negativa, el físico Stephen Hawking dijo que “las cosas pueden salir de un agujero negro al exterior y posiblemente a otro universo, así que no nos rindamos porque hay salida”. ¿Qué piensa usted?
A.M.: Nunca me había hecho esta pregunta y nunca había caído en esa connotación negativa de los agujeros negros porque en el mundo en el que me muevo no es así. Si lo debo achacar a algo es al desconocimiento. Lo que pasa en un agujero negro con todo lo que sabemos, sabemos que no podemos saber nada de lo que pasa. Es lo más cercano a la muerte. Es el puro miedo humano. Una vez has ido no puedes volver. No tenemos la manera matemática de probar eso que dice Hawking, algo que ha entrado, algo que se va. Lo achacaría al significado de la inexistencia.
L.D.: Pero es consistente, como la muerte.
A..M: Sí, pero a la muerte no le hemos mirado a la cara y a un agujero negro sí. A día de hoy, no sabemos si se puede ver algo que ha entrado. Esa frontera. Esa barrera del conocimiento. Hasta ahí podemos saber.
L.D.: ¿Qué es un agujero negro?
A.M.: Cuando lo explico a los niños pongo el ejemplo de un papel y una goma. El papel se doblará por el pesode la goma. Si el papel es nuestro espacio y tiempo, el agujero negro es ese objeto tan denso que doblará el papel, es algo con tanta hambre que es capaz de capturar hasta la propia luz y ésta no puede escapar. Por eso no vemos lo que hay dentro de un agujero negro, porque no emite luz. Es un objeto tan grande y tan pesado que es capaz de distorsionar espacio y tiempo de tal manera que lo que cae alrededor suyo no puede salir. Es algo que se cae y ya no vuelve a subir.
L.D.: ¿Cuántos hay?
A..M: Es muy difícil saber. En nuestra galaxia, millones, de distintos tamaños. Masivos. Están en el centro de las galaxias que son las que los mantienen unidas, compactas. Pero luego está la teoría de Einstein que hay agujeros negros intermedios y pequeños, y esos son los difíciles de ver. Lo que vemos es su sombra, la luz que lo rodea. Los más pequeños, que no están en nuestro campo de visión, no los vemos.
L.D.: ¿Qué trascendencia tiene el descubrimiento para los de a pie, y cuál para los científicos?
A.M.: Siempre digo que nosotros los científicos hemos tenido la suerte de tener vida contemplativa que decía Aristóteles y es que nos pagan por pensar. A nivel diario no creo que sean de demasiada utilidad aún.
Muchos avances tecnológicos han venido de avances científicos. Los telescopios pueden servir y tener interés social. Por ejemplo, esta tecnología es la que permite hacer geodesia, pudimos medir cómo se levantó Madrid a causa del volcán en Canarias. Podemos tener Google Maps y si no estuviera intervenido podríamos saber la precisión de una moneda de cinco céntimos, pero se pone un margen de error por un tema político, militar. Las imágenes de Rayos X utilizan métodos similares a las que utilizamos con los agujeros negros.
L.D.: ¿Y para la científica?
A.M.: A nivel científico es interesante. Hay dos corrientes, una que intenta testear las teorías de Einstein y otra ver dónde falló. Es una prueba evidente Einstein ya predijo los agujeros negros, pero no se observaron. Poder hacerlo ahora nos permite comprobar que Einstein tenía razón, verificar la teoría de la relatividad nos permite comprender y ver el universo.
L.D.: Estudió Matemáticas y se pasó a la Astronomía. ¿Cómo fue ese viaje, del número al espacio?
A.M.: Fue una aventura. Cuando acabé el máster vine a Valencia a trabajar. A mí siempre me ha gustado el espacio. Llegar a la astronomía fue un baño de humildad. Empecé de 0 en un campo complejo. Fue apasionante, una montaña rusa, a veces sentía que no valía para esto. Ahora empiezo a entender. A mí siempre me ha gustado la aventura. Salir de la zona de confort, lo que me motiva, además de la pasión y lo interesante del tema, era la curiosidad, esas ganas de entender el espacio que he tenido siempre. De ser científico. También sé lo que es no tener lo que uno quiere.
L.D.: ¿A qué se refiere?
