“Este gobierno, y los gobiernos anteriores de Ecuador no han sabido crear empleo”, me comenta un taxista ecuatoriano en Madrid; “la gente se da a la delincuencia. La delincuencia nunca está bien, claro, pero en realidad la culpa la tienen los gobernantes”.
Esto es un análisis rápido, y quizá algo simplista, de la situación actual de Ecuador. Para el pueblo llano, tal situación se resume así, certeramente y quizá no hiciera falta decir mucho más. Pero, lógicamente la cosa es mucho más compleja.
Porque no es sólo delincuencia común se trata de casos de corrupción, tráfico de drogas, y asesinatos a mano armada en plena campaña electoral. Además, en efecto, la tasa de criminalidad de Ecuador es en la actualidad de 25,9 por cada 100.000 habitantes, una de las más altas de Iberoamérica.
Se trata de la violencia en las prisiones y en las calles que ha estallado con particular virulencia en estos últimos meses. La crisis penitenciaria ha llegado a tal punto en Ecuador que fue necesaria la intervención de las Fuerzas Armadas. Con armamento pesado y cubiertos de la cabeza a los pies, los uniformados irrumpieron en estas últimas semanas en las principales penitenciarías de la nación sudamericana para poner orden. Esto, después de una serie de masacres entre reclusos que incluyeron hasta cabezas decapitadas colgadas en las rejas de las cárceles.
Sólo en la Penitenciaría del Litoral, la más peligrosa del país, se contabilizaron 31 cadáveres en la última masacre que duró del 22 al 25 de julio. Esto ronda el 15% del saldo total de los últimos dos años. «El control lo tienen las mafias, lo demás es para las fotos», lamentó uno de los guardias de la penitencia del litoral. Ante una situación extremadamente dramática y peligrosa en el país, el presidente Guillermo Lasso declaró la “muerte cruzada”, una herramienta constitucional que faculta al mandatario para adelantar elecciones presidenciales, lo que acorta su periodo, y suspende las funciones legislativas hasta el siguiente sufragio; éste se celebró el 20 de agosto, pero las elecciones no dieron un claro ganador y, por tanto, se espera una nueva vuelta en octubre.
Las cosas no están nada claras, porque tanto las elecciones de agosto, como las que se celebren en octubre, se dan en medio de un clima político inestable y violento.
Después de la declaración de Lasso de “muerte cruzada” hubo asesinatos notables: dos candidatos presidenciales y el alcalde de una de las ciudades más grandes del país. El más señalado fue el de Fernando Alcibiades Villavicencio Valencia, periodista y político que en 2021 fue elegido asambleísta nacional. Villavicencio había sido muy crítico con el régimen de Correa y, aunque su asesinato es parte de una serie de magnicidios políticos en el país, queda la pregunta de si la acción no sería parte de la acción global del Foro de Sao Paulo para apoderarse de los gobiernos y controlar todo Lationamérica.
No es ningún secreto que Villavicencio había solicitado a la Fiscalía del Ecuador investigar a Raisa Vulgarín, pareja de Camilo Burgos, que es primo hermano del hijo del presidente de Colombia, Gustavo Petro. O que fuera el primer promotor de denuncias contra el narcotráfico.
El presidente del Ecuador, Guillermo Lasso, dejará la presidencia de la República en medio de un clima de tensión social importante. El banquero conservador afrontó la primera magistratura hace 26 meses con altas expectativas. En ese momento, la derecha regresaba al poder evitando la llegada de una izquierda populista al servicio de Rafael Correa. A pesar de la efervescencia y de la esperanza depositada, Lasso entregará el poder con apenas un 18% de aprobación, siendo el penúltimo de América Latina con mayor beneplácito entre sus conciudadanos.
Las raíces del conflicto actual
En las últimas décadas, no se había oído hablar mucho de Ecuador. Pareciera que el país se escapaba del conflictivo patrón de otros países hispanoamericanos. Sin embargo, desde que Ecuador se separó de Colombia en 1830, se han sucedido nada menos que 20 constituciones y 35 golpes de Estado. Se podría, por tanto, afirmar que Ecuador es un país rico en conflictos políticos, nuevas apuestas institucionales y convulsión social. Solamente en los últimos 20 años ha habido sucesivos gobiernos, protestas, derrocamientos, estados de emergencia… la mayor parte de los problemas estaban originados por medidas económicas erróneas u opresivas, subidas de precios, impuestos desorbitados y salarios bajos.
Para 2005, la crisis política del Ecuador había llegado a un punto máximo con la exigencia de la ciudadanía de la salida del entonces presidente Lucio Gutiérrez y la disolución del Congreso Nacional y las autoridades del poder judicial. La presión social situó a Alfredo Palacio como nuevo presidente. Sus intentos de reforma de la Constitución fueron sistemáticamente bloqueados en el Congreso.
