DESAFÍOS ÉTICOS ANTE LA ANCIANIDAD Y EL FINAL DE LA VIDA.
A nadie se le puede escapar que es invierno, que lo ha sido durante varios años, que se va recrudeciendo y que será invierno durante muchos años más. Ahí están las evidencias. Muchas más sillas de ruedas y andadores por la calle que carritos de bebé. Y también muchos más perros que niños. Me refiero, claro, al invierno demográfico.
Un informe del Observatorio Estatal de la Dependencia, de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales dice que casi 180.000 personas están a la espera de recibir atención a la dependencia y 40.447 murieron esperando en el último año. Dice el informe, además, que, al ritmo del pasado año se tardaría 8,5 años en lograr plena atención. Mientras tanto, cada vez hay menos nacimientos y España tiene la segunda tasa de natalidad más baja de Europa. Las campañas abiertas o encubiertas y las corrientes de pensamiento sobre sexualidad y familia contribuyen a este fenómeno.
Durante el terror de la pandemia de COVID 19, en medio del dolor, de las cifras espeluznantes de muertes y soledad en las residencias de ancianos, las voces más esperanzadoras aseguraban que, al salir de la pandemia, seríamos mejores seres humanos. Seguramente eso será cierto para algunas personas; pero desgraciadamente, no se puede generalizar. Lo que si es cierto es que, los datos han obligado a reflexionar y a plantearse posiciones éticas y de actuación respecto a la ancianidad y al final de la vida.
Dos ejemplos, entre otros, de actos realizados en estos últimos meses son significativos:
1. Carta de derechos de los mayores. El pasado febrero, la Fundación Pablo VI de Madrid organizó una conferencia en la que el Cardenal Vincenzo Paglia presentó la Carta de Derechos de los Mayores, una propuesta de ley creada para Italia, pero que presenta una iniciativa de actuación hacia los ancianos de cualquier lugar del mundo. El cardenal estuvo acompañado por Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI, que actuó como moderador del coloquio y por María Luisa Carcedo, ex ministra de sanidad de España.
Señaló el cardenal que pareciera que la ancianidad presenta un continente desconocido, habitado hoy por gentes para quienes no existe un pensamiento político, social, económico o espiritual. Hace falta una nueva visión de la vejez, ya que la longevidad cambia profundamente nuestra relación con la vida.
La carta, un trabajo elaborado por un equipo de expertos bajo la dirección del cardenal Paglia y contrastado y consensuado por diversas fuerzas políticas, y grupos sociales y religiosos de Italia, busca un nuevo paradigma para la atención a los mayores, “la búsqueda, de la responsabilidad de la sociedad en su conjunto”, dijeron.
La carta de derechos, que es un documento muy basado en la realidad, que va entremezclados con casos de personas reales, afirma tres derechos fundamentales:
– El derecho a la dignidad personal. Es decir, a estar en control de su propia situación en tanto en cuanto le es posible, a tomar decisiones, a tener una voz en sus tratamientos y formas de vida.
– El derecho a vivir en su propia casa y a participar en la vida política, social y religiosa de su entorno.
– El derecho a recibir los necesarios cuidados paliativos y cuidados en el último tramo de la vida.
Por su parte, Carcedo afirmó su acuerdo con los aspectos de la carta, y subrayó los avances políticos y legales en esta línea que propuestos (que no conseguidos) en España. Mientras que en Italia los derechos de los mayores no están explicitados en la Constitución, la española sí que los nombra.
Mientras que nadie tendría objeciones a tales derechos, su práctica (particularmente el aspecto del derecho a vivir en la propia casa) podría presentar obstáculos económicos y logísticos bastante insalvables. Por eso, en su presentación, tanto el cardenal como la exministra afirmaron la necesidad de coordinar servicios sociales y sanitarios, repensar los servicios públicos y repensar también la vida activa, retrasando en algunos casos la edad de la jubilación. Aunque el cardenal insistió en que la Carta no es una propuesta utópica, es, claramente, de muy difícil implementación. Según Paglia, hay que empezar por los más vulnerables y ponerlos en el foco de la atención, lo cual favorecerá un desarrollo inclusivo y generalizado. “Las personas mayores”, dijo, “son también una encrucijada de economías: economía digital, economía de servicios y la economía de consumo”.
2. La atención a la soledad. Jesús Avezuela, moderados del coloquio y director general de la Fundación Pablo VI preguntó si veían compatible una asistencia domiciliaria como prioridad cuando cada vez está más enquistado en las sociedades el drama de la soledad, que lleva a muchas personas a morir solas en sus propios domicilios. El cardenal Paglia afirmó que la soledad es un síntoma de una sociedad ególatra que habría que transformar, mientras que Carcedo se refirió a otros tipos de soledad prevalentes en la sociedad causados por las tecnologías que atentan contra la convivencia familia.
El último punto del debate se centró en el derecho de tener unos cuidados paliativos dignos al final de la vida para huir de la eutanasia, que representa, como dice Vincenzo Paglia “un fracaso y una irresponsabilidad” hacia una serie de personas que no quieren sufrir. “La gente no quiere morir, quiere dejar de sufrir” Por eso reclama unos cuidados paliativos que apuesten por la vida frente al descarte. En este punto, fue donde se marcó más la diferencia de posiciones entre la Iglesia y la exministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, quien defendió la ley de eutanasia española, en cuya elaboración ella misma había participado.
