Lo que había parecido una situación de equilibrismo, que mantenía al mundo en vilo, pero esperanzado, se ha convertido ahora en una escalada que parece imparable.
El 13 de junio, Israel inició una serie de ataques contra las plantas nucleares iraníes. Irán respondió atacando a Tel Aviv y el conflicto ya se ha cobrado muchas vidas de civiles, ha destruido edificios y ha destrozado partes de la infraestructura de Irán. Y por ahora, ninguna de las dos partes parece dispuesta a detener la escalada.
Hasta el momento, Israel ha atacado plantas de enriquecimiento de uranio y bases militares. Han eliminado a líderes iraníes de la Guardia Revolucionaria Islámica y a prominentes científicos nucleares. Las respuestas de Irán se incrementan, y parece lógico asumir que Israel no desea solo eliminar todo el programa nuclear, sino todo el régimen.
No es una sorpresa. Israel había amenazado con emprender acciones militares para destruir el programa nuclear de Irán, pero hasta la fecha, parecía poco probable que emprendiera tales acciones mientras duraban las negociaciones. Trump había dado sesenta días a Irán para responder. Después de 61 días de espera a un acuerdo de compromiso de no fabricar armas nucleares por parte de Irán a cambio del levantamiento de algunas sanciones internacionales, Israel se cansó de esperar. Atacó exactamente en el día 61.
El presidente Trump asegura aún que quiere llegar a un acuerdo nuclear, y Teherán ha dejado la puerta abierta, siempre y cuando Israel cese los ataques. Sería absolutamente necesaria una solución diplomática para evitar una guerra abierta y continuada y la implicación de Estados Unidos en un conflicto nuclear. Un cese de hostilidades estaría a favor de los intereses estadounidenses. Pero si la guerra continúa y se amplía, Estados Unidos se vería obligado a intervenir directamente. Y para Trump, que se ha posicionado como pacificador, la situación se presenta cuando menos, tremendamente desafiante.
Muchos partidarios de Trump se oponen a implicarse más en Oriente Medio. La guerra, además, haría subir el precio del petróleo añadiendo esto a los problemas de inflación ya presentes en Estados Unidos. Para evitar entrar en una situación extremadamente peligrosa, Trump tendría primero que tratar de convencer a Netanyahu para que suspenda los ataques. Y para eso, podría cesar el apoyo armamentístico, ya que Israel no podría seguir los ataques en solitario sin ayuda estadounidense.
Al mismo tiempo, tendría que poner fuertes presiones sobre Irán para llegar a un acuerdo. Sin tal acuerdo, Irán, en estado de pánico, se podría lanzar a conseguir armas nucleares. En los últimos meses, ha habido informes que aseguran que Irán podría producir rápidamente hasta seis bombas nucleares.
En semanas anteriores
No se había hablado mucho de Irán en los medios de comunicación. Y, sin embargo, ahí estaba silenciosamente como pieza muy importante en el equilibrio —bélico o de paz— mundial. Los dos focos de conflicto más conocidos (Rusia-Ucrania, Israel-Hamás), entre otros muchos, tienen a Irán como actor secundario, pero importantísimo. Sobre todo, Israel, que, histórica y lógicamente se ha sentido amenazado por el Estado Islámico, decidido a aniquilar totalmente el Estado de Israel. Y por su parte, Israel está decidido a aniquilar totalmente a todo poder, político o terrorista, que amenace a la seguridad nacional.
En estos dos últimos meses, Trump ha estado bastante ocupado en negociaciones y tratados de control nuclear con Irán. Pero ¿quién querría hablar con Irán, aliado del Estado Islámico, de Rusia y de Hamás? Como se dice comúnmente, “a los enemigos ni agua” … ¿O sí?
Lo cierto es que parecía de extrema necesidad llegar a un acuerdo con Irán, porque no hacerlo supone un peligrosísimo circo para el mundo entero. De que la capacidad nuclear de Irán se contenga o se ponga a un lado u otro de los conflictos depende la seguridad del mundo.
Por décadas ya, la política mundial ha vivido un difícil funambulismo o prestidigitación. La historia viene de lejos y está llena de tiras y aflojas, errores políticos y ayudas a la contención por parte de otros factores. Pero este momento es de particular fragilidad.
