Escudriñar en los libros de los trasteros, en aquella vieja biblioteca, o buscar en cajas olvidadas desde nuestra juventud, son todo exploraciones que a veces nos pueden dar contundentes sorpresas. Sí, rebuscando, hojeando, y ordenando libros, de pronto, nuestra mirada se queda quieta en un pequeño y aparentemente inofensivo texto, donde una humilde portada susurra Cartas a un joven poeta, sabremos que Rainer María Rilke nos está dando un toque de atención.
El vate y novelista checo-austríaco escribió varias obras de gran profundidad humana, pero hoy en día Cartas a un joven poeta Ediciones Obelisco, asoma como un vaticinio, como una predicción como un tirón de orejas a este siglo tan exultante de vanidad.
Franz Xavier Kappus, militar, periodista, editor y escritor austriaco, narra en la introducción de este libro que en el otoño de 1902, se encontraba leyendo en el parque de la academia militar de Wiener Neustadt. Ensimismado en la lectura, prácticamente no advirtió la presencia del Profesor Horaceck, éste se fijó en lo que leía el joven y entonces comentó: ¿“Poesías de Rainer María Rilke”? fue entonces cuando comenzó un interesante y decisivo diálogo entre el maestro Horaceck y el estudiante Kappus.
Conversación decisiva, sí, pues terminada ésta el estudiante se envalentonó y se propuso enviar una carta al poeta Rilke, adjuntando sus escritos poéticos para pedirle su opinión. Quería una suerte de apreciación sobre lo que había escrito. Kappus buscaba una evaluación, Kappus quería tomar decisiones personales desde aquello que le recomendaría Rilke. El estudiante esperó ansioso por varias semanas hasta que llegó el deseado día, el cartero traía una carta del poeta Rilke quien le escribía desde París. Era el año 1903, y aquella comunicación epistolar duraría hasta 1908. Diez cartas que posteriormente se transformarían en el libro Cartas a un joven poeta. Cartas que nos permiten conocer a Rilke, conocer su pensamiento y su mirada a los seres humanos y al mundo.
Durante más de 20 años, estas cartas tuvieron a un solo lector, es decir su destinatario, más en 1929, tres años después de la muerte del poeta, fueron publicadas, entonces los lectores se han sumado por centenares.
Como indica Antoni Pascual, escritor español, quien realiza el prólogo del citado libro, ”este libro podría llamarse cartas al aprendiz de hombre. Porque llegar a ser lo que estamos llamados a ser, lo que en realidad somos, requiere de un prolongado, lúcido y paciente aprendizaje”.
En cada una de las diez cartas escritas por el poeta Rilke al joven Kappus, podemos encontrar una esencia fundamental, una condición intrínseca para convertirnos en seres humanos de cierta valía. Es apasionante observar desde la convicción y certeza que habla Rilke, y cómo sus profundas palabras trasuntan una sabiduría mayor que nos abofetea fuertemente en nuestro presente. Rilke nos remece, pues el mundo actual vive en un persistente baño, presunción y fatuidad, con una abundante búsqueda de la aprobación externa, que Rilke deshecha a rajatabla.
Desde la primera carta, el poeta sugiere al joven estudiante que el solo hecho de haberle escrito para preguntarle una opinión sobre sus versos, indica que está desenfocado. Rilke es tajante: “Usted mira hacia afuera y precisamente esto no le es lícito. Nadie puede aconsejarle ni ayudarle, nadie. Solo hay un medio. Entre en sí mismo”. Esa forma clara, dulce y vehemente a la vez que tiene el poeta de separar aguas entre el exterior y el interior resulta muy esclarecedor. Rilke no duda ni hace dudar, la búsqueda debe ser hacia dentro y no hacia fuera. Este viaje ha de ser inexorablemente en solitario. Hemos de hurgar en nuestro interior, y lo más probable es que en ese viaje nos encontremos con demonios, con nuestros conflictos más recónditos y nuestras más hondas desgracias y pesares.
Rilke plantea que aquel crucero hacia dentro es el inicio del viaje, no podemos comenzar buscando fuera, buscando aprobaciones, golpecitos de espalda, ánimos remilgosos ni vítores vanas. Aquello solo es ruido, un ruido torpe que solo engrandece una vanidad superflua que no nos conduce hacia nuestro verdadero lugar.
Dentro, dice Rilke, dentro, mirar hacia dentro, hacer ese camino ingrato y tortuoso que es conocerse a sí mismo, encontrar la respuesta sobre lo que estamos llamados a ser. El poeta indica que aquel camino habrá de ser un recorrido en silencio, un transitar humilde y ha de hacerse calladamente, sin estridencias superficiales. Y si después de recorrer aquel camino hacia el interior “y sí de ese retorno hacia dentro, de esa inmersión en su propio mundo, surgen versos, no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos o no”. Idea que claramente puede ser extendida al arte en general no solo a la escritura.