Derecho a unos cuidados paliativos de calidad
La carta propone la atención a los Centros de Día para personas dependientes, con patologías crónicas incapacitantes. Deben ser instalaciones que ayuden a familias y cuidadores y sean centros de hospitalidad y restauración.
Por último, la propuesta compromete a todo el sistema sociosanitario en un esfuerzo de transparencia y lucha contra los abusos, para que no se sigan tolerando situaciones de explotación de los ancianos en residencias.
Jornadas de Ética Asistencial en Cronicidad Avanzada
Sobre los cuidados del final de la vida y las cuestiones éticas que inevitablemente se plantean, el Centro de Humanización de la Salud, de San Camilo, celebró el pasado 4 de marzo una Jornada de reflexión titulada Ética Asistencial en cronicidad avanzada. La primera presentación, a cargo del Dr. Francisco Javier Martínez Peromingo, Jefe de Servicio de Geriatría del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, presentó el contexto sociodemográfico actual en cronicidad avanzada, con gráficas similares a los datos presentados en la presentación de la Fundación Pablo VI.
La ponencia de Francisco Javier Rivas versó sobre la ética en la complejidad en cronicidad avanzada, poniendo énfasis en los cuidadores, el apoyo debido, los objetivos de la intervención y la deliberación según un modelo bioético que incluye a todos los afectados (enfermos, familiares, cuidadores, personal sanitario…) en un diálogo complicado, pero que debe llevar a decisiones prudentes. El método bioético identificaría el problema moral, deliberando sobre los hechos, los valores, y los deberes de cada uno. Este método incluiría la narrativa, ya que se trata de tomar en cuenta, sobre todo, la perspectiva del propio paciente, su historia, experiencia, creencias, valores y actitudes ante la vida.
En su ponencia sobre la Limitación del esfuerzo terapéutico en cronicidad avanzada, la Dra. Magdalena Lasheras, médico de la Unidad de Cuidados Paliativos de San Camilo, se adentró en cuestiones difíciles a las que se enfrentan doctores, familiares y personal de la salud en relación con los tratamientos adecuados. La Limitación de Esfuerzos Terapéuticos (LET) es la decisión de instaurar o suspender determinados tratamientos a pacientes sin expectativas de recuperación. Lógicamente, tales decisiones presentan dilemas terribles, pero necesarios de enfrentar, como la cuestión de si se trata de interrumpir o no administrar tratamientos, dejar morir, o acelerar el proceso de muerte. En sus conclusiones, Lasheras señaló tres necesarios cambios de mentalidad:
La de los doctores que deben convencerse de que la muerte no significa un fracaso de la medicina y que, mientras que su objetivo es salvar vidas, como primer deber tienen el de aliviar el dolor.
La de los pacientes, que tendrán que acostumbrarse a no vivir de espaldas a la muerte y poder expresar, al menos, cómo no les gustaría morir.
La de la sociedad, que deberá concienciarse del enorme coste (material y moral) que conlleva el ensañamiento terapéutico en términos no solo económicos, sino también de sufrimiento humano de todos los implicados, pacientes, doctores, personal, y familiares.
El Dr. José Carlos Bermejo, doctor en teología y másters en bioética, introdujo el amplio panorama de una cultura paliativa y de final de la vida en la vejez, señalando aspectos de espiritualidad, que no es solo cuidados paliativos, sino conocimientos, creencias, costumbres, habilidades y leyes que se cultivan para paliar, aliviar y cuidar en la fragilidad. Todo esto se realiza en un marco interdisciplinar, que no incluye únicamente aspectos médicos, sino sociológicos, religiosos, y culturales.
La cultura paliativa, aseguró el Dr. Bermejo, “ve emerger la dimensión espiritual”, en aspectos de inteligencia espiritual, necesidades espirituales, síntomas espirituales, sufrimiento, diagnóstico, cuidado espiritual, bienestar espiritual y competencia espiritual.
La última intervención, a cargo del Dr. Antonio Martínez Maroto, Dr. en Derecho y Máster en Bioética, presentó las implicaciones legales de la Ley de Eutanasia y de Suicidio Asistido, y las consecuencias éticas y morales de tales leyes.
Siguió un coloquio-debate, en el que se presentaron casos concretos y se invitó a la audiencia a la participación, expresando argumentos para diversas soluciones. Son todo cuestiones difíciles y de muy complicada y dura resolución, a las que casi todos, tarde o temprano tendrán (tendremos o ya hemos tenido) que enfrentarse.
Los dos acontecimientos partían de una realidad socio-demográfica (invernal) que cada vez más urge no sólo a la reflexión seria, compasiva y ética, sino también a acciones y prácticas que respondan a la situación de tantas personas (y el número asciende vertiginosamente) en situaciones de fragilidad o dependencia, pero cuyo derecho a la integridad y dignidad debe asegurar el conjunto de la sociedad. Por la herencia, por el presente y por el futuro del mundo.
Grandes cuestiones que nos presenta el invierno demográfico en que vivimos y viviremos por mucho tiempo. Cuestiones que, aunque llegara una primavera de natalidad, seguirían con nosotros, ya que por el estilo de vida laboral, con imposiciones de tiempo y espacio, es muy difícil que los ancianos sigan en sus hogares, como antaño, atendidos por familiares.
Y, como estas cuestiones van a seguir aquí, no se pueden desdeñar: necesitan reflexión pausada y acción compasiva, ética y solidaria. El Centro de Humanización de la Salud de San Camilo ofrece una continua reflexión sobre estos grandes temas y sigue desafiando a la acción.
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