La idea e imagen de madre y la dimensión de la maternidad están siendo reinterpretadas desde diversas perspectivas, debido a un contexto cultural e ideológico en el que el rol de la mujer está en continua reelaboración y redefinición. Feminismos de diverso tipo, ideologías de género y cambios en los modelos sociales, laborales, económicos y familiares han propiciado la aparición de un abanico de sensibilidades diversas, y en ocasiones opuestas, sobre la maternidad. Por poner un ejemplo, el concepto de madre soltera ha sido sustituido por el de familia monoparental; es decir, lo que antes se entendía como una merma o amputación en la experiencia familiar ahora se ve como una opción de modelo de familia.
Por otra parte, la figura paterna ha experimentado un declive, que empezó remotamente y de forma lenta con la revolución industrial, cuando el hombre abandonó la granja doméstica y se convirtió en un asalariado que trabajaba fuera de casa. Es decir, comenzó a estar ausente. A esta ausencia física se ha añadido en los últimos tiempos una ausencia simbólica, sobre todo a partir del 68, cuando la mujer se fue empoderando, insertándose en el mundo laboral, conquistando su independencia económica y ocupando muchos espacios sociales antes reservados al varón. En ese proceso fueron influyentes las concepciones de Simone de Beauvoir (1908-1986) y de sus seguidoras, como Shulamith Firestone (1945-2012) y Adrienne Rich (1929-2012), que criticaban un modelo tradicional de relación hombre-mujer en el cual el varón se dedicaba a conquistar el mundo y la mujer se limitaba a un espacio doméstico para poder ser madre. Por último, como es lógico, en esta coyuntura las relaciones maternofiliales experimentan también importantes cambios, ya que adquieren un carácter cada vez más exclusivo, en detrimento de las paternofiliales. Una exclusividad que puede generar buenas experiencias a la vez que suscita también variadas patologías.
En el cine, como no podía ser de otra manera, aparece reflejada toda esta problemática y diversidad, con las luces y sombras de cada propuesta. Vamos a fijarnos en tres experiencias de maternidad que están especialmente presentes en el cine de los últimos tres años. Hablamos de las maternidades prematuras de menores o adolescentes; de madres que se sienten solas, pero luchan para salir adelante, y de mujeres que tienen una percepción enfermiza de la maternidad.
Madres solteras y adolescentes
¿Cómo afrontar la maternidad si esta llama a la puerta cuando aún no se es ni siquiera adulta, ni independiente, ni se tiene una vida con cierta estabilidad o proyecto de futuro? En el caso de la francesa Pequeñas valientes (J. Lerat-Gersant, 2022) y de la norteamericana Marca de vida (K. Peeples, 2022) la primera opción que se plantean las protagonistas es el aborto. Pero en la primera película ha expirado el plazo legal, y en la segunda se ha abierto paso la conciencia moral del personaje. Y ambas optan por la adopción. En Pequeñas valientes se desarrolla todo el proceso interior de Camille, que vive en un centro de acogida materno-infantil, y cuyas compañeras la presionan para que se quede con su bebé cuando nazca. Camille va creciendo en realismo y responsabilidad, y llega a la conclusión, bastante razonable, de que a su hija le irá mal si se queda con ella. Una cinta muy similar es la española La maternal (P. Palomero, 2022), que, aunque tiene un final más abierto, nos muestra el bien en sí de la maternidad, a pesar de las dificultades.
Un caso diferente es la deliciosa cinta asiática Broker (H. Koreeda, 2022). Una joven madre abandona a su bebé en una iglesia porque sabe que va a ser detenida por asesinato. Pero una serie de circunstancias le van a llevar a reencontrarse con su hijo y, acompañada de una improvisada familia, va a buscar una familia idónea donde entregarlo.
En estas películas la maternidad aparece como un bien no inmediato pero cuya bondad se va abriendo camino en medio de las dificultades.
Madres coraje
La maternidad imperfecta pero recia es uno de los grandes temas del cine del español Jaime Rosales. En su última cinta Los girasoles silvestres (J. Rosales, 2022), nos habla de Julia, una madre de 22 años que tiene dos hijos y que está separada. Intenta formar familia con un chico del barrio que resulta ser un maltratador; luego lo intenta de nuevo con el padre de sus hijos, pero este finalmente no se siente capaz; por último, con un compañero de la infancia, con el que, a pesar de los altibajos, consigue una pareja estable con la que tendrá un hijo más.
El desvelo permanente de la incansable Julia va a ser el bien de sus hijos. Siguiendo con el cine español, en Cinco lobitos (A. Ruiz de Azúa, 2022) nos encontramos con una mujer que vive una especie de depresión posparto, acentuada por la poca presencia de su marido. Ella encontrará el apoyo necesario para salir adelante en sus padres, que, con todos sus límites, le acompañarán en la aventura de la maternidad.
Muy diferente es el caso de Thelma, en la francesa La habitación de las maravillas (L. Azuelos, 2023). Una madre soltera madura tiene que replantear la relación con su hijo de 12 años cuando este entra en coma tras un accidente. Su amor por su hijo le llevará por un camino vital nuevo que le hará descubrir muchas facetas de ella misma desconocidas.
De naturaleza muy diferente es Saint Omer (A. Diop, 2022), basada en el proceso real contra Laurence Coly (Guslagie Malanga), una senegalesa afincada en Francia, acusada de propiciar la muerte de su hija Elise, de 15 meses. Lo interesante del film está en el personaje de Rama, una escritora embarazada que asiste al tremendo proceso judicial. Las declaraciones de Laurence, una mujer con problemas mentales, le hacen a Rama experimentar su maternidad de forma diferente, con más dramatismo e intensidad.
En estas cuatro películas la maternidad aparece como un reto lleno de posibilidades, además de como una forma prometedora de conocerse a una misma.
Maternidades enfermizas
Por último, encontramos unas cuantas películas, muy sintomáticas, que plantean la maternidad de una forma patológica, posesiva o como mero proyecto autodeterminado y egoísta.
En La hija (Martín Cuenca, 2021), un matrimonio sin hijos se salta la ley para intentar quedarse con el bebé de una adolescente embarazada que no tiene familia. La obsesión por ese hijo aún no nacido va a llevar a la crueldad y violencia más terribles. Algo parecido ocurre con La hija oscura (Maggie Gyllenhaal, 2021), en la que Leda -herida en su propia maternidad- se obsesiona con la hija de una veraneante que conoce en la playa, metiéndose en un camino enfermizo y peligroso.
Más terrible es el caso de Culpa (Ibon Cormenzana, 2022), en el que una mujer embarazada de una relación no consentida con un amigo se refugia en una cabaña para llevar adelante su gestación. Ella está llena de rencor y confusión, y desarrolla todo tipo de agresividad a la vez que afecto contra su propio feto, que va creciendo en su seno.
La película más delirante es la islandesa Lamb (Valdimar Jóhannsson, 2021), en la que una mujer que no puede tener hijos decide convertir a un cordero recién nacido en su primogénito, convirtiendo su vida y la de su marido en un delirio autodestructivo. También encontramos a una madre que se va tornando enfermiza tras la muerte de su hijo en Madre (Rodrigo Sorogoyen, 2019).
Basten estos pocos ejemplos de películas muy recientes para confirmar que la maternidad es un tema muy relevante en el cine actual.
Pero no una maternidad entendida como algo ya sabido y que se da por supuesto, sino como un reto novedoso, carente del marco de sentido que antes la dotaba de seguridad. En la mayoría de los casos se presenta como algo difícil pero positivo, aunque no deja de ser preocupante la apabullante ausencia de la figura paterna.
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