A mediados de junio, la sala Clementina en la ciudad del Vaticano se llenaba de artistas del mundo del humor que recibían la admiración del papa Francisco. Una admiración que dirigía a los que se expresan en el lenguaje de la comedia, el humor y la ironía. Artistas queridos, buscados y aplaudidos porque “son buenos –decía– pero porque tienen y cultivan el don de hacer reír”.
Y les hablaba de la necesidad de difundir serenidad y sonrisas en medio del mundo complejo en que vivimos. Y nombraba su capacidad de romper barreras sociales, de interpelar a distintas generaciones y culturas, de unir a la gente, de crear vínculos y de recordar que “el homo sapiens es también homo ludens; que la diversión lúdica y la risa son fundamentales en la vida humana, para expresarnos, para aprender, para dar sentido a las situaciones”.
¡Qué bien nos viene seguir estas recomendaciones del papa Francisco! Y dejar que la risa llene espacios en nuestra cotidianeidad, pero una risa compartida, imparable, que nos acerca unos a otros y nos hace más humanos. Él nos recuerda la oración de santo Tomás Moro en la que pedía el sentido del humor. Una risa que también consigue milagros, el de hacer sonreír en las dificultades y una risa que denuncia sin herir, que pone voz a situaciones olvidadas, que señala comportamientos inadecuados…”pero sin sembrar la alarma o el terror, la ansiedad o el miedo”. Una risa que despierta el sentido crítico, pero “la risa del humor nunca va contra nadie, sino que siempre es inclusiva, proactiva, suscita apertura, simpatía, empatía”.
¡Es tan importante la risa en nuestras vidas! El saber mirarnos a nosotros mismos y nuestras contradicciones con humor, y dejar que la visión de los otros, los artistas del humor, nos ayuden a relativizar, a encontrar esas esquinas de la realidad que ellos unen y tejen con palabras y gestos.
Esta es la oración que el Papa les ofreció:
Oración de Santo Tomás Moro
Concédeme, Señor, una buena digestión,
y también algo que digerir.
Concédeme la salud del cuerpo,
con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar
lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante
el pecado, sino que encuentre el modo de poner
las cosas de nuevo en orden.
Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento,
las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no
permitas que sufra excesivamente por ese ser tan
dominante que se llama: YO.
Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
para que conozca en la vida un poco de alegría y
pueda comunicársela a los demás.
Así sea.
Poema sobre la risa de Carla Pravisani:
Poema
Me gusta reír hasta que
se me secan los ojos
la boca, los dientes.
Hasta que se me tuerce
el estómago y todos los órganos.
Hasta que salta algún verdugo
y mira con cara de muerte.
Y también me gustan
los amigos que ríen,
los esposos que ríen.
los hijos que ríen,
los padres que ríen.
Me gusta la risa abierta.
No me gustan las cobardías.
Esos que se tapan la boca.
Me gusta el silencio
cercenado por la risa.
El color de ese aspaviento.
Me gusta la noche y la risa.
Y aquello que la provoca.
Ese tropel de caballos
que dinamita el aire.
Me gustan los borrachos que ríen
pero sólo quienes logren sostener
su alegría en pie. Los prefiero
a los cariñosos, a los que reparten
abrazos de bribones.
Me gusta la risa de los niños.
Las que turban la tarde. Las que suben
y bajan la marea del tiempo
y suenan con eco.
Me gusta el público que ríe.
Reír entre desconocidos
es una hermandad hecha de fuego.
No hay manera de odiar
a quien compartió la risa (…)
Comments