Todos los días llegan noticias inquietantes: Rusia envía un submarino de guerra al puerto de La Habana; China, Rusia y Corea parecen aliarse en una triada extraña; tropas ucranianas entran en suelo ruso; China no asiste a las negociaciones de paz, pero parece tener un plan; Rusia dice que no dudará en atacar si se siente atacada. Los piratas hutíes atacan un carguero en el Mar Rojo….
Y luego, va Rusia y hace tratados con Corea del Norte. Corea del Norte promete ayuda militar, incluso con tropas, a Rusia contra Ucrania. Irán amenaza con construir armas atómicas, Perú hace tratos con Corea… México se posiciona con Rusia, Orbán, presidente de Hungría, visita a Zelensky y a Putin… Se ven barcos chinos frente a las costas de Filipinas y, en el mar de Irlanda…
Las elecciones de Francia han dado la ventaja a Mélenchon, conocido antisemita… En Alemania se pide a los jóvenes que estén preparados. Quizá la OTAN tuviera que intervenir directamente en Ucrania… Cada día un sobresalto. Se habla mucho, hoy día, de la Tercera Guerra Mundial, o bien de otra guerra fría. Hablan de posibilidad, cuando en realidad, ambas cosas ya están sucediendo. Pero, en el fondo, se trata de un complicado juego, no se sabe bien, si de damas o de ajedrez, en el que el objetivo es hacer desaparecer al otro color. Con la peculiaridad de que ya no se sabe si hay dos lados o, hay colores específicos. Sí se puede deducir que a un lado está el rey del imperio norteamericano y al otro, el rey del antiguo imperio chino que ya tiene un dominio encubierto, pero que quiere demostrarlo.
Reinas, alfiles, torres, caballos, peones… todas las antiguas y las nuevas y extrañas alianzas y movimientos que hacen unos y otros. Guerras, frías y calientes que ya están en marcha. Y son mundiales porque implican a grupos de países, contra otros grupos de países. Pero las fronteras entre los países son muy fluidas y un país se puede fácilmente cambiar de grupo si su interés económico o su seguridad física se vieran amenazados. Nunca está nada del todo claro, porque no se trata de las antiguas ideologías liberales-comunistas, ni quizá siquiera de batallas culturales sino, sobre todo, económicas, tecnológicas, y de demostración de poder. El pueblo está preocupado por la destrucción y muertes de civiles en Ucrania o Palestina. Los políticos parecen preocuparse más bien por la hegemonía mundial. Se entendía, hasta ahora, que la hegemonía era estadounidense, pero en los últimos años, el imperio se tambalea, tanto a nivel doméstico como internacional. Se tambalea en sus sistemas y en sus líderes.
Muchas personas quedan atónitas ante, por ejemplo, las míseras opciones de liderazgo que se presentan a las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Pero el otro imperio (con sus cortes con aspiraciones también al dominio), el chino, es económicamente potente, pero no alcanza tecnológica, militar o políticamente el nivel de Estados Unidos. La guerra mundial, con sus diversos escenarios, y la guerra fría, con sus amenazas y bravuconadas, ha adquirido tales proporciones que ya no se puede hablar de posibilidades, sino de realidades y de amenazas de más.
En estos últimos días escuchamos cómo Ucrania empieza a abrir embajadas en África… Rusia se va extendiendo a Azerbaiyán, los hutíes atacan el tráfico de cargueros en el mar Rojo, cosa que no le conviene ni a Estados Unidos ni a China. Y Rusia envía un submarino militar y dos barcos de guerra a Cuba. Históricamente, esto siempre ha sido así: las potencias envían a sus aliados menores a hacer la guerra “en tiempo real”. Pero parece que ese fenómeno está ahora más extendido que nunca. Aparte de todos los escenarios internacionales, ¿cuál es la verdadera guerra? Estados Unidos-China. No hay tropas de uno ni de otro, ni en Ucrania ni en África, ni en el Oriente Medio, ni en América. No hay casi bloques ideológicos definidos, puesto que derechas e izquierdas cada vez tienen bordes y posicionamientos más tenues. Las fronteras vecinas siguen teniendo cierta importancia, pero eso no impide que haya una expansión intercontinental sin fronteras.
