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EL TERROR IMAGINADO O NO

Imaginamos el futuro y nuestra imaginación nos aterra. Pero ellos no le tendrán miedo hasta que lo entiendan. Y no lo entenderán hasta que lo usen”, comenta Oppenheimer en la película que lleva su nombre. El científico se refería a la bomba atómica, por supuesto, pero las palabras resuenan con fuerza especial en estos tiempos. Algunos hablan de un posible terror apocalíptico, pero la verdad es que en general se prefiere no hablar, no imaginar… no se entenderá la destrucción atómica (si es que queda alguien para entender) hasta que se pulse el botón.  O quizá no se quiera entender, porque ha habido diversos avisos que los medios quizá no hayan querido resaltar para evitar alarmas. El mundo está “al borde de una tercera guerra mundial”, dijo en la última sesión general el presidente del Comité de Desarme y Seguridad Internacional de la ONU, Peter Mohan Maithri Pieris, de Sri Lanka. Y lo dijo el presidente Biden al comienzo de la invasión de Ucrania casi como una amenaza a Rusia “por la obligación sagrada de defender a la OTAN”, y en defensa de Ucrania. Y lo afirmó Trump advirtiendo del enorme peligro que suponía. 

Pero una cosa es la amenaza nuclear, que aterra a la imaginación, y otra cosa es la verdadera guerra, nuclear o no, que ya está en marcha hace meses, quizá años. Y más real y sentida hoy día, con el conflicto en Gaza, en el que Irán defiende a Hamás, (que es muy distinto de defender a Palestina), y Estados Unidos ataca a Siria (¿por si acaso?). Que Europa se ha posicionado a favor de Israel es un hecho sabido, pero lo más dudoso y quizá más alarmante, sea la postura que tomen los países árabes. O la postura que tomen, China que típicamente habla en lenguaje diplomático pero no está precisamente a favor de Israel; la India o Rusia.

La amenaza nuclear

Aunque se prefiera no hablar de ella, la amenaza nuclear despertó todas las alarmas hace meses, y las debería despertar casi todos los días en que saltan a los medios anuncios de Corea del Norte, Arabia Saudí o Irán sobre sus avances en armamento nuclear. Y esos países son precisamente quienes están enfrentados a la OTAN y los poderes occidentales.  O cuando Lula da Silva advierte de que el occidente debería evitar una tercera guerra mundial con Rusia, como afirmó hace poco tiempo en la conferencia de Desarme de la ONU, haciendo una clara referencia a su deseo de posicionarse como intermediario en las conversaciones para finalizar la guerra en Ucrania… A esto respondió el portavoz del Consejo de Defensa Nacional de Estados Unidos, John Kirby, acusando al presidente brasileño de “repetir como loro la propaganda rusa y china”. Y tampoco se debió olvidar cuando, en el momento de la incorporación de Finlandia a la OTAN, se avisaba de la reacción rusa a la ampliación de la Alianza desplegando armas atómicas en el Báltico. Y los acuerdos entre Bielorrusia y Rusia para desplegar en su territorio armas nucleares tácticas, aunque sean de potencia limitada.

En el conflicto entre Ucrania y Rusia, Europa se ve atrapada en un dilema irresoluble. Si abandona a Ucrania a su suerte, le da cancha abierta a Rusia para imponerse sobre los países de su alrededor; pero “escalar el conflicto para expulsar a las tropas rusas de todo el territorio ucraniano” asegura Pardo de Santayana, oficial del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y experto en Rusia, “sometería a Europa a un alto riesgo nuclear”.

Si Europa estuviera en peligro de amenaza nuclear, España estaría terriblemente afectada. España no dispone de armas nucleares propias, y no se enfrenta a un riesgo como consecuencia de la guerra en Ucrania, pero sí en caso de escalada militar de la OTAN.

Estaría, además, más expuesta, por la proximidad, al ataque desde el Sahel, donde existen nudos y fuertes relaciones con Rusia, y del yihadismo, lo cual está ahora aún más cercano con el conflicto en el Oriente Medio. Y, con todas las amenazas en el horizonte, lo que se puede producir (y de hecho se sospecha que ya se esté produciendo) es una escalada de producción de armas nucleares en Europa.

El año pasado ya hubo un ejercicio de ejércitos del aire en Europa en que se cruzaron por el cielo belga 14 aviones aptos para lanzar armas nucleares tácticas americanas. Añadamos a todo esto el riesgo de un error humano o detonación accidental, y tendremos el más oscuro panorama, ya que implica una amenaza apocalíptica que, unida al uso potencial de armas químicas, significaría el fin de la humanidad. La pandemia de COVID-19 (un simple botón de muestra), ya fue lo suficientemente alarmante.