A.M.: Mi sueño era hacer un doctorado y cuando tuve que dejar Berlin y volver aquí fue una época dura, personal y profesional porque vi que mis sueños no podía cumplirlos. Trabajaba en informática, no era mi especialidad. Entendí eso de que la gente va al trabajo porque sí. Entonces pensé que quería pasar mis mejores años en algo que me gustara.
L.D.: Regresar a España, un país que invierte poco en ciencia, le debió costar.
A.M.: Sí pero quería volver por distintos motivos. También era un poco inconsciencia. Cuando crees que lo puedes tener todo, tienes 20 y pocos años. A veces cuando eres joven se cierran puertas gratuitamente. Hay que tener visión de lejanía. Voy a cumplir 30 años. El haberme equivocado así, me ayudó.
L.D.: De los errores uno aprende, se descubren vacunas… ¿Qué proyectos tiene ahora, está con el doctorado?
A.M.: Espero defender la tesis. El proyecto para el que se me contrató era conseguir hacer películas, en realidad el término es el inglés movies, que no traduciría por películas, de agujeros negros. Hemos conseguido un algoritmo que permite reconstruir todo un video de un agujero negro. Ser capaces de grabarlos y ver como pasa la luz.
LD: ¿Cómo se está en un telescopio?
A.M.: He estado dentro de uno, pero no observando. Los telescopios que usamos son antenas de radio enormes. Con ellas apuntamos al cielo y en lugar de ver, oímos los agujeros negros y otros cuerpos celestes que emiten ondas de radio.
Por eso cuando estamos cerca de ellas, no podemos usar ni móviles, ni coches, ni ningún tipo de instrumento que pueda hacer interferencias y hacernos escuchar cosas que no son. Hay cosas muy curiosas en este tema. Por ejemplo, el telescopio del Polo Sur, quienes van allí, están seis meses sin volver a casa. No podemos recoger datos de abril hasta septiembre que es cuando los helicópteros pueden volar. Luego los telescopios que están en Groenlandia, hay que ir con perros Huskies. Y en México, el cartel de la droga tomó el telescopio. Hay muchas historias, muchas anécdotas sobre ello.
L.D.: ¿Las matemáticas ayudan a ser feliz?
A.M.: Yo en esto de la felicidad soy epicureísta. Si estudiar algo te permite calmar tus dolores, bienvenido. Lo decía Epicuro. Las matemáticas son un lenguaje. La utilidad que le queramos dar es asunto nuestro. Es una lengua. Y como la utilicemos es asunto nuestro. Las matemáticas son una lengua, muy bonita, eso sí.
L.D.: ¿El estudio de los agujeros negros y de nuestra galaxia le permite comprender mejor a los seres humanos, entender la vida?
A.M.: Con su estudio he podido construir una continuidad en el flujo de la vida. Al igual que un arroyo nace en las montañas y muere en el mar y tiene un flujo continuo de su agua desde el nacimiento a su muerte.
Gracias al estudio de los agujeros negros, que son un laboratorio astronómico, físico y químico alucinante, donde constantemente se está creando materia, se está destruyendo, hay estrellas que nacen, que se mueren, que se fusionan, incluso algunos agujeros negros tienen indigestiones cósmicas, que les llamo yo, e inyectan materia en unos jets relativistas que no sabemos cómo funcionan, materia que tal vez alguna de ellas se condense y forme los extraplanetarios, se une a otras galaxias para formar sistema de nacimiento de estrellas, etcétera.
Al igual que en un arroyo, este estudio de agujeros negros ha permitido dibujar una línea continua entre el nacimiento de la materia y su final, siendo los planetas, la vida que conocemos. Estas ideas no las defendería en un artículo científico, es una idea filosófica que tengo, y sería incapaz de justificarla. Este arroyo tiene muchos surcos, muchos huecos por mi absoluta ignorancia, no he podido rellenar y porque la ciencia aún no ha podido.
Pero viendo estos huecos, estas piedras en el arroyo he aprendido a ver la vida y la materia no como un sistema disconexo, sino que he podido construir los puentes, al menos muy débilmente, pero he visto esos puentes que permiten hacer de lo que vemos y no vemos un sistema conexo.
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