Los mayores aliados de Irán, China y Rusia se beneficiarían de la incertidumbre que provocaría un Irán nuclear en el escenario mundial. Y para su socio comercial más importante, India, sería muy difícil objetar a la estrategia nuclear de Irán ya que depende del país para su energía y gas. India, por otra parte, es estrecho aliado de Estados Unidos…
Un poco de historia
El programa nuclear de Irán se remonta a hace más de 50 años, en el régimen de Reza Pahlevi. Pero, de hecho, a pesar de haber desarrollado la capacidad, Irán no decidía producir armas nucleares. En 2003, el Ayatollah Ali Khamenei declaró que la posesión de armas nucleares estaba prohibida por el islam. Pero tal prohibición no mencionaba el desarrollo de la capacidad de producir tales armas o de manufacturar cabezas nucleares o torpedos. Tal matiz permitía a la República Islámica el derecho de continuar su tecnología nuclear mientras que presentaba sus intenciones como pacíficas. Al situarse en un umbral entre la capacidad y el desarrollo real, Irán mantiene una posición clave de amenaza para los poderes occidentales. Después de más de veinte meses de negociaciones, en 2015 Irán y seis potencias internacionales (China, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania) llegaron a un acuerdo para limitar el programa nuclear iraní a cambio de levantar las sanciones internacionales, que ahogaban la economía iraní.
Los puntos clave del acuerdo incluían el compromiso de Irán de destruir un 98% del material nuclear, no producir uranio enriquecido y aceptar la verificación de los acuerdos. Ya en ese momento, Benjamín Netanyahu calificó el acuerdo de un “error de proporciones históricas”. Porque eso le da a Irán la oportunidad de situarse al lado de China y Rusia y apoyar a Hamás y otros grupos terroristas palestinos y eso supone un gran peligro para el mundo occidental. Donald Trump también lo consideró un error y ya en su primer mandato, en 2017, anuló el acuerdo.
Y ahora
Hay evidencia de que la inestabilidad regional provocada por el ataque terrorista de Hamás en octubre de 2023 está empujando a Irán a desarrollar armas nucleares. Y el pasado agosto, la Agencia Internacional de Energía Atómica expresó la preocupación de que tal agencia no podía proporcionar seguridad sobre la naturaleza pacífica del programa nuclear de Irán.
Aunque los líderes iraníes parecían cuidadosos de no provocar un conflicto devastador con Israel o Estados Unidos, podrían ahora concluir que poseer armas nucleares es esencial para su supervivencia, por razones domésticas: se enfrentan al descontento de sus propios ciudadanos, además de a los peligros exteriores. El descontento se debe en gran parte a razones económicas debidas a la ineptitud de los gobiernos, y también al sentimiento de amenazas exteriores por la fragilísima situación en Oriente Medio.
Mientras que la mayoría de los iraníes preferirían, lógicamente, no enfrentarse a Estados Unidos, el conflicto ha cambiado su opinión sobre las armas nucleares, con una creciente posición a favor de la opinión pública, y especialmente entre los jóvenes e incluso entre clérigos chiítas e intelectuales. Los líderes iraníes podrían aducir que el desarrollo de armas nucleares y su posesión serían haram (es decir, no contrarias a la religión islámica) en base a que el pueblo piensa que son necesarios para mantener la seguridad nacional. Incluso quienes están en contra del régimen actual tienen un sentido histórico de nacionalismo que apoya las acciones militares en tiempos de crisis y frente a amenazas externas.
Los grupos a los que por muchos años ha apoyado Irán en territorios palestinos, así como en Irak, Líbano, Siria y Yemen están ahora bajo el ataque de Israel, decidido a eliminar a todo grupo que suponga una amenaza para el país. Si Israel continúa su asalto sobre el territorio que controla Hezbolá en el Líbano, Irán perdería redes cruciales de carreteras, redes, aeropuertos y túneles a través de los cuales la Guardia Revolucionaria Islámica proporciona asistencia militar y técnica a los diversos grupos anti-israelitas.
No sólo eso, sino que Irán también ha sufrido ataques más cercanos, con sabotajes a sus sistemas armamentísticos y locales industriales. Israel mató a un líder de Hamás en Teherán en julio del año pasado. Los ataques sobre los grupos aliados de Irán están generando tanto temor como actitudes desafiantes en Teherán, y provocando declaraciones desafiantes por parte del presidente, supuestamente moderado, Masoud Pezeshkian. Los más radicales miembros de la Guardia Revolucionaria Islámica estarían muy de acuerdo con tales posiciones.
El difícil equilibrio mundial
La guerra de Ucrania tiene una relevancia particular en este sentido del desarrollo nuclear de Irán. Moscú depende en gran parte de los misiles y drones iraníes. Y le conviene a Rusia también, por tanto, contribuir con tecnología que ayudaría a Irán a acelerar su capacidad de producir armas nucleares.