¿Qué salidas al conflicto hay?

Si la guerra mundial es inevitable (o, más bien, si ya está entre nosotros de diversas maneras), el evitar un conflicto nuclear pasaría por librar guerras que pudieran parecer más seguras para las naciones más poderosas… no menos destructivas para los países más pobres. Eso es más seguro, menos llamativo, pero terriblemente letal. La guerra, en efecto, ya está en marcha. Está en marcha no sólo en la que hace titulares todos los días, sino frente a las costas de Taiwan y Filipinas, en diversos puntos de África y por toda Hispanoamérica. E, incluso si no es guerra convencional, en muchas ocasiones se trata de un equilibrio propio del terror de la Guerra Fría.

Por ejemplo, Corea del Norte y Rusia tienen programas de armas bioquímicas, además de atómicas… ¿qué son capaces de soltar al mundo?  Y no ayuda nada a la serenidad del mundo el que Putin y Kim se reúnan amigablemente. Las bacterias y virus tienen la capacidad de multiplicarse a toda velocidad. Y una vez que se sueltan, no hay manera de volver a controlarlos. Y el soltarlos puede ser intencionado o accidental: el resultado es el mismo.

Richard Danzig, antiguo secretario de Marina de Estados Unidos llama a esto una ruleta tecnológica. Todavía no se ha disparado ningún tiro, pero eso no cambia el riesgo que se corre. Las tecnologías destructivas presentan un desafío inmenso al sistema político actual. Además, el riesgo puede dar excusas (como lo hizo con el COVID) para restringir libertades personales. La posibilidad de un fácil acceso a armas bioquímicas se podría utilizar para justificar el Gran Hermano.

Guerra, guerra y guerra por todas partes: los mismos actores bajo diversos disfraces étnicos

La guerra de Ucrania, que podría casi parecer una guerra civil, ha puesto de manifiesto, sin embargo, la guerra soterrada y aparentemente incruenta entre China y Estados Unidos. De hecho, ni chinos ni estadounidenses han sufrido ninguna baja. En realidad, Ucrania es un tema de segunda categoría; el primero es China. El secretario de Defensa de Estados Unidos ha admitido espontáneamente que Estados Unidos en realidad quiere usar a Ucrania para debilitar a Rusia. Lo que no se dijo es que también está haciendo del caso ucraniano un ejemplo-advertencia para China. Pero es evidente, por otra parte, que ningún aliado de Estados Unidos podría cortar lazos económicos con China. Y eso podría mantener, por el momento, el equilibrio aparentemente pacífico.

Las guerras a menudo parecen territoriales e ideológicas cuando, en realidad, suelen tener un núcleo más bien económico, como demuestra la crisis del grano que controla Rusia. O el hecho de que ha sido precisamente Estados Unidos la nación más beneficiada por todo el comercio del petróleo. La interdependencia no elimina la posibilidad de guerra, pero sí que pone en evidencia los riesgos y, de algún modo, detiene las manos que aprietan el botón, mientras las batallas se libran en otros lugares.

La guerra en Oriente Medio

Uno de los problemas de la guerra entre Hamás e Israel, que se espera sea larga, es que no es una guerra entre dos poderes aislados. Implica a casi todo el mundo, y sobre todo, el mundo occidental. Los ataques terroristas en Europa y Estados Unidos, así como Australia, no son nuevos. Y se teme que vayan a mucho más. De hecho, ya han comenzado, con atentados terroristas en Bélgica y Francia. Toda Europa y Estados Unidos están en estado de alerta máxima. La población islámica en occidente es cada vez más amplia. Y los yihadistas no van a limitarse a atacar Israel, sufrirán las represalias y atacarán con más rabia aún. Van a extender la guerra a todos los que consideren opuestos a sus posiciones. 

La guerra en Asia

Además de las conocidas tensiones entre Corea del Norte y Corea del Sur, China y Taiwan, y las demostraciones de fuerza ante las costas de Filipinas, uno de los puntos más cruciales de la guerra soterrada es Burma. Aunque casi nadie hable de Burma, éste es uno de los escenarios de la guerra latente entre Estados Unidos y China. De hecho, la crisis ha recibido una atención mínima por parte de los dos países. Washington se pronunció a favor de los partidos pro-democráticos del país, pero por razones geopolíticas, no ha mostrado voluntad de emprender acciones de fuerza contra la Junta.