China empieza por los vecinos… y acaba por todo el mundo
Lógicamente, China tiene grandes intereses estratégicos en Rusia. Los dos países comparten una frontera de más de 4.000 kilómetros y Rusia provee a China de recursos naturales y algunas tecnologías militares. También son aliados en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero hay límites a estas relaciones, ya que China tiene intereses comerciales con los países occidentales. Por lo tanto, China siempre anda con pies de plomo frente a Washington. Por otro lado, produce artículos clave para la economía de Rusia. El comercio entre Rusia y China ha aumentado en un 60% en los últimos dos años. Por muchos avisos, restricciones y aranceles que ponga Washington, el intercambio debe continuar. Aunque algunos bancos chinos han frenado su comercio con Rusia, el negocio continúa entre los dos países. Pekín y Moscú continúan poniendo las bases para una relación económica duradera, como la expansión de la infraestructura a través de fronteras lo cual facilitaría las exportaciones rusas al este. Además, hay un plan de llevar más gas ruso a Asia Central para que Kazakhstan y Uzbekistan puedan pasar más gas a China.
Por otra parte, Rusia y China están buscando maneras de esquivar aranceles e impuestos por medio del yuan y el rublo en lugar del dólar. China ya utilizó el sistema para evadir sanciones sobre Irán. Además, los dos países intensifican su relación diplomática. China tiene planes y no siempre son transparentes. Pero Xi, el artífice, le dijo a Putin “va a haber cambios como no se han visto en 100 años…”. China podría fácilmente presionar a Corea para la desnuclearización cortando el suministro de gas. Pero no lo va a hacer, porque ahora mismo está más cerca de Rusia, y Rusia cerca de Corea. Está, además, la proximidad a las Filipinas, que es un gran aliado de Estados Unidos y hacia quien Estados Unidos tiene una gran responsabilidad de, proteger y defender. China trata de impedir a las Filipinas reforzar su puesto en Sierra Madre, pero en junio, la guardia costera de China chocó intencionadamente con un barco filipino. El puesto, donde se encuentra el Sierra Madre (barco filipino), llamado Second Thomas Shoal, es un islote de barrera de coral sumergido en el mar de China, pero que pertenece a la plataforma continental de Filipinas y ha sido escenario de diversas confrontaciones con China. Washington tiene el deber de defender a Filipinas, pero no le interesa tampoco provocar a China. Tiene que expresar su apoyo a los esfuerzos de Vietnam y Filipinas para negociar sus fronteras marítimas frente a las demandas de China. Algunos expertos opinan que, ya que China no está preparado para una confrontación militar, Estados Unidos debería utilizar poderío militar para proteger Second Thomas Shoal. Pero, dadas las circunstancias actuales, a muchos otros no les parece que sea el momento adecuado. El camino sería, más bien, apoyar económicamente a Brunei, Indonesia, Malasia, Filipinas y Vietnam para que fortalezcan sus fronteras marítimas, lo cual indicaría a China que a Washington no le gusta la agresión de Pekín en el mar de China.
Rusia está decidida a interferir con las normas de Estados Unidos, mientras que China desea construir su propio orden alternativo. En políticas comerciales e industriales, incluso Washington se aleja de la globalización posterior a la Guerra Mundial. Los poderes regionales como Brasil, India, Turquía y los estados del golfo Pérsico pueden decidir de qué lado se ponen, según sus intereses del momento.
China, además, puede fácilmente controlar al amigo comunista de Vietnam. Pero Japón impone sanciones a empresas chinas que envían armas y petróleo a Rusia. Y Ucrania ha abierto embajadas en países africanos como Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Mozambique, Bostsuana, Ruanda y Ghana. Estos países han estado por décadas, y siguen estando hoy, bajo el poderío industrial y comercial de China. Muchos de estos países tienen una gran población islámica que convive con la cristiana. ¿De qué lado van a quedar?
Además de China y Rusia, contra América está Irán. Su teocracia se ha consolidado y a menudo los líderes amenazan a los Estados Unidos, ya que han podido acumular suficiente uranio enriquecido como para construir un arma nuclear rápidamente. Los amigos de Irán, incluyendo a Hamás, pueden secuestrar y matar a americanos. El pasado abril, Irán atacó a Israel directamente desde Irán, pero quizá esta amenaza se suavice con el nuevo gobierno, más moderado, de Irán. Está por ver.
