España ocupa uno de los primeros puestos en Patrimonio de la Humanidad (material, natural e inmaterial) según la Convención de 1972 de la Unesco. O sea que, en cierto modo, ¡los españoles somos inmensamente ricos! Inmensamente ricos… pero solo conocemos, en el mejor de los casos, una parte minúscula de nuestras riquezas.
Los bienes naturales están a la vista, claro. Los bienes culturales se reparten por todo el territorio en museos, iglesias y edificios civiles y una buena parte de ellos -bien custodiados y conservados- se guarda en depósitos. Habitualmente no puede verse por falta de espacios idóneos para su exposición.
Desde este verano contamos con uno de esos espacios: la Galería de las Colecciones Reales. Un edificio espectacular, sobre todo con su disposición interior en sus más de 40.000 metros cuadrados, ideado por Emilio Tuñón y Luis M. Mansilla y enclavado en la roca que separa el Palacio Real del Campo del Moro.
El nuevo museo ofrece, en esta primera muestra, la fascinación de la Corona española por el arte, en obras maestras de la pintura, la escultura, las artes decorativas, así como un sinfín de joyas, tapices y documentos de incalculable valor. De las casi 170.000 obras que custodia y restaura Patrimonio Nacional, en la Galería se exponen en total 650 piezas repartidas en tres salas: Austrias, Borbones y exposiciones temporales.
Los tesoros de los Reyes de España
El Patrimonio Real, es decir, el ingente tesoro acumulado por los Reyes de España comienza ya con la Hispania visigótica, pero es con los Reyes Católicos, finalizada la Reconquista y establecido el primer Estado de Europa, cuando puede hablarse de un tesoro real.
El tesoro del periodo que se muestra en la sala A de la Galería dedicada a la casa de Austria abarca los reinados de Isabel y Fernando, Carlos I de España y V de Alemania, hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, y sus sucesores, hasta el último Habsburgo, Carlos II. El tesoro de la casa de Borbón, en la sala B, recorre desde Felipe V hasta Isabel II, en una continuidad dinástica que llega a Felipe VI, nuestro Rey actual.
Así que desde la transición de la Baja Edad Media al Renacimiento, durante la Ilustración y la llamada Edad Contemporánea, los monarcas, digámoslo así, fueron entusiastas mecenas, protectores de artistas y sabios, y coleccionistas de obras de arte.
A vueltas con la decadencia española y la brecha con Europa
A finales de julio participé en una interesante y placentera experiencia musical en el Botánico. Un recorrido nocturno por el jardín con pausas musicales (breves interpretaciones sobre partituras del barroco y el clasicismo ejecutadas por alumnos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía). No sé bien por qué imaginé, en una de aquellas pausas, a Bárbara de Braganza y a Domenico Scarlatti en algún palacio real o en el mismo jardín, con Fernando VI y los cortesanos…
Y seguí divagando sobre los borbones y los prejuicios no demasiado fundamentados sobre la decadencia del Reino y su casi insalvable atraso respecto a la Europa del progreso, la ciencia, la cultura, atraso que, como enfermedad incurable se prolongaría hasta nuestros días.
Una imagen de España, pero también de Europa, que apenas guarda relación con la realidad. Según esa imagen, (dejando aparte el portentoso Siglo de Oro al que también se desprestigia con tópicos) con los últimos Austrias y prácticamente todos los Borbones, España se hundió en la irrelevancia frente a Europa y América. Ideas extendidas y falsas de toda falsedad. Pero relacionadas tal vez con esa propensión, tan española, a denostar lo propio y enaltecer lo foráneo.
Posiblemente, si hay que poner nombre al derrumbe, habría que hablar de Napoleón y la gesta de la Guerra de la Independencia que quebró la empresa bélica francesa pero literalmente arruinó al país vencedor: la guerra costó en España una pérdida neta de un tercio de la población por causa directa de la violencia y las hambrunas en 1812, y que se añadió a la crisis arrastrada desde las epidemias de 1808.