China está del lado de la dictadura militar, pero también optó por esperar. Pero este autocontrol de los dos países está a punto de romperse. China se mueve ahora con más decisión para apoyar a la Junta, lo que coloca a otros países de la región en una fuerte tensión. Aunque Washington apoya a los grupos pro-democráticos, tiene mucho cuidado de no enfrentarse con los aliados de la región, y no ha impuesto sanciones económicas a quienes tienen negocios con la Junta, tales como las compañías eléctricas tailandesas y las financieras de Singapur. Por su parte, los aliados de Estados Unidos en la región, como Australia, India y Japón, temen que una presión excesiva dé entrada a mayor influencia China.

Pero China también es algo ambivalente en este escenario; apoya a la Junta, pero no confía en su liderazgo militar; también apoya a los grupos étnicos armados. Por un tiempo, esta situación ha creado un difícil equilibrio. Pero ahora se ha complicado con el posicionamiento abierto de China a favor de la Junta. Los demás países de Asia, asociados en la ASEAN, se ven abocados a alinearse con la Junta o con los grupos pro-democráticos, y eso crearía una peligrosa fractura de los países asiáticos.

África

El conflicto de Sudán lleva años sangrando el país, aunque no se hable mucho de él. Por otro lado, no está claro lo que ocasionó el golpe de estado del pasado julio en Níger. Al principio parecía ser como otros que se han dado en África en los últimos años. Las potencias extranjeras condenaron el golpe, pero no intervinieron para nada. Pero después Estados Unidos y Francia amenazaron con cortar las relaciones con Níger, poniendo en peligro cientos de millones de dólares de ayuda. Y los países vecinos, como Mali y Burkina amenazaron con entrar en guerra, unos para frustrar el golpe y otros para apoyar a la Junta. Si el golpe triunfa, Níger será el caso más reciente de una serie de países africanos gobernados por juntas militares, mientras que los líderes elegidos democráticamente están cayendo como una casa de naipes.

La elección de Mohamed Bazoun fue recibida como una figura amigable. Desde que los mercenarios de Wagner fueron desplegados en Mali el año pasado, Estados Unidos se había apoyado más en Bazoun.  La imagen de golpistas enarbolando banderas rusas en el centro de Niamey, algunos coreando eslóganes a favor del presidente Vladimir Putin, avivó las sospechas de que el Kremlin estaba implicado en el golpe.  Otros posibles beneficiarios son los militantes islamistas de la región. Desde los golpes de estado en Mali y Burkina Faso, los ataques de militares contra civiles en esos países se han disparado. Pero en Níger han disminuido, una tendencia que muchos temen que pueda revertirse.

Y al golpe de Níger sucedió el de Gabón, un país que quizá pase desapercibido, pero que es un país riquísimo en minerales como manganeso, uranio y petróleo, que se ha beneficiado de un régimen corrupto, vendido a Francia. Gabón, como Níger, había condenado la invasión de Ucrania. Y esos dos golpes vienen a unirse a los producidos en Mali, Chad, Sudán y Burkina Faso. No es casualidad. Ningún golpe de estado se produce sin un fuerte apoyo internacional. Wagner está bien afincado en Libia, con actividades en Mozambique, Somalia, y posiblemente Argelia. Por su parte, Israel está tratando de servir como contrapeso haciendo acuerdos con Marruecos.

De manera que, mientras Europa mira a Ucrania, se están abriendo diversos y peligrosos frentes en otras partes del mundo.

Iberoamérica

Mientras que no hay guerras declaradas en América del Sur y el Caribe, sí que se están dando enormes conflictos en Venezuela, Nicaragua y Ecuador. Cuba vive momentos dramáticos de escasez y falta de esperanza. Lula da Silva se ha declarado casi abiertamente del lado de Rusia. De qué lado caigan todos estos países (o quién los utilice con más habilidad) contribuirá, no tanto a la solución, cuanto al recrudecimiento de esta guerra. Tanto antes de la Primera como de la Segunda Guerra Mundial, los que estaban convencidos de que la guerra era imposible, aunque los conflictos locales, las agresiones de unas naciones a otras, los intentos de invasión eran patentes, estaban equivocados.

¿Estarán también equivocados hoy quienes piensan que una conflagración mundial es imposible? Ojalá que no. Porque imaginamos el futuro y nos aterra. Nos aterran las consecuencias físicas y materiales, lógicamente, pero también nos aterra, más sutilmente, lo que sería el nacimiento de un nuevo orden mundial que no tendría como protagonista central a Estados Unidos, sino más bien, a China… o al Islam.

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