La situación cercana no es mucho mejor. Los cárteles de droga pueden introducirla ilegalmente en Estados Unidos sin problemas. Y la administración no ha podido asegurar la frontera sur, pese a las muchas promesas o declaraciones ilusorias. Aunque China en principio no está interesada en guerras o conflictos, prefiere centrarse en desear suplantar el poder de Estados Unidos como líder mundial en desarrollo tecnológico e inteligencia artificial, sí parece considerarse a sí misma capaz de mediar una paz, entre todas las partes, sin importar su ideología o su sistema económico.
Africa
Es bien sabido que China tiene una enorme presencia económica en África. Pero también ahora Rusia… (¡y Ucrania!) están interviniendo y haciendo alianzas con diversos países africanos, no siempre inclinados a respetar a los Estados Unidos. Lo que le toca a Washington en este caso es también de tipo económico, ofreciendo asesoramiento político, oportunidades económicas y seguridad ciudadana. Eso haría quizá, que los países africanos miraran menos hacia Moscú. Pero todos los intereses chinos en el continente seguirían ahí, y parece algo tarde para revertir la situación.
La amenaza muy real de Corea del Norte
Una de las más evidentes amenazas y que en meses recientes se ha hecho más visible es la de Corea del Norte. Durante muchos años y diversas administraciones, Estados Unidos ha tratado de contener el peligro que supone el desarrollo nuclear del país. Pero nunca, excepto brevemente bajo la administración Trump, ha sido tal contención lo suficientemente agresiva.
Las diversas administraciones siguieron una política de paciencia estratégica, que quizá fuera excesivamente ingenua y pasiva. Trump optó por una política de máxima presión. Pero, ni siquiera la postura más agresiva de Trump logró un efecto duradero. Corea del Norte ha jugado también a diversas posturas: agresiva, amenazante, aparentemente amistosa… En este momento, Pyonyang es tremendamente poderoso: tiene 60 cabezas nucleares y suficiente material como para construir al menos seis bombas al año. Y, lo que es más preocupante, esas armas podrían alcanzar el territorio continental de Estados Unidos. No es muy probable que Corea del Norte lanzara un ataque nuclear, sabiendo que esto acarrearía una fuerte venganza estadounidense que podría destruir el país. Pero tampoco es probable que Estados Unidos lanzara tal ataque porque eso afectaría a los aliados más próximos como son, Corea del Sur y Japón. Pero Corea, en su audacia enloquecida, podría emprender cualquier acción descuidada, provocadora, ataques cibernéticos o terrorismo. Ante esto, Japón y Corea podrían perder la confianza en la protección real de Estados Unidos y emprender sus propios planes de armas nucleares.
Corea podría empezar a vender material nuclear a otros países, como ya lo hizo, al vender misiles a Irán y a Myanmar. El único país que podría hacer algo en este dilema sería China, que podría cortar el suministro de petróleo. Pero en el estado actual de las cosas, no parece que China se vaya a inclinar por eso.
¿Cómo podría responder el gobierno estadounidense a esta nueva crisis? Un ataque militar de advertencia no debería estar en las cartas, por ser demasiado arriesgado. La diplomacia podría ser una opción mejor, pero tampoco parece que los resultados probables fueran muy efectivos. La única manera sería ir debilitando gradualmente al régimen de Kim un Jung, con sanciones. ¡A no ser que fueran contrarrestadas por China! Estados Unidos podría también tratar de imponer (como ya lo ha anunciado con los aranceles) sanciones sobre las compañías chinas que tienen negocios en Corea del Norte, pero esto, también supondría un difícil equilibrio en las relaciones con China. El camino incluye intentar una mayor cooperación con los aliados, Japón y Corea del Sur, que tendrían también que trabajar en mutua cooperación.
También, según algunos analistas, serían esenciales medidas contra la proliferación de armas nucleares. Corea del Norte ha compartido ya con Siria e Irán, además de otros países. Washington tendría que construir una coalición de estados que ejercieran inteligencia para detectar la proliferación.
Y luego, hay otros pasos más pequeños, que incluyen influir sobre la opinión pública por medio de infiltración de redes sociales y tecnología. Esto levantaría la consciencia de los coreanos sobre su propia realidad. Una incipiente clase media norcoreana supondría una tremenda amenaza al régimen de Pyongyang. Una estrategia de denuncia de los abusos de derechos humanos y operaciones de inteligencia sería como una réplica de las políticas, que en su día, contribuyeron a la caída de la Unión Soviética. Pero esta estrategia es más bien lenta y difícil en el impenetrable sistema de Corea del Norte. Podría plantar la semilla para el futuro… Pero, dada la situación actual, ¿de verdad hay tiempo?
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