Este año se celebra el centenario del nacimiento de Ana Mª Matute. Como lema de la Exposición que el Instituto Cervantes preparó sobre ella eligieron un título: Quien no inventa, no vive; paráfrasis de San Juan, quien no ama no vive, que utilizaba la propia autora. Además de destacar en este lema el poder de la imaginación para vivir, me gusta traer una cita sobre los recuerdos que son la fuente principal de su obra. “Mejor será que hablemos de nuestros recuerdos. ¡Es la única forma de volver a vivir! /…/ Los recuerdos tienen, cada cual, su perfume particular”. (Sólo un pie descalzo, Cap. 4- 1983)
La autora y su obra
Ana Mª Matute nació en una familia de la burguesía catalana y por tanto, vivió en un ambiente acomodado. Aprendió numerosas historias de la cocinera Isabel y de la tata Anastasia. Esas historias en las que se enlazan el folklore, la fantasía y las creencias ancestrales con las supersticiones, despiertan en ella la curiosidad que la convertirá en lectora y escritora. Aquellas criadas eran personas iletradas, pero poseedoras de la sabiduría popular. Era una época en la que estaba marcada rígidamente la distancia entre los niños y los adultos, en las casas acomodadas. Ana Mª Matute lo describe muy bien en sus obras, en las que detalla cómo era aquella vida familiar, que hoy puede resultar incomprensible. Esa situación le afectó profundamente y formó para siempre parte de su ser, como evoca en su discurso de recepción del Premio Cervantes (2010).
Recuerda nítidamente cómo fue su vida de niña y el paso de la infancia a la adolescencia. A la primera la denomina siempre “paraíso perdido” y a la segunda “tierra de nadie”. En el año 2008 publicó Paraíso inhabitado, última obra publicada en vida de su autora. La novela subraya este proceso (infancia-adolescencia), descrito a su vez en obras anteriores. Puede decirse que es una de las obsesiones que configuran su literatura. Quiere dejar constancia del alma humana y a pesar de escribir metafóricamente, no puede evitar mostrar claramente su pensamiento y sentimiento sobre la vida, la muerte, el gozo y el dolor, la ilusión y el desengaño, los recuerdos y el paso del tiempo. Sus personajes hablarán y dirán lo que le oiremos decir a ella en los discursos que pueden escucharse en las múltiples grabaciones que han quedado.
Ana María fue desde pequeña una gran lectora y también escritora e ilustradora de lo que inventaba. Fue una niña tímida y temerosa que se sumergió en la literatura del siglo XVII de Perrault y en la del siglo XIX con Andersen y los Hermanos Grimm. A todos los nombra específicamente en sus obras, dejando constancia de que le imprimieron carácter, algo fácilmente constatable al leer sus obras.
Su otra gran afición fue el dibujo y la pintura, de hecho, se conservan los cuadernos en los que no sólo escribía, sino que ilustraba sus historias. Nunca utilizó un ordenador, le gustaba escribir a mano y más tarde a máquina, haciendo las correcciones a mano. Además del sentido de la vida y de la muerte que buscó siempre, valoraba la amistad tanto como la soledad, necesaria para el creador o “inventor”. Fue una “maestra de la palabra”. La riqueza de su vocabulario y la precisión con la que utiliza cada palabra y signo de puntuación son exquisitas. Hay que destacar igualmente el uso de la luz y la oscuridad y de la música, los ruidos y el silencio.
Paraíso inhabitado (2008)
Todo lo dicho antes queda definitivamente registrado en esta novela. Es una obra realista aunque imaginativa, que resume toda la trayectoria literaria de la autora. La protagonista imagina y crea su mundo en el que procura encontrar la felicidad. Además, sueña, y es en ese onírico espacio en el que ve pasar un Unicornio que la tranquiliza. También las situaciones y personajes evocan los de sus cuentos infantiles, gigantes, nomos y otros, pero no por eso es una obra de fantasía.
“Se trataba de la más espaciosa de las habitaciones. Para mí, entonces, tan enorme como lo eran sus muebles y todo cuanto allí se acumulaba. A menudo tomaban formas de animales o montañas, y hasta cascadas, que caían suavemente y sin ruido sobre los dibujos de la alfombra. Olía de un modo especial, distinto al resto de la casa. Yo le llamo ahora «olor al salón», una mezcla de olor a alfombra calentada por los radiadores, y a cera de parquet, y a madera de caoba.” (Cap. 1).
La protagonista, Adriana, es sin duda su alter ego, describe con minuciosidad no sólo lo que ve sino lo que no ve, pero imagina. Sus sentimientos y emociones afloran a lo largo de la novela en torno a unos personajes que le abren las puertas y ventanas de la vida. Adriana dice constantemente que le asusta el mundo de los adultos, que son Gigantes a los que no se sabe enfrentar y por eso, calla. De tal modo que los adultos que la rodean, en concreto la cocinera Isabel y la tata María, dicen que la niña tiene su propio lenguaje. Y Ana Mª Matute lo tuvo y mantuvo hasta el final, ella misma lo reconoce con insistencia. De igual modo tuvo su propio mundo en la escritura, como elemento liberador de emociones.
