Entrevista con Antonio Piedra autor de ‘Una hermosura extraña’
Antonio Piedra tiene un larguísimo historial como director de la Fundación Jorge Guillén, académico de número de la Academia Castellano-Leonesa de la Poesía. Ha sido profesor de Literatura en la Universidad de Valladolid, autor de libros de poemas, diversas publicaciones, y editor de diversas colecciones de poesía y colaborador en medios de prensa. Habla con entusiasmo y pasión.
Nos encontramos con él antes de la presentación de su libro, Una hermosura extraña. Técnicamente, se trataba de un libro sobre la poesía de Teresa de Jesús, pero Piedra desentraña la literatura de la Santa para presentar una figura única que parece estar por encima de toda clasificación y al mismo tiempo las abarca todas.
Carmen Fernández Aguinaco: ¿Cómo empezó este proyecto de libro? ¿Tesis inicial o descubrimiento progresivo?
Antonio Piedra: Esto empezó porque fui a ver a Camino Cañón, que era entonces directora de la BAC con una propuesta de libro sobre la construcción de la luz en San Bernardo. Pero Camino me pidió que hablara sobre la poesía de Santa Teresa. Le pedí un mes para pensarlo. Porque las poesías como tales son muy pocas; solo 24. Entonces le dije que no merecía la pena hacer una edición de un libro tan pequeño. Mejor hacerlo sobre la construcción poética de la santa, que eso sí tiene mucho más. Sienta las bases de un conocimiento y de una filosofía de la vida: de la vida cotidiana, práctica y de la vida interior. No empezó como tesis.
Yo nunca he llegado a explicar a Santa Teresa, pero como poeta, he hablado muchas veces de Santa Teresa. Cuando era profesor los planes de estudio, en la Universidad nunca incluían la poesía de Teresa. Y sin embargo, es la reflexión que siempre me hubiera gustado hacer. Pero yo no lo tenía prefijado.
Cuando me metí en harina, surgió lo que surgió. Esto es un libro escrito durante la pandemia, con toda clase de enfermedades personales y familiares y toda clase de conflictos. Al avanzar, se me iban creando muchas contradicciones. Lo que me parecía que iba por un lado, resulta que iba por otro… Mi amigo Pepe Jiménez Lozano me dijo: “Antonio, esto es un mano a mano entre Teresa y tú”. Y yo, cuando ahora leo este libro, pienso que no lo he escrito yo…
C. F. A.: Lo ha escrito Santa Teresa misma…
A.P.: Sí. Porque a veces se confunden las cosas que dice la Santa con las cosas que digo yo. No es que haya habido una mímesis entre Teresa y yo, entre conceptos y valoraciones distintas; ha sido cuestión de rectificaciones constantes basadas en los textos y, retóricamente, los textos son incontestables.
Me preguntas si ha sido tesis o descubrimiento. Ha sido esencialmente descubrimiento. Porque la tesis la planteo después. Es decir, me la plantean a mí. Es la tesis de Camino, mi tesis y la de la propia Teresa, que es la que gana al final. Porque yo iba analizando desde el punto de vista totalmente retórico, no espiritual.
C.F.A: Una hermosura extraña… El título es muy sugerente. Pero, ¿es un libro de literatura, filosofía, teología, psicología… exactamente, de qué es?
A.P.: De nada de eso y exactamente de todo eso. La idea original era un libro de literatura y, más concretamente, de poesía. Pero Teresa es inclasificable en una sola categoría. Por eso, este es un libro exactamente de lo que dice Teresa de Jesús, ya en el prologuillo del Libro de la Vida: “voy a hablar del discurso de mi vida”. Es decir, que lo primero que dice en la primera o cuarta línea es esta. Y esto es lo más importante para Teresa: hacer el discurso que nadie ha hecho.
