ARTÍCULOS

EL ESPACIO VACÍO

Una  muñeca de plástico abre los brazos en una calle empedrada en Valença do Minho, Portugal.

La secuencia queda congelada mientras sujeta con sus piernecitas un juguete electrónico, y no cierra los ojos. Espera todo ante quien no pierde la mirada. Lo demás es espacio, espacio grande que no alberga apenas nada.

En realidad, puede ser que un bello lugar exista para no albergar nada; son importantes los espacios vacíos en un salón, en un inmenso atardecer, en la composición de John Cage pidiendo reposo, en una vivienda sencilla que acompaña sin estridencias un tranquilo veraneo. Hay espacios también vacíos entre las compactas pinceladas de Dufy. Ya nos lo recordaban en la exposición del pintor en el Museo Thyssen de Madrid, en la primavera de 2015. Recuerdo que decía Cézanne en algún cartel: ¨Lo importante no son los objetos sino lo que hay entre ellos”. Por eso, las estrellas son bonitas, porque hay una distancia considerable entre ellas. Tal vez, es el espacio justo para engarzarlas unas a otras como si quisieran formar un inmenso collar desde el cielo.

¿Qué hay en este espacio vacío? ¿Qué hay entre la muñeca, el juguete, y la niña? Tal vez un mundo infinito de posibilidades de comprensión mutua. Vicente Aleixandre, en Historia del Corazón nos dice:

– “Somos a donde vamos y de dónde venimos, entre dos oscuridades, un relámpago”.

Esto nos dice la imagen también. En un instante, dos suelos, dos entretenimientos, dos vestimentas de color blanco, un solo sombrero, un saco gigante del mismo color que no sabemos qué contiene, pero también aguarda, apoyado en el suelo. Después, muchas posibilidades en el aire. Saber. Conocer. Aprender a jugar.

Desprecié poco a poco las muñecas de pequeña porque siempre me miraban con la misma cara, aunque les echara grandes broncas.

Aquello, ciertamente, me decepcionaba. Empecé a jugar a las mamás de verdad con hijos de verdad. Lloraban en mi imaginación, reían; me ayudaban. Vivíamos aventuras. De manera que, sin piedad, arrinconé, por ejemplo, a la muñeca que decían que era capaz de hablar, pero, en realidad, siempre lanzaba la misma frase:

-¡Quiero más pan!

Era un éxito de ventas en el momento.

Sólo hablaba cuando mi mano derecha tiraba de un cordel que estaba en sus espaldas. Si no lo hacía se quedaba quieta; nada ocurría en su mundo de plástico.

¿Y si las cosas fueran de otro modo? Recuerdo al filósofo y sociólogo francés, Jean Baudrillard, (1929-2007) tal vez en El sistema de los objetos. ¿Si fuera el propio objeto el que nos descubre a nosotros? Entonces nos podríamos preguntar, ¿qué está viendo la muñeca? El potencial de una niña. Tal vez una cara indecisa, sin más, atenta al reclamo de su abuela porque se acerca la hora de cenar.

Todos los juegos son importantes porque nos muestran infinitas posibilidades de desarrollo y entendimiento. En realidad, la palabra juguete es una de las más bonitas de nuestro diccionario, su sonido llena la boca de optimismo, como la palabra pastel, y nos lleva a la infancia, ese lugar en el que empiezas a intuir lo importante que es rodearte bien en un espacio vacío.

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