Dentro del ciclo de Conversaciones en Crítica, que regularmente reúne a artistas, científicos, o poetas para una reflexión calmada sobre diversos temas, el pasado 10 de marzo se celebró en Madrid una conversación sobre la película Teresa.
Paula Ortiz, la joven directora de la película, y Juanma Latorre, creador de la banda sonora, con la moderación de la prestigiosa periodista María Jesús Cañellas, mantuvieron una conversación informal, simpática y apasionada sobre la nueva película.
Carmen Azaústre, directora de Crítica, fue la encargada de hacer la introducción a la sesión para los asistentes que llenaban la sala de actos de la Sede Internacional de la Institución Teresiana. María Jesús Cañellas comentó su propia fascinación con la película y presentó el trailer. A continuación, se abrió una conversación espontánea y amistosa entre ella, Paula y Juanma. Los participantes no llevaban presentaciones escritas o preparadas; sin embargo, la riqueza de la experiencia personal brotó como en cascada, con entusiasmo y pasión.
Una experiencia muy personal
Paula comenzó por expresar su relación íntima con Teresa, y su propia experiencia mística con la santa: “Yo tuve mi propia visión… En un momento, leyendo la poesía de Teresa, hubo una sensación física: sabía que me estaba nombrando a mí mejor que yo misma,” aseguró. Situó a Teresa en su mundo: como hija del barroco presenta una identidad cultural española específica, mientras que es inagotable.
Su “potencia es tan enorme que traspasa tiempo y generaciones. Exige otro tipo de inmersión que va más allá de la lectura,” dijo. Con esto en mente, y sabiendo que ha habido muchas películas y libros sobre Teresa, como la famosa versión de Aurora Bautista, y la más famosa serie de Concha Velasco, Paula reivindicó que cada uno lee a Teresa desde su propia experiencia. “Es la capacidad que tiene, a través de sus palabras de llegar a mundos alucinantes”. Paula aseguró que Teresa crea mundos complejos, misteriosos, los nombra y, mientras los nombra, los crea. Teresa es, según Paula, absolutamente íntima y al mismo tiempo refleja a todos y cada uno y refleja una cultura. Pero tampoco se detiene en esa cultura, sino que arranca de un pasado y se lanza al futuro. Es contradictoria, pero al mismo tiempo mantiene una identidad y una esencia.
Pero, con todas esas capas y entradas en mundos diversos, que expresan una relación vertical con lo sagrado, la película tenía que tener un eje narrativo, horizontal, explicó Paula. Es un eje narrativo que encuentra su canal, su andamio en la obra de teatro de Juan Mayorga, La lengua en pedazos. Nunca hubo un juicio presencial de la Inquisición contra Teresa. Sí que fue acusada –a veces por sus propias monjas– y que su Libro de la Vida fue examinado minuciosamente. Nunca se encontró nada condenatorio. Pero La lengua en pedazos utiliza un diálogo que no tuvo lugar, pero podría haberlo tenido, entre un inquisidor y Teresa. No pretenden, ni Mayorga ni Paula Ortiz, hacer creer que los hechos fueran históricos. Pero sí defienden la veracidad de la defensa de Teresa, ya que se basan literalmente en sus escritos. La palabra de Teresa es literal; todo lo que la rodea en la película es “lengua en pedazos”. O lengua metafísica, que tiene valor en sí misma, pero esconde y revela a la vez otras realidades y otros mundos. En sus respuestas a las a menudo insidiosas preguntas del inquisidor, Teresa recuerda su vida y sus escritos, sus raíces familiares, sus sueños de joven y, sobre todo, el amor constante. En palabras de Paula, “Expresa su relación con lo transcendente, con el amor”.
La película no es lineal, sino, en un auténtico sentido barroco, hecha de capas de significados, e imágenes, de retorcimientos, no sólo de lengua, sino de imágenes, tiempos, espacios y sonidos. Se mezcla lo literal de las escenas del diálogo en la cocina del convento (“entre los pucheros anda Dios”), con los mundos de ensoñación o casi alucinación de las experiencias místicas de Teresa. “En cierto modo, la película presenta la conversación de Teresa con el inquisidor en una cocina. Pero no es la cocina, sino que se lanza al exterior, sale al mundo”.
Hay momentos poéticos, de recreación estética en la naturaleza, que son, lógicamente, totalmente ahistóricos, pero que pretenden llevar al mundo interior de la Santa. Hay también escenas de “cómo pudo ser”, según los datos familiares e históricos, pero ciertamente, nada literales ni comprobables, ya que entran dentro de otros espacios.
Un texto de Teresa: “Oh hermosura que excedéis”… parece ser un centro dramático del que irradian otras muchas imágenes y visiones que avalan la autenticidad de la experiencia religiosa de Teresa. “Se trata”, dice Paula Ortiz, de “una reflexión en torno a la fe”. Más que una película, parece ser toda una experiencia de todos los sentidos, en los que aparece una Teresa muy íntima, original y única, que es, al mismo tiempo, totalmente universal.