C. F. A.: Eso es lo que me pareció interesantísimo. ¿Lo hace intencionadamente, o sale así?
A.P.: Cuando la santa dice una cosa, la dice porque lleva muchísimo tiempo pensándola. Pero, claro, se la ha leído bajo muchas facetas distintas: piadosa, ritual, fundadora, luchadora. Pero nunca desde el “discurso de su vida”, que es paralelo al discurso del entendimiento. Podemos entenderla de muchas maneras según convenga al lector. Pero ella habla del “discurso” de su vida. Y ¿por qué habla del discurso? Primero, porque es una mujer; segundo porque es muy inteligente. Tercero, porque no quiere parecerse a todos los discursos que había. Y cuarto porque ella solo quiere hablar de una cosa, que es lo que ella llama “la razón de amor”, es decir, la relación entre Dios y la persona. No hay nada más importante. A partir de ahí, ese discurso puede gustar o no gustar, pero es el que plantea la Santa. Y es lo que se plantea en este libro. Hay que demostrarlo, porque el discurso es larguísimo. Pero es una construcción esencialmente poética, en el sentido estricto de la palabra.
C. F. A.: ¿No le interesa nada más que esa relación?
A.P.: No. Todo lo que hace está dirigido a eso. La gente y los expertos miran a otras cosas. Pero hay que mirar el cómo y el para qué del discurso. El discurso está hecho de palabras. Y las palabras, en una escritora nata como ella, tienen que ser escritas. Para eso se supone una formación que no se le atribuye a la Santa, y sin embargo la tiene. Es además una formación filosófica y en el libro hablo de lo que son las filosofías de la Santa. Una mujer tan inteligente como ella… es juzgada a veces como una especie de tonta (que no es), a quien le viene una inspiración divina, a quien le mandan escribir su experiencia y ya está…No, no, no, no, no… Es el discurso… pero no es el discurso del canon garcilasista de su tiempo.
C. F. A.: Es que Teresa no entra en el tomo al que te refieres en el primer capítulo…
A.P.: El tomo para ella es una reflexión del principio al fin del libro. Se sale del tomo y de todos los tomos. Porque el tomo es lo que pesa. Y lo que pesa en ella es distinto a una reflexión literaria cualquiera. Para ella no es importante entrar en ningún tomo. De hecho, ella argumenta a menudo que no es “letrada”. Pero ella sabe bien, y nosotros también lo sabemos ahora, que es letrada y ¡mucho! Que ha leído muchísimo a literatos, teólogos y filósofos. Pero ella traza un camino, en el que decide no ser ninguna de esas cosas. Pero no porque no pueda hacerlo, sino porque no quiere. Es totalmente libre. Ella va a lo que va y todo lo demás es un cuento chino.
Y ¿para qué? Pues para una simple demostración; ella quiere demostrar retóricamente que cualquier persona, y no solamente los del tomo, sino la gente pobre y sencilla es susceptible de tener formación; y no solamente de tener formación, sino de comprender las cosas de Dios.
C. F. A.: ¿Qué dicen los literatos sobre la escritura de Teresa?
A.P.: Se dicen muchas bobadas sobre Teresa. Se habla de manera frívola, incluso de Teresa como mujer. En el libro hay un capítulo sobre la mujer. Porque en el siglo XVII solo hay una persona que la comprende; y es un poeta: Góngora. No la comprenden ni Fray Luis de León, ni Quevedo, ni Lope de Vega. Solamente Góngora, que la comprende como mujer y dice que tiene un estilo y que es una científica del estilo, de la palabra, y que es una mujer tan extraordinaria que crea un yo, el yo moderno.
Es así como quiere ser representada y no de otra manera. Y claro, estos son elementos claves. Teresa es muy mujer; pero Góngora percibe, intuye y asegura que está por encima del género. Y la llama sor ángel.
C. F. A.: Y en eso resulta un poco barroca, como Góngora, transcendiendo diversas realidades o superponiéndolas… O metafísica adelantándose a los poetas del s. XVII…
A.P.: Claro. Todo esto requiere que la persona que tiene esa clase de ideas y que las tiene tan claras, porque ha vivido previamente, tiene que escribirlas, pero no al modo de los códigos canónicos en torno al estilo. Ella crea su propio estilo. Eso quiere decir que es una excepción en la literatura. La persona más excepcional en el mundo desde el punto de vista literario. Yo no hablo de la espiritualidad. Pero, claro, sin la espiritualidad no se puede hacer el discurso. No es un tema capcioso.
