Se han cumplido en este inicio de 2024 cien años de la propuesta educativa que ofrece la Institución Teresiana, creada por el sacerdote y pedagogo español san Pedro Poveda Castroverde. Una propuesta que, iniciada en el 2011, ve cumplido su sueño de universalidad y extensión a otros países y culturas con la aprobación pontificia que el papa Pío XI le otorga el 11 de enero de 1924.
Cien años de impulso de un “humanismo verdad”, en palabras de Poveda. Un humanismo impregnado de los valores que presenta la figura de Jesús de Nazaret, referencia profunda de su ideal educativo y, donde ese humanismo verdadero se expresa en la verdad, la justicia, el amor, la compasión, la libertad, la alegría, la bondad, la expansión y el perdón. Valores que en nuestra sociedad hoy nos remiten al sentido y singularidad de lo humano y es ese sentido el que hoy Poveda nos invita a vivir en un mundo confundido, roto, herido y en el que la educación sigue siendo la llave que nos hace crecer en esa humanidad verdadera.
Son diversas las voces que nos hacen encontrarnos con lo humano, y entre ellas quiero señalar las de los poetas que nos desvelan los detalles que ellos vieron y descubrieron y que pasaron desapercibidos a otros en la prisa vertiginosa que nos envuelve y la del papa Francisco en su mensaje a los participantes en el congreso, La Iglesia en la Educación: Presencia y compromiso.
Entre las primeras, traigo hasta aquí la voz de Víctor Herrero de Miguel, de su poemario Lo que busca la abeja, XXVI Premio de Poesía Ciudad de Salamanca, quien en su poema Y no dudes nos dice:
“Primero
Mírala con calma.
Contempla sin rozarla su dureza.
Imagínate el cuenco de tu mano
Cubierto por el peso de sus curvas,
Sus siglos en tu piel.
Después
Tócala despacio.
Hallarás suavidad en sus aristas
Y verás lo invisible con los dedos.
Acércala
Por último
A la boca.
Retén la fuerza de tus dientes.
Bésala
Y no dudes
Cómela sin miedo.
La piedra se habrá transformado en pan”.
Bonita manera de acercarnos a la realidad, mirarla, contemplarla, imaginarla, tocarla despacio, besarla, así la transformaremos.
Quizá sea esa la forma de humanizar, de transformar la realidad vociferante que nos llaga.
Porque, como dice el poeta nombrado:
“Si logras vivir con amor un día
Verás que desde que la luz te encuentra
Hasta que el mundo se convierte en sombras
Son tantos los milagros y tan simples
Y es tanta la bondad con la que todo
Te ampara […]
Si te deslizas con amor un día
Por la rampa luminosa del tiempo […]
Verás como otros ven en ti una página
Del códice de amor del universo”.
Y, junto a la anterior, la del papa Francisco quien propone a los participantes en el citado congreso una humanización que brota de la fe y genera cultura, como algo propio de la educación católica. Porque “la educación es, ante todo, un acto de esperanza en quien tenemos delante, en el horizonte de su vida, de sus posibilidades de cambio y de contribución a la renovación de la sociedad”.
Agradecemos a las mujeres y hombres que a lo largo de estos cien años, en un acto audaz de esperanza, hicieron pasar por el corazón, la mente y las manos de sus alumnos la necesidad de la justicia entre los pueblos, la capacidad de solidaridad con los necesitados, el cuidado de la casa común, y todos aquellos valores que se deducen del modelo presentado: “La Obra es Jesucristo”.
Y, en estos cien años muchas mujeres y hombres de la Obra de Poveda han escrito luminosas y sinceras páginas de amor al universo.
Su vida es nuestro reto.
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