Maneja los cinco sentidos ligados a los sentimientos, lo cual hace pensar no sólo en la literatura romántica, sino en la madalena de Proust. Utiliza el olor a pan tostado de las manos de la tata María o el perfume de mamá, o el olor a niño para hablar del cariño o de su ausencia. De forma igualmente hábil maneja el tacto al evocar el aleteo de una mariposa que la rozó o el roce del collar de perlas de su mamá. Adri dice que su mamá es más simpática sin el collar, que con él estaba solamente realizando un papel. Sus críticas son así de sutiles, dice cosas importantes aun cuando parece que no dice nada. El gusto por las deliciosas comidas de Isabel y por el té que prepara Teo, se vinculan a momentos de placer y entusiasmo. El oído desarrollado en el silencio de la noche, hace reconocer los pasos y la respiración de los personajes, de las puertas, de la gramola. De forma igualmente hábil utiliza la vista. Ve lo real, el patio con sus propios ruidos y emociones y lo fantástico, como el Unicornio que cruza raudo por su habitación y que la tranquiliza y hace soñar.
Ana María era una persona tímida y rebelde a un tiempo, que se defendía de un mundo que no le gustaba, mediante la escritura. En Paraíso inhabitado recrea un mundo que no ha olvidado. En él se ve cómo la fantasía la protege de la realidad durante la noche. Esta fantasía, las lecturas y las palabras le ayudan a enfrentarse a los periodos más difíciles de su vida, como la pérdida de la custodia de su hijo cuando se separa. Carmen Riera que la califica como maga, dice de ella que a pesar de sus depresiones “que durante al menos veinte años no le permitieron escribir, fue una mujer vitalista con gran sentido del humor”.
Los premios
Ana Mª Matute ganó todos los premios que existían para la literatura española, El Nadal, El Nacional, el de la Crítica, el Planeta, El Lazarillo, el Cervantes y otros. Fue una autora muy considerada ya durante el franquismo, a pesar de que la censura fue muy rigurosa con ella. Tuvo que modificar en ocasiones sus textos o no publicarlos en su momento, como sucedió con Luciérnagas.
A lo largo de su obra relata el descubrimiento de diferentes sentimientos y emociones y la sorpresa que le produce descubrir que el odio es atroz. La alegría y la tristeza son como una mancha de tinta sobre el papel, se desparrama y extiende, queramos o no.
Su generación
La nostalgia de la infancia perdida flota en el aire en sus textos. Su generación es la de los niños de la Guerra y éstos perdieron su infancia de un plumazo el verano de 1936. Ella la llama de los “niños asombrados”. Con asombro descubrieron el horror, la muerte, el hambre y el miedo sin que nadie tuviera tiempo de explicar lo que sucedía. Tuvieron que poner palabras a los sentimientos desbocados de una guerra cruel.
Más tarde, esta generación evitaba hablar de la Guerra y muchos autores, Delibes entre otros, describen la niñez que vivieron antes de que estallara. Esa infancia de toda una generación que era feliz, cada uno en su mundo y a su manera, hasta desatarse el durísimo conflicto fratricida que convulsionó España durante tres interminables años.
Los objetos
En la obra de Ana Mª Matute, los objetos alcanzan una relevancia extraordinaria. Al igual que Andersen, los personifica y tienen una voz que sólo oye el protagonista, normalmente en sueños. Alude más de una vez al Soldadito de plomo. En Sólo un pie descalzo, las cosas de su pupitre se transforman y cantan y bailan (cap. 5) como los juguetes de Andersen. También tienen sombra, según dice Gabriela en el Capítulo 7, no son sombras corrientes, son las sombras de los ruidos, de las voces y rumores que no oye la gente.
Luciérnagas
Me parece la obra de mayor madurez y elaboración de Ana Mª Matute. Dado los temas que trata no es extraño que la censuraran en los años 50, aunque sí lamentable. La protagonista es Sol, que como en otras novelas, puede ser su alter ego. La acción se desarrolla desde antes, durante y al final de la Guerra. Describe los hechos tal y como otras personas de su época y edad los relataron. El tema del hambre está presente y tratado sin concesiones. En esta obra destaca otro personaje femenino, Cloti que es la antítesis de Sol, social y culturalmente, pero que influirá poderosamente en ella para abrirle los ojos a la realidad de la vida. Sol en el primer capítulo de la segunda parte se da cuenta de que no está educada para vivir en el mundo que está descubriendo y queda sumida en una profunda oscuridad interior.
Cuando conoce a Cristián, personaje masculino que la enamorará, descubre que ambos están siendo sacudidos por la misma angustia de no poder vivir. Aparece el tema del suicidio, las relaciones extramatrimoniales, la traición, la cobardía y la supervivencia.
Ana Mª Matute publicó esta obra con otro nombre En esta tierra en 1955, pero censurada y, siempre se arrepintió de ello. No dejó que esa versión se reeditara hasta que en 1993 se publica el texto íntegro con el título original.
La soledad, la nostalgia y la tristeza se entrecruzan una y otra vez para denunciar con gran lirismo las relaciones humanas, el mundo al que se asomaba y que no le gustaba. De ahí la necesidad de recordar e inventar.