A la alteración social y la destrucción de infraestructuras, industria y agricultura se sumó la bancarrota del Estado y la pérdida de una parte importante del patrimonio cultural… Poco que culpar al país invadido. No estaba precisamente decadente y atrasada una nación que en los ss. XVII y XVIII poseía la flota militar y comercial más avanzada en ingeniería naval del mundo. O que en el inicio del siglo XIX organizaría la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida como Expedición Balmis en referencia al médico español Francisco Javier Balmis, una expedición de carácter filantrópico que dio la vuelta al mundo, y libró de la viruela a América y Filipinas, Macao y Cantón. Por citar sólo dos hechos notables.
En la Galería de las Colecciones reales con Miguel, cuando me sorprende Carlos II, el hechizado
Me acompañó en la visita Miguel. Miguel cumplirá quince años en octubre. Vino conmigo por razones que no vienen al caso y no por su interés por la cultura que, me parece, para él es casi ninguno. Pero se interesó y mucho: hasta quedarse boquiabierto ante algunas piezas cuya finalidad o interpretación no le parecía evidente. Por ejemplo, un ejemplar manuscrito de la Historia General de las Indias de Francisco López de Gómara, ilustrada y traducida al Náhuatl.
O la primera Gramática Castellana de Nebrija. O el tiempo que podía llevar la realización de alguno de los gigantescos tapices. Me sorprendió que fuera capaz de reconocer alegorías de las virtudes cristianas y que conociera los nombres de algunos objetos del culto católico como naveta, incensario, tabernáculo… También nombres de piedras preciosas que fue capaz de identificar.
Y lo mejor: cuando le pedí que señalara las diferencias entre lo expuesto en la sala A (Austrias) y la sala B (Borbones) hizo un gesto de incertidumbre, pero tras una pequeña pista dedujo que los Austrias parecían más interesados en las pinturas de temas religiosos, en imágenes para iglesias, monasterios y oratorios, vasos sagrados, etc. En la sala B había muchas más obras de carácter profano y sobre todo cerámicas, cristalerías, utensilios de plata y oro para la mesa… instrumentos musicales, vestimentas y tejidos preciosos y porcelanas ornamentales. El paso del teocentrismo al antropocentrismo reflejado en la historia del arte en las distintas etapas, Miguel lo estaba captando intuitivamente. Los espacios de la Galería son muy funcionales y la disposición cronológica de las obras, la luz y la capacidad resultan cómodas y aunque éramos bastantes visitantes, en el recorrido, con paradas en cada obra expuesta, no nos estorbábamos.
Durante el paseo, me paré frente a un panel dedicado a Carlos II, el último de los Austrias, que últimamente está siendo reivindicado por historiadores y novelistas, desde perspectivas distintas pero que confluyen en la opinión de que Carlos no fue en absoluto un necio pese a su condición enfermiza y su deformidad física. El hecho documentado es que durante su reinado se produjo una espectacular transformación de la economía en un país en bancarrota.
En solo diez años, entre 1680 y 1690 las arcas del Estado se llenaron. Los ministros Juan Francisco de la Cerda y Manuel José Álvarez de Toledo-Portugal lograron el superávit. Los datos demográficos del momento son óptimos y el país hierve de iniciativas comerciales… Pero al morir sin heredero se desencadena la Guerra de Sucesión que afectó a toda Europa y propició la llegada al trono de Felipe V. En el panel se recogen estos aspectos positivos del Hechizado. Sin embargo, más que impresionarme esta nueva imagen de Carlos II, me conmueve su testamento manuscrito expuesto en una vitrina frente al panel. En las páginas del documento abierto, especialmente en un último párrafo, el buen Rey expresa su pesar si hubiera sido injusto y alguno de sus súbditos se hubiese sentido agraviado y dispone que se haga todo lo necesario para satisfacer sus demandas… Un hermoso autorretrato moral de un hombre justo. Eso me parece.
Sin duda la creación de la Galería de las Colecciones Reales es el proyecto museístico más importante de las últimas décadas en España y una cita indispensable para conocer nuestra historia.
En resumen, no dejen de visitarla. Pronto funcionará la cafetería, las exposiciones son espléndidas, el espacio perfecto y la ubicación tras la Catedral de la Almudena y al lado del Palacio Real permite la vista de una de las más hermosas panorámicas de Madrid y puestas de sol memorables sobre el Campo del Moro…
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