Rilke es tan nítido y casi reiterativo a la vez, aconsejando a Kappus “nada puede estorbarlo con mayor violencia que mirar hacia fuera y de allí esperar una respuesta a preguntas que quizá solo su más íntimo sentimiento, en los momentos más silenciosos, puede acaso responder”.
Son diez cartas las que enviará el poeta al joven estudiante, en todas ellas resalta la búsqueda hacia el interior, hasta tal punto que indica: “lea los versos como si no fueran suyos y sentirá en su interior como le son propios”, esta recomendación que hace Rilke es tan lúcida pues nos lleva a ver al pintor observando su obra en su propia exposición como si fuese un espectador más, o al creador de una obra teatral sentado en la última butaca, viendo su creación puesta en escena.
Rilke nos sitúa en una vereda muy clara y diáfana para observar y contrarrestar nuestro presente, un presente agotado de redes sociales buscando fuera, siempre fuera. ¿Qué puede estar más fuera que los likes? ¿Qué opinaría Rainer María Rilke de nosotros seres ansiosos y dependientes dispuestos a renegar de principios y vender el alma por likes? Resulta tan antagónico y a su vez estremecedor leer a Rilke y entrar en Instagram cinco minutos después. El viaje que nos muestran las redes sociales es siempre hacia la búsqueda de la aprobación externa, siempre hacia fuera. Aprobación por algo que hacemos u opinamos, pero también una aprobación que pueda salvarnos de nuestras propias frustraciones y descontentos. Se busca ser “el más visto” ser trending topic es decir lograr ser tendencia. Lo peligroso será pensar y estar convencidos desde ese lugar de aprobación externa que se ha hecho bien alguna cosa.
Entrar en redes sociales es abrumador, entramos en un mundo en donde la calidad del quehacer queda supeditada a la cantidad de seguidores y de likes que se puedan alcanzar. Por eso nada más leer la primera carta de Rilke al joven Kappus, ésta nos resulta como un guantazo que nos remece de tal modo que nos avergüenza y nos turba.
Ciertamente Tik Tok no habría sido requerido por Rilke, quien indica con afán al joven estudiante sobre la importancia de la búsqueda hacia dentro. En aquel camino hacia el interior, ese viaje en solitario asomará difícil y pesado, pero se ha de mantener en lo difícil pues que lo sea debe de ser una razón más para hacerlo.
Rilke, durante sus cartas a Kappus, insiste en la importancia de la soledad para llegar hasta nuestro propio interior “porque el instante aparentemente perplejo y vacío de acontecimientos en que nuestro futuro nos alcanza, está mucho más próximo a la vida, que aquel otro, ruidoso y fortuito, en que se nos presenta como venido de afuera”. El poeta nos plantea que aquello que llamamos destino, no viene de afuera sino que surge desde los seres humanos, es un camino trabajado, aquel camino que se realiza en soledad y es inevitablemente difícil. Si poeta es sinónimo de vate, y vate significa capacidad de vaticinar, deberíamos nombrar a Rilke el trending topic de los vates, pues sus vaticinios planteados en la carta número siete, fechada en Roma, 14 de mayo de 1904, sorprenden y pueden sacarnos una leve sonrisa y otorgarnos tanto esperanza como alivio.
Rilke reflexiona sobre el amor, “también amar es bueno, pues el amor es difícil. Amarse de persona a persona es quizá lo más difícil de todo lo que nos ha sido encomendado, lo más avanzado, la última prueba y examen, el trabajo por excelencia, para el que todo otro trabajo es solo preparación”. Rilke habla del difícil amor de pareja entre un hombre y una mujer.
Rainer María Rilke reflexiona desde la experiencia, pues tuvo tres amores, al menos los amores conocidos del poeta, nos dan la sospecha que influyeron decisivamente en él, Lou Andreas – Salomé: escritora, ensayista, filósofa y psicoanalista rusa, alumna de Sigmund Freud y colaboradora de Nietzsche, mujer con inclinaciones liberales. Claire Goll: periodista y escritora germano francesa, representante de las vanguardias y Baladine Klossowska: pintora judío polaco, su última amante, (Baladine, como dato al margen fue la madre del conocido pintor surrealista Balthus.)
Es de imaginar que estas tres fuertes, independientes y potentes mujeres dejaron huella en Rilke, pues su mirada, y su reflexión sobre la mujer, quedaron muy bien expresadas en aquella carta enviada a Kappus, “llegamos precisamente al punto en que por primera vez contemplamos la relación de una soledad contra otra, sin prejuicios y objetivamente”.