La música cuenta
Juanma Latorre, un gran amigo de Paula y creador de su primera banda sonora en solitario, aseguró que la música le presentó un desafío enorme. Acostumbrado al rock, y al rap, entrar en este mundo le supuso, dijo riendo, “hacer un masters acelerado”.
La música ocupa un papel importantísimo en la película, porque no se trataba de hacer un simple acompañamiento, o crear un ambiente, sino que forma parte de toda la narrativa como parte integral de la experiencia espiritual y estética del filme. Se trataba, según Juanma, reflejar la visión poliédrica de Teresa y llevarla a la música.
Es, por tanto, de acuerdo con todo el sentido, tanto barroca como ecléctica. Utiliza en gran medida la polifonía barroca de Luis de Victoria, pero había que juntar eso con la Teresa humana, carnal, y por tanto la música popular folclórica castellana. Pero también se da un salto exponencial a la música electrónica, que, para Juanma, tiene un valor místico porque atraviesa el tiempo y los sentidos.
Asegura Juanma que “ la música, junto con todo lo demás, tenía que lanzar a Teresa desde el pasado, no solo a nuestro presente, sino también al futuro”. El compositor comenzó por crear una canción, “La lengua en pedazos”, que pudiera ser como un compendio de las palabras de Teresa y le diera elementos para ir creando el hilo argumental musical.
Esta canción, que se pudo escuchar durante el acto, interpretada por Rocío Márquez, se incluye al final de la película, durante los créditos, pero no como un añadido, sino más bien como el resumen final, la coda. Tiene palabras bellísimas, algunas tomadas de retazos de obras de Teresa: “¿Qué mandáis hacer de mí al romper la madrugada…?” “Hoy soy parte de la hoguera que prendiste con tu canto… tengo el alma exhausta, y la lengua en pedazos…”.
Juanma pasó a explicar los instrumentos utilizados en la banda, como la viola de gamba (tocada por Amarilis Dueñas), la guitarra española, el laúd, un pandero chamánico, un pandero cuadrado, la percusión de sartén y un sintetizador. Se contó también con las voces del cuarteto Qvinta Esencia. “Como la película no era convencional, dice Juanma, la música tampoco podía ser convencional. Pero al final se ve que todo tiene mucha conexión y que todos los elementos tienen que ver con Teresa”.
El rodaje y la participación de Juan Mayorga
Paula relató algunas anécdotas significativas de lo que supuso la participación de Juan Mayorga, creador del personaje del Inquisidor para el teatro, en el guion y rodaje de la película. La conversación trata de un combate filosófico y, por tanto, el Inquisidor tendrá que estar a la altura intelectual, filosófica y teológica de Teresa. Mayorga, comentó Paula, presenta preguntas que en realidad no tienen respuesta en sí ni ante el mundo. Sin respuesta, no habría otra solución, dice Paula, que “el salto al vacío, el acto de fe”.
Está también, por ejemplo, el concepto de infierno que se convierte en pregunta metafísica. Para Teresa, concluye Paula, el infierno es el sinsentido. Y aquí interviene Juanma con la traducción musical: “Musicalmente, en esto del infierno se superponen todas las capas que, a su vez, crean un sinsentido. Aquí fue muy importante el técnico de sonido. Se utilizó a Tomás Luis de Victoria, relacionado con la música sacra, pero transformada por la electrónica”.
La pregunta filosófica y el debate moral sin respuesta convierten al diálogo en algo totalmente dramático. El reto era llevar eso, en metáforas visuales y auditivas, a la película. “Para mí,” aseguró Paula, la película es un privilegio, tanto por la arrolladora personalidad y pluma de Teresa, como por los productores de la película. Entre ellos, es impresionante ver a Mayorga, cómo entra en todos los personajes”. Y luego, claro, Paula comentó sobre los intérpretes principales, Blanca Portillo como Teresa y Asier Etxeandía como el inquisidor: “Tenían que ser ellos”.
En cuanto a Blanca, nunca hubo la menor duda, ya que, en opinión de Paula, Blanca se acerca a su arte con una reverencia sacerdotal. Y Asier no es menos riguroso. Además, explicaron, Blanca y Asier tienen una relación personal muy interesante, en la que se quieren y se confrontan creativamente.
Fue un camino larguísimo y muy duro. Se tardó ocho años en levantar el concepto para que se aceptara y pudiera financiarse. Rodada íntegramente en San Juan de la Peña, en Aragón (otro retorcimiento, ya que Teresa no estuvo allí), que es un espacio muy protegido, la película está iluminada en sus interiores exclusivamente por velas. Se hizo, además, con muy limitados recursos. Al final, dice Paula, “fue durísimo, pero si no hubiera sido así, la película no habría sido igual”. Por varios caminos, cuenta Paula, la película llego al Sínodo, y el papa Francisco recibió a Paula en audiencia, comentando que “Teresa es de las buenas”…
Se pudiera haber continuado por horas en un diálogo entre amigos en el que, por falta de tiempo, no se pudieron hacer muchas preguntas. Concluyó Carmen Azaústre, dando las gracias por “la magia de Teresa en Paula y en Juanma, y la magia de la moderadora, María Jesús, que nos han hecho pasar un rato fantástico e inspirador”.
Comments