La voz del poeta Eloy Sánchez Rosillo nos abre a un tiempo de mirada serena y descubrimiento que tanto necesitamos en su Canción de septiembre:
“Me oigo cantar por dentro. Ya es septiembre.
Comienza una mañana fresca y limpia. El verano
recoge sus enseres, sus dijes y abalorios,
y se va retirando paso a paso.
Hay adiós y elegía en la luz de esta hora
que también es alegre y revela los lazos
que aúnan cada cosa con las demás y el todo
cuando miras despacio.
Me entreabre un resquicio a veces el misterio,
y mis ojos vislumbran en sus adentros algo
que quizá ya sabían, pero que no sabían,
que alguna vez supieron y después olvidaron.”
Esta canción de su poemario Venir desde tan lejos nos sitúa en la vorágine de un tiempo que marca el inicio de un nuevo comienzo, después del tiempo sereno del verano que vivimos. Pero un tiempo que se nos propone como mirada despacio a la realidad, sin prisa, con esa sabiduría alcanzada en las horas de sol y diálogo. Solo así seremos capaces de entreabrir el misterio que nos circunda y percibir el misterio de los demás. Solo así podremos seguir cantando por dentro la melodía que ponía frescura y risa en nuestra alma. Necesitamos mirar y mirar despacio esta compleja realidad que nos duele de herida y guerra y abrazarla desde la luz que llena nuestros ojos de misericordia. La poeta Antonia Cortés nos dice en su libro Tierra:
“Que nunca falte una luz,
ni en las oscuras noches
ni en los sombríos corazones
de los huérfanos de amor.
Que su sombra proteja
a quienes deambulan perdidos en la niebla
y envueltos en su dolor.
Que nunca falte una luz,
ni en las tristes madrugadas heridas
ni en las hambrientas traiciones
que alimentan las envidias.
Que no falte,
que nunca falte la luz.”
Es esta luz la que necesitamos para entreabrir la puerta del misterio de los otros que se funde con nuestro misterio. Y quizá para ello tengamos que abrirnos a esa plegaria que transforme las sombras que nos envuelven y las que llevamos en nuestro interior.
Las palabras de Leonard Cohen en El libro de la misericordia así lo expresan: “Me rodea completamente, la oscuridad. Tú eres mi único escudo. Tu nombre es mi única luz. Qué amor tengo, tu ley es la fuente, este amor muerto que solo recuerda tu nombre, aunque el nombre sea suficiente para abrirse como una boca, para pedir el rocío y beber […]Oh nombre del amor, que tu bendición del fin descienda sobre el hombre al que partiste en dos para conocerte.”
Que en este septiembre nuestra mirada se llene de luz y misericordia.