El poeta en su viaje interior toma contacto con el mundo de la mujer, y sin lugar a dudas cuestiona el papel otorgado a la misma. “Las mujeres, en las que la vida permanece y habita más directa, fértil y confiadamente, tienen que haber llegado a ser en profundidad seres más maduros, más humanos, que el liviano varón, que no se siente atraído más allá de la superficie de la vida, reflexionando más adelante, “esta humanidad de la mujer, vivida en el dolor y en la humillación, verá la luz cuando se haya despojado de las convenciones de lo únicamente femenino en las transformaciones de su estado y condición; y los hombres que aún no lo sienten venir, se sentirán sorprendidos y derrotados”.
Llama la atención la claridad y certeza con la que el poeta habla sobre el encorsetado rol asignado a la mujer “un día, la muchacha y la mujer serán. Su nombre no significará ya una mera oposición a lo masculino, sino algo por sí mismo, algo que no sugerirá ya complemento o límite y sí, en cambio, vida y existencia, la persona femenina”. Pareciera que Rilke está en el año 2022 en algún mitin, en algún espacio defendiendo la idea de quitar el estrecho y simplón corsé asignado a las mujeres. “Este progreso transformará la vida amorosa, que ahora está llena de errores, la transformará desde la raíz (muy en contra de la voluntad de los varones anticuados), la reconstruirá en una relación de persona a persona y ya no de hombre a mujer”.
Rilke traza el camino, enseña la ruta no solo respecto del amor sino respecto de más de un tema, aborda la duda, la enfermedad, la crítica en el arte y más. Siempre en ese trayecto que delinea lo hace con indicaciones transparentes y cristalinas. Rilke es inequívoco, pero el camino que indica requiere de esfuerzo y talante.
Las recomendaciones de Rainer María Rilke al joven Kappus, parecen hoy en día una lectura apremiante, absolutamente necesaria para el mundo en el que estamos insertos. Nos relacionamos día a día con un afuera, un exterior persistente, odioso, vanidoso y con unos aires de protagonismo aplastantes. Cada quien en una lucha absurda y tenaz por enseñar lo que hace, lo que come, lo que baila, lo que compra y lo que ríe. Inmensamente peor, aun exponiendo a bebés y niños a esta adicción perversa, esta urgida relación con la aceptación de fuera. La mayor parte del tiempo las redes muestran personas en estado de felicidad, un espacio en donde no existe el pesar, no existe el padecimiento. Casi siempre en medios sociales todos son rostros de perpetuas sonrisas y alegrías. Todo subido a redes, todo en búsqueda del dios like. Todo sobrepasado de ruido, y sin ningún atisbo del silencio y de la callada soledad a la que apela Rilke.
El poeta pregunta en su carta número ocho, “¿por qué quiere excluir de su vida toda inquietud, dolor o melancolía? ¿Ignora que tales estados trabajan en usted?” Pareciera que sencillamente las diez cartas escritas por Rilke deberían de ser lectura perentoria, para jóvenes y adultos, que no saben más que rendir pleitesía y culto a una falsa felicidad, reinante siempre y constantemente en ese nuevo afuera de nuestros tiempos, el afuera poderoso y determinante de redes sociales.
Rainer María Rilke se nos hace urgentemente necesario. Aquellas cartas que escribió generosamente a un joven poeta, nos resultan tan esclarecedoras como un faro en la oscuridad. Las reflexiones del vate nos remueven y nos dan un toque de atención brutal. Claramente la red social no es el problema, sino como estas han sacado a relucir la necesidad de ego, la necesidad de aprobación en lo más nimio y fútil. La red social no es el problema, no, sino la indiscreta necesidad de mostrar nuestras vidas aparentemente vaciadas de búsquedas interiores, de caminos solitarios y necesarios para encontrarnos con nuestro propio ser. Quizás eso sea lo más alarmante, es decir la tecla que tocaron las redes sociales, un derroche de exhibicionismo furibundo, sin el menor pudor, sin la más mínima selección, autocontrol ni discreción, una falsa sobrevaloración. Según expertos lo que hay detrás de tanta publicación personal en redes sociales, es una soledad inmensa y una inmensa necesidad de ser aceptados, queridos y aprobados.
Muchos likes vendrían a enmascarar vidas insatisfechas, o más aún, una cantidad considerable de personas incapaces de hacer el camino interior.
Ya a principio del 1900, Rilke indicaba que hacia dentro, hacia dentro es el camino “entre en sí mismo (…) todo con sinceridad íntima, callada y humilde (…) camine hacia sí mismo y examine las profundidades en las que se origina su vida”.
¿Quién le daría likes a Rilke?
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