ENTREVISTAS

“NOS FALTA UNA DEMOCRACIA MÁS PARTICIPADA, DONDE LA CIUDADANÍA TENGA UN ROL SIGNIFICANTE”

Entrevista a Itziar González Virós. Arquitecta

ITZIAR González Virós, Barcelona, se implica en su oficio, la arquitectura y el urbanismo, desde el activismo. Denunció un caso de corrupción en el ayuntamiento de Barcelona cuando era regidora de Urbanismo en Ciutat Vella entre 2007-2010. Dimitió. La justicia ha fallado a su favor. Las secuelas siguen pero ella, fiel a sus ideas, se rehabilita. Arquitectura social, cooperación, participación, revolta, utopía. Actualmente trabaja en procesos participativos en el Priorat, Cadaqués y Olot. A la vez, lleva a cabo su proyecto para las Ramblas de Barcelona. Por desgracia, limado.

Lourdes Durán: Eligió la arquitectura como oficio pero en su juramento hipocrático dijo que no haría obra nueva. Sorprende.

Itziar González Virós: Para la época fue algo novedoso. Estábamos en la Barcelona preolímpica y ser arquitecto era una opción también cultural y política. El discurso progresista estuvo acompañado de transformación urbana. Había un llamado a recuperar Ciutat Vella. Yo vivía en Sarrià con mis padres, pero en el centro histórico estaba la casa de mi abuela, de mi bisabuela, de unas tías. Quedó vacía y fui a vivir allí, porque me enamoré de esa casa, del barrio, se despertaron muchas cosas en mí. A la vez, seguía estudiando y entré a trabajar en una escuela-taller con vidrio. La artesanía, vivir en una finca antigua, conocer el barrio viejo, pasear por esa ciudad vieja, trabar relación con mis vecinas, entré en el mundo de la tradición, de la memoria del lugar y me pregunté por qué construir más. Me dije voy a ser arquitecta, sí, pero voy a rehabilitar, hay mucho por rescatar, reciclar.

L.D.: Se fue construyendo como activista, que es otra manera de levantar lugares posibles, ciudades, barrios.

I.G.V.: Siempre digo que este barrio me politizó. El concejal de Ciutat Vella era Joan Clós y estaba abriendo la rambla del Raval, las primeras obras con fondos europeos. El partido socialista apostó por la Ciutat Vella, y siempre lo he alabado frente a las derechas que querían demoler. Lo que ocurre es que no estaba de acuerdo cómo se hacía la transformación, sobre todo en el Raval, se perdió mucho patrimonio y la recolocación de las personas que vivían en el barrio, con rentas bajas, fue mal hecha a nivel humano. Hubo mucho trauma. Me politicé y me uní a movimientos que denunciaban estos derribos. Tanto fue el compromiso que cuando el alcalde Jordi Hereu me pide ser concejal en el distrito de Ciutat Vella no pude decir que no porque tenía claro lo que quería hacer. Uno entra en política y acaba siendo activista, aunque tenía mi ideario de qué hacer en la ciudad. Lo descubrí al dimitir tras denunciar la corrupción. Lo digo siempre, no me di cuenta de que era política hasta que dimití.

L.D.: Su denuncia de la corrupción se saldó con amenazas de muerte, un acoso implacable y doce años de espera hasta la sentencia favorable. ¿Se siente reconfortada o llega tarde?

I.G.V.: Tardaron mucho en instruir este juicio. Se llevó a juicio porque yo me negué a ceder. El ayuntamiento no quería que fuesen sancionados los funcionarios corruptos. Y mostraron poco interés por proteger a una concejal. La decepción fue allá, luego el acto reparador de Ada Colau se agradeció pero iba acompañado de una incoacción de expediente por la responsabilidad patrimonial para recuperar mi lucro cesante.

El tema no está cerrado del todo. Fue una comprobación de la putrefacción de todo. Tengo ganas de cerrarlo. Sin muchas esperanzas, cobré por amenazas de muerte y lo he aportado al Observatori Ciutadà contra la corrupció. Sorprende que el PSC no quisiera apoyarme, se sienten cómplices. Mi actuación política les perjudicó. Yo dimití con discreción. Luego el caso Palau me dio la razón. Fue doloroso porque mis padres formaban parte del entorno socialista. Mi situación es de aburrimiento, hastío, ganas de cerrar el tema. Lo mejor ha sido el cariño de los vecinos de Ciutat Vella.

L.D.: Su madre, Rosa Virós, abogada, primera rectora de una universidad catalana, estaba muy enferma, le dijo: la verdad se defiende sola. ¿Lo cree?

I.G.V.: Ella fue una mujer super sabia. Total devoción por ella, por su contención. Era muy observadora, sabia, no se le iba la fuerza por la boca. Me decía que las cosas necesitan tiempo. Ahora veo que tenía razón, con el tiempo salieron los pufos. La verdad necesita tiempo de maceración para que comprendamos. Pero es verdad que alguien debe decir que el rey va desnudo. La desnudez del rey se hará evidente pero también pienso que haber denunciado la corrupción de mis funcionarios ha contribuido a que esa verdad reluzca. Las cosas se defienden solas pero las microacciones hacen su pequeña aportación.

L.D.: A partir de lo sucedido creó el Observatori Ciutadà contra la corrupció. ¿Qué balance hace?