El discurso teresiano no se puede inventar así por las buenas y, por supuesto, el de Teresa tiene una carga de espiritualidad que nos lleva a una cosa muy importante que se crea a partir de cierta instancia: que existen unas ciencias del espíritu. Por tanto Teresa, sin entrar en un canon, es ella misma una científica del espíritu. Es decir, es una de las que experimentan lo que se llama en filosofía ciencia del espíritu.
C.F.A.: Dices que no es un libro de espiritualidad, pero ahí entras en filosofía, en estética, en todas las ramas de la filosofía y de la psicología…
A.P.: Porque es la persona humana entera. Teresa insiste en decir quién es y cómo quiere ser representada.
C. F. A.: Y entras en una espiritualidad de Encarnación, como se dice modernamente, que no quita ni lo espiritual ni lo mundano en ella… cuando hablas de las coplillas y los chascarrillos…
A.P.: Con una gracia extraordinaria…
C. F. A.: Pero eso era lo mundano, que incluso algunas de sus monjas le reprochan.
A.P.: Y ella responde con un enorme sentido del humor. Dice una de las monjas: “¡Ay, madre! ¿Por qué las monjas tenemos piojos y los frailes no?” Y dice ella: “Porque ellos son hombres…” Es feroz con los varones, porque sabe lo que es un hombre, sabe lo que es una mujer y se burla de los letrados. De los letrados y de las letreras. Y dice: “yo no soy ninguna letrera, ni soy como esa monja, que parece una provinciana”. Teresa tiene una cosa muy importante: sabe que la humildad camina en zapatillas y que sin humildad no hay conocimiento.
A partir de ahí, el suyo es un discurso cotidiano. Y luego viene una parte importante: que ella racionaliza. Es decir, da razones. Esto es una clave filosófica: razones de Dios, razones del espíritu, razones del alma, razones del yo, y al final del libro podría asegurar: “Escribo en libertad”.
C.F. A.: ¿De dónde saca toda esa increíble libertad?
A.P.: De qué habla simplemente de su vida. Los letrados con sus letras, los filósofos con su filosofía, pero, ¿tú crees que una persona como ella no sabe quién es Platón y Aristóteles? Los conoce totalmente. Pero ni se le ocurre nombrarlos. Tú lees lo que hay detrás: la sustancia, la esencia, la forma, la razón… Lo que aquí se pone: el otro Diálogo al modo de Platón y ejemplos. ¿Lo habrá leído Teresa? ¿Se lo habrá inspirado Dios? Posiblemente las dos cosas. El discurso de su vida pasa, indefectiblemente, por el discurso del entendimiento.
C. F. A.: De todas estas teresas, la filósofa, la teóloga, la poetisa, la psicóloga… ¿con cuál te quedarías?
A.P.: Con todas, que es una misma. Pues estamos frente a una hermosura tan extraña, pero que extrañamente coincide con eso que dijimos al principio: esa ciencia del espíritu que ella misma dice: “no, yo no soy letrada, yo no soy teóloga…” pero se muestra como una mujer que camina simplemente, en zapatillas y que pone el mundo a sus pies. Sencillamente, pero con una exigencia extraordinaria. Hay algo muy importante y muy curioso; es un proceso retórico por el cual Teresa se va deificando, pero centrada en la humanidad. Juan de la Cruz es un retórico; no hay más que leer los Comentarios al Cantar. En cambio Teresa es humanista. Teresa es complejísima. En Juan cabe solo una cabeza; Teresa tiene cinco cerebros. Ahí está el quid; ese es el resumen.
Teresa se deifica y Dios se teresiza. (“Yo soy Teresa de Jesús; yo soy Jesús de Teresa”) Es una razón de amor, que exige correspondencia. Les dice a sus monjas; “que nosotras estamos desposadas con Él y hay que pedirle respuesta”. Hay que exigir que cumpla como Esposo. Entendimiento y consecuencias: nosotros para tender a la eternidad, pero Dios para construir lo que es su Iglesia.
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