Regresar a El Padrino es una religión. Una latitud del alma y la tensión de existir, una cofradía del espíritu que se resiste a darnos un último mensaje, una última escritura de la vida y la pérdida. Porque El Padrino siempre te interpela, y alcanza una lectura diferente en virtud de tu edad y de tu situación, de tu estado de calma o de zozobra.