Hurgar en la vida de un artista puede dar paso a muchas inquietudes. La obra plástica de un creador nos da pie para traspasar el umbral de lo externo, del envoltorio humano y entrar en la vida más íntima, observar el corazón de quien dio vida a una obra y entonces vislumbrar el palpitar de un alma. Cuando ese umbral nos abre una vida como la de la escultora Camille Claudel, es nuestra alma la que solloza, es nuestro corazón el que sufre, y es nuestra razón la que grita.