Suma y sigue…
Las fuerzas en juego ahora son el llamado correísmo, la ideología de corte socialista generada por Rafael Correa Delgado, el antecesor de Lasso y el movimiento Acción Nacional. Correa, natural de Guayaquil, de una alta educación académica, con un doctorado en Economía, conocedor de varios idiomas, amigo y cercano a los indígenas quechuas… prometía mucho. Había sido ministro de Economía de Ecuador… pero parece que se le subieron los humos a la cabeza, porque exigió al entonces presidente Palacio tener más atribuciones y amenazó con renunciar al cargo si no se le concedía su pedido. Palacio no se arredró y entonces Correa anunció su decisión de presentarse a las elecciones como candidato a la presidencia. Su campaña, de carácter populista, le ganó la simpatía de pueblos indígenas y muchos sectores populares, pero no alcanzó la mayoría en la primera vuelta electoral. Intensificó entonces la campaña y prometió empleo, planes de vivienda popular, disminuciones de tarifas eléctricas y de gas. También ofreció no firmar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos ni renovar la concesión de una base militar. Con todo eso, obtuvo el 56.95% de los votos en la segunda vuelta.
Pero pronto empezó a mostrar rasgos de autocracia con decretos y nombramientos a dedo, y el control del Tribunal Supremo y el Congreso Nacional. Eligió a asambleístas sin ninguna experiencia y a dedo; eliminó uno de los principales ingresos de los gobiernos de sector, consistente en la donación voluntaria del 25% del impuesto de la renta. En un momento rompió relaciones con el gobierno de Colombia apoyando grupos clandestinos de guerrillas colombianas en territorio ecuatoriano. Pero más tarde se alió con el Foro de Puebla y sus alianzas con personajes como Maduro o Petro dan mucho que pensar y que temer. Junto con esto, se favoreció a narcotraficantes y mafias colombianas y venezolanas presentes en Ecuador. Pronto empezaron a surgir no sólo rumores sino pruebas de acuerdos económicos favorables con especuladores de otros países dirigidos a enriquecer al gobierno, a costa de crear una enorme incertidumbre económica. Correa, además, arremetió contra instituciones eclesiales y comunitarias voluntarias. Requisó empresas privadas y, cuando más tarde se las devolvió a sus dueños, los trabajos ya se habían perdido. Se adueñó de los medios de comunicación y los utilizó para hacer falsa propaganda de las realizaciones de su gobierno, que resultaron ser falsas.
Al poco tiempo, unas manifestaciones multitudinarias fueron detenidas por la policía. Todo aquel que no estuviera de acuerdo con él recibía un calificativo despectivo o insulto especial. Y el pueblo empezó a cansarse.
Entra Guillermo Lasso
En 2015, Guillermo Lasso comenzó su carrera de oposición al correísmo y confirmó su candidatura por el movimiento CREO para las elecciones de 2017. Lasso, según él mismo, se declara liberal, pero asegura no identificase con ninguna ideología. Como miembro del Opus Dei, sostiene posturas pro-vida. Se declara además, enemigo del socialismo del siglo XXI promovido desde Venezuela y Cuba. Guillermo Lasso también era muy prometedor. En la primera vuelta de las elecciones obtuvo un 28.09%. En segunda vuelta perdió contra Lenin Moreno, del partido oficialista Alianza PAIS. Lasso no reconoció el resultado de las elecciones, pero al fin se hizo con el poder en 2021. Comenzó entonces un ambicioso programa de reconstrucción económica, ya que la crisis se agravaba por la pandemia COVID-19 y la caída de los precios del petróleo. Pero pronto también empezó a encontrarse con obstáculos derivados de alegaciones de corrupción como el caso Encuentro, una trama de corrupción de empresas públicas en las que estaba involucrado Danilo Carrera Drouet, cuñado de Lasso. Asimismo, surgió el Caso Pandora que determinaba el blanqueo de capitales realizado por 35 líderes mundiales entre los que se encontraba Lasso. Por otra parte, la crisis de seguridad no se pudo controlar y en 2021 la tasa de homicidios alcanzó el 14,04 por cada 100.000 personas (la mayor desde 2011). El 4 de marzo de 2023, la Asamblea Nacional de la República del Ecuador, en la sesión del Pleno Legislativo 851, debatió sobre si aprobar o no el informe realizado por la Comisión Especializada Ocasional por la Verdad, Justicia y la Lucha Contra la Corrupción, con el cual se buscaba llevar a Guillermo Lasso a un juicio político en el grado de comisión por omisión.
¿Y ahora qué?
A pesar de su prometedor comienzo, Lasso entregará la presidencia con el más bajo índice de aprobación ciudadana de la historia de Ecuador, rodeado también de alegaciones de corrupción y de amenazas de juicios políticos. Los candidatos a la presidencia Luisa González (correísta) y Daniel Noboa (Acción Democrática Nacional) se enfrentarán en segunda vuelta el 15 de octubre. El sucesor de Villavicencio a la candidatura representó a la tercera fuerza política del país y quedó con 19% de los votos. Y por tanto, ahora parece que el correísmo lleva todas las de ganar en la segunda vuelta. Los sucesores de Rafael Correa mantienen vínculos con China y Rusia, que se han introducido en el país con fuertes inversiones, lo cual acrecienta el riesgo de que Ecuador se convierta en otro más narcoestado en manos de países como Cuba, Venezuela o Colombia.
El correísmo cuenta hoy con las mayores posibilidades de reconquistar el poder en el Ecuador. La izquierda ha intentado desestabilizar a un Gobierno acechado por un clima social muy tenso, un ecosistema político contaminado de calumnias y un liderazgo que, a pesar de las buenas intenciones en muchos de sus cuadros, no terminó de dar con la tecla para el desarrollo y el bienestar. “No han sabido crear empleo; y eso empuja a la gente a la delincuencia…” Pues eso. Eso y mucho más. Para el ecuatoriano de a pie, eso era lo más importante.
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