I.G.V.: Nos falta una democracia más participada, donde la ciudadanía tenga un rol más significante. Sí, te puedo confirmar el altísimo grado de corrupción que existe en todas partes, no solo por política clientelar sino en el desvío de dinero público o de desvío de las plusvalías que tendrían que ser colectivas. Tanto en el Parlament ciutadà como en el Observatori hemos visto el mal estado y que no hay interés en cambiarlo. En las instituciones que tienen que luchar contra la corrupción hay sensación de desprotección.

L.D.: Su activismo y el estar en primera línea la ha llevado a ser mediadora en conflictos, incluso es esperanzador que algunos ayuntamientos la llamen. Por citar, el Priorat, Cadaqués y ahora Olot.

I.G.V.: Colaboro con gobiernos locales, con la Diputación de Barcelona, en consells comarcales, tocando mucha administración catalana y también vasca, y siempre llego de la mano de la ciudadanía que les hablan de mí. Los políticos me reconocen como una posible mediadora. Confío en que podamos mejorar. No abogo por derruir instituciones sino por reciclarlas. Incidiendo en el corazón de ellas la mirada y presencia ciudadana. Mi constructora se llama Arquitectura social, creo el mapa de gente, la comunidad política ciudadana está concernida por determinadas cosas. Soy como una coaching de organizaciones sociales para que vuelvan a politizarse y lo hagan de manera propositiva y constructiva y no paranoica, que el poder ceda parte de su poder y lo comparta. Es crear laboratorios, cartografías estratégicas de barrios como en el Remei en Vic, o en los procesos participativos en el Priorat o en Cadaqués. Si el barrio viejo de Olot tiene muchos problemas de fincas en mal estado, pisos vacíos, hay un gran reto en la vivienda y conservación de sus edificios. Lo que falta es sentimiento de identidad y de ser comunidad. Ahí desplegaré todas las políticas de transformación, que se expanda a la comarca. Si queremos dinamización potente, hay que hacer alianzas con todo el territorio. Un barrio viejo en toda la comarca.

L.D.: El Priorat como ejemplo del vacío del ámbito rural pero también los centros históricos de las ciudades se despueblan.

I.G.V.: Observas fenómenos que pasan también en las ciudades. Es la desposesión de nuestros lugares de arraigo. Estar arraigado es lo que te lleva a luchar, y el entramado sociopolítico no quiere. Nos desunen, nos vacían, nos sustituyen. Frente a eso yo promuevo, hago proceso de escuchas, y con mis infografías busco darles pistas, acompañamiento público. Me siento como una artesana que hace kits de resistencia para políticos y vecinos, mis instrumentos son cartografías, esquemas, dibujos. Me expreso y comunico dibujando. Lo más parecido es hacer un poema. Yo trato de hacer un kit poético a la micropolítica con el tecnicismo que me da el oficio, la arquitectura.

L.D.: Ganó el proyecto de las Ramblas. ¿Las recuperarán los vecinos o seguirá siendo de los turistas?

I.G.V.: Un detalle: del proyecto vamos a ver solo la parte física pero no las políticas que articuló mi equipo, con propuestas culturales, vecinales, esa urbanística no se está desarrollando. Por eso veremos unas Ramblas llenas de turistas pero que pasearán mejor. Creé una comunidad Ramblas para ir consiguiendo cosas, y en algunas se avanzará,  pero de nuevo era una utopía. Quizá son propuestas demasiado avanzadas para una administración con rémoras.

L.D.: ¿Qué proponía?

I.G.V.: Que las licitaciones que las privadas van a ganar mejorando las Ramblas tuviesen retorno social. Pisos vacíos, ahora pisos turísticos, poder aceptarlos como vivienda social a precio justo, rehabilitar las Ramblas. Teníamos un proyecto interesante para el teatro Principal que no va a ser, luego una acción cultural que tampoco, también contemplamos los derechos laborales por eso, concebimos que las casetas de Las Ramblas fuesen punto de información, recuperar las Ramblas como zona de reivindicación social como lo fue con LGTBI o tras los atentados. Luego había un tema de desmantelar la tontería chusquera y de ocio cutre de abrir espacios, plazas pero evitar la tontería del street food, utilizar las Ramblas para comer, hay propuesta de bancos para estar, ya veremos si se atreven.

Hay que tener muchas ganas. Me reuní con el nuevo gobierno. No confío mucho pero está escrito. Toda la actividad comercial es banal, poner librerías, ¡qué hacen tantas heladerías, aquí tendrían que estar los mejores restaurantes de la ciudad, comprar en Boquería, un proyecto de gran exclusividad pero con excelencia, KM 0!. Había un equipo muy talentoso. Toda esa gente dio lo mejor de sí. Es imposible. En el ayuntamiento de Barcelona, están desbordados. Por eso, hablo de que no sea solo la administración que lo haga, hay que dar tiempo a trabajadores públicos, transformación de la propia administración. Hay tanto recurso humano. Démosle una ilusión, motivarlos.

L.D.: La colaboración está en su médula.

I.G.V.: Sí, la cooperación. Primero pensaba que me dedicaba a hacer participación ciudadana en urbanismo y luego vi que lo que hago es cooperar. La participación incluye idea jerárquica, la democracia representativa tiene un rol, los técnicos, los poderes políticos otro, y la ciudadanía tiene otro. Es un sistema de fuerzas, el agente corruptor saca lo mejor de nosotros al resistirnos a ellos. Es lógico, soy una persona que he sido amenazada de muerte y toda mi lucha es antiparanoica, volver a confiar. Lo que más me gusta es pensar junto a otros. Tengo un toque social cristiano por más anarquista que sea. (Risas).

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