Las alianzas de Irán en el Oriente Medio se han debilitado enormemente debido a los últimos acontecimientos en Siria y los enfrentamientos entre suníes y chiítas. Y, aunque las fuerzas de seguridad en Yemen e Irán mismo parecen lo suficientemente fuertes como para controlar a Irak, las fuerzas iraquíes, antaño muy beligerantes contra Estados Unidos e Israel, parecen ahora algo más temerosas de la fuerza ejercida por Washington. Los políticos iraquíes parecen más ansiosos de lo ordinario de tranquilizar a Estados Unidos.
Por su parte, Irán tiene un gran interés en controlar a Irak porque es una fuente de dinero enorme para la República Islámica. La Guardia Revolucionaria Islámica de Irán y su ala de operaciones extranjeras saquea las riquezas de Irak para financiar al Estado Islámico. Irak es rico en petróleo y no tiene sanciones internacionales para sus exportaciones.
Así que los terroristas iraquíes, Hezbolá en el Líbano y los Hutis en Yemen se pueden enriquecer de la economía iraquí. Irán evita sanciones trasladando su petróleo a aguas iraquíes, etiquetándolo como iraquí y evitando así los aranceles y sanciones internacionales. Perder las alianzas con Irak supondría para Irán perder también el peón que podrían jugar en las negociaciones nucleares para evitar sanciones internacionales.
Nuevas negociaciones
Por todo esto, Estados Unidos debe tratar de asegurarse de que los líderes iraquíes no se avengan a las demandas de Irán. La administración Trump ya he dado algunos pasos en este sentido, imponiendo sanciones a quienes violen las impuestas a Irán. Tales pasos quizá no persuadan a los líderes iraquíes que detestan a Estados Unidos, pero, como reaccionan a incentivos, o a amenazas, quizá sí se avengan a ellos.
Una propuesta presentada recientemente a Irán permitiría cierto enriquecimiento limitado de uranio dentro del país con fines civiles como medicina nuclear o energía eléctrica. Sin embargo, el presidente estadounidense Donald Trump afirmó en redes sociales que cualquier acuerdo con Irán prohibiría todo enriquecimiento.
Un nuevo acuerdo prohibiría a Irán construir nuevas instalaciones, desmantelaría infraestructuras existentes, obligaría a detener el enriquecimiento a niveles elevados y a sellar sus instalaciones subterráneas. Permitiría un enriquecimiento a un nivel de 3% para fines civiles. A cambio, se levantarían las sanciones económicas internacionales una vez que se demuestre un compromiso real con los términos del pacto, según evaluación conjunta de Washington y el Organismo Internacional de Energía Atómica.
Por ahora Teherán ha respondido aumentando el enriquecimiento hasta niveles cercanos a los necesarios para fabricar armas, y los expertos predicen que podría producir una bomba en cuestión de semanas si decide fabricar armas nucleares.
Según el Wall Street Journal, los funcionarios israelíes creen que Estados Unidos podría abandonar la exigencia de prohibir todo el enriquecimiento y proceder con un acuerdo menos amplio en lugar de arriesgarse a que las negociaciones fracasen. Varios de los puntos principales de la propuesta parecían muy similares a las condiciones esbozadas en el acuerdo nuclear de 2015.
Irán, que abiertamente busca la destrucción de Israel, ha negado sistemáticamente que pretenda adquirir armas nucleares.
Sin embargo, ha estado enriqueciendo uranio a niveles que no tienen aplicación pacífica, ha obstaculizado el acceso de los inspectores internacionales a sus instalaciones nucleares y ha ampliado su capacidad en materia de misiles balísticos, y sus funcionarios han advertido cada vez más que podrían fabricar la bomba.
Irán tendría mucho que ganar de la reducción de sanciones de Estados Unidos que han destrozado su economía, limitando su capacidad de negociar y minando sus industrias. Una reducción de sanciones favorecería grandemente las capacidades de Irán. Pero también podrían limitar los esfuerzos de Estados Unidos de contrarrestar la influencia de Irán en el Oriente Medio, ya que Irán podría invertir en fortalecer su potencia militar y la de su eje de resistencia. Para evitar tal resultado nefasto, Estados Unidos insistiría en que cualquier acuerdo con Irán incluya restricciones en la exportación de misiles u otro armamento por parte de Teherán. También podría exigir que Irán no se inmiscuyera en los asuntos de otros países de la región. Pero que Irán respete tal compromiso es mucho más improbable. Y eso llevaría a nuevas acciones de represalia…
Todo un juego de lo que parece funambulismo por parte de Irán, en la cuerda floja, y prestidigitación por parte de Estados Unidos manejando las distintas bolas y esperando que caigan bien… De momento, Trump ha exigido a Irán su rendición. Asegura que saben dónde está Khamenei y que sería muy fácil atraparlo o destruirlo, aunque no se desea la muerte de la población civil…. Y mientras, el mundo en vilo.
