ENTREVISTAS

DUELO DIGITAL Y CORONAVIRUS

José Carlos Bermejo es religioso camilo, doctor en Teología Pastoral Sanitaria, autor prolijo experto en duelo y en humanización. En la actualidad es director del Centro de Humanización de la Salud y del Centro Asistencial de San Camilo. Desde 1991 ha compaginado la enseñanza en diferentes centros y universidades de Europa.

Ha publicado recientemente el libro Duelo digital y coronavirus1, en su cubierta podemos leer: “Yo mismo viví en mi cuerpo y en mi corazón, el gran golpe de la infección por COVID-19. Hube de hacer mi duelo y gestionar la poderosa imaginación de un eventual fallecimiento virtualizado”.

Si su experiencia se refiere a la primavera pasada, en este otoño de 2020, su reflexión puede ser una ayuda para los momentos de enfermedad y pérdida en los que muerte, duelo y mundo digital conviven juntos en esta pandemia.

Carmen Azaústre: José Carlos, ¿Cuál es tu finalidad al escribir esta reflexión en la que afirmas que la muerte física se ha esposado con la vida digital?

José  Carlos Bermejo: Se trata de un libro que dé paso a ulteriores investigaciones sobre las posibilidades que ofrece el mundo digital y el morir humano y la elaboración del duelo. Antes de la pandemia ya escuchábamos y veíamos cuentas in memoriam en las redes; hablábamos de testamento y legado digital; empezábamos a escuchar sobre códigos QR en las lápidas para acceder al mundo de los vivos sepultados, mediante fotos o videos conectados, etc. La pandemia ha impuesto brutalmente un uso masivo de las relaciones a través de los teléfonos en el morir y en el duelo, y ha abierto posibles importantes en relación al acompañamiento del duelo.

C. A.: ¿Puede existir una vida digital después de la muerte? ¿Cuáles son sus manifestaciones y qué vínculos existen entre el duelo por la pérdida de un ser querido y el mundo digital?

J. C. B.: Los que usamos el mundo de las redes, de internet, vamos dejando un rastro digital que no desaparece con nuestra muerte biológica, a no ser que hayamos hecho un testamento digital en el que quede arbitrado su eliminación. En todo caso, el rastro digital es muy difícil hacerlo desaparecer porque sus vínculos son enormes, aun sin querer, o sin darnos cuenta. Al morir el individuo, ahora no son solo los dolientes los que conservan el álbum de fotos tradicional, sino que hay un mundo digital repartido por el ciberespacio que prácticamente es incontrolable. Dejamos una vida digital que perdura después de nuestra muerte física. Diríamos que dejamos un cuerpo digital que tiene de idealización y que, en parte, puede ser controlado por los dolientes y en parte está accesible universalmente. Por otro lado, las empresas empiezan a ofrecer servicios para la gestión de un duelo con recursos digitales: libros de firmas, tanatorios digitales, asambleas virtuales, cuentas in memoriam, flores y velas… digitales.

C. A.: ¿Se puede encontrar la identidad digital de una persona, después de fallecida, a través de las huellas dejadas en las redes digitales?

J. C. B.: Efectivamente, hay una identidad digital de cada persona que ha usado este mundo, que se puede reconstruir a partir de una serie de algoritmos que recogen nuestras imágenes, mensajes, audios, mails, cuentas, lugares visitados en nuestra navegación, datos de diferente tipo. Es una imagen que, en parte está idealizada, en cuanto que en vida terrena tendemos a no dejar huella de momentos de conflicto, de la cara oscura de la vida, de nuestros traumas, sino de la cara luminosa, de éxito, con rostros alegres y poses de foto.

C. A.: Tú hablas en tu libro de una nueva condición antropológica que va más allá de la muerte física y que perdura en forma de imágenes, restos de un cuerpo electrónico e hipertextual que sigue produciendo vínculos, significados, creando lenguaje. ¿Cómo se puede explicar esto?

J. C. B.: En el mundo digital pervivimos en nuestro rastro. En alguna película, como Ahora mismo vuelvo, se ha mostrado, a modo de ficción, lo que podría suceder si algunas empresas quisieran vender una comunicación con nuestro ser querido resucitado digitalmente mediante la reconstrucción de su identidad, a partir del rastro. Incluso han hipotizado la reconstrucción de un avatar (un ser semejante en textura y personalidad), o al menos un ente digital que pudiera respondernos a nuestros mensajes. También una televisión coreana hizo un experimento que comportaba un encuentro de una mamá con su niña fallecida y resucitada digitalmente, un encuentro a través de unas gafas que permitían ver en tres dimensiones y unos guantes que permitían hacer experiencia táctil. No sabemos en qué medida esto será realidad en un futuro próximo. Lo cierto es que vamos dejando mucho rastro digital que abre unas posibilidades crecientes a los dolientes.

C. A.: En la segunda parte, reflexionas sobre el duelo y el coronavirus y las circunstancias que se imponen a todos los que han tenido que despedir a sus seres queridos sin abrazarlos, sin despedirse de ellos. ¿Estas circunstancias hacen imposible el duelo? ¿Aceptar la pérdida, expresar los sentimientos que esta origina, la adaptación a un ambiente en que la ausencia es un hecho, el cultivo de la esperanza… es difícil? ¿Cómo afrontarlo? ¿Nos puedes ofrecer alguna pista?

J. C. B.: El duelo de las personas que han perdido a un ser querido en tiempo de pandemia, puede ser un duelo de riesgo, por las circunstancias que se han impuesto en razón de la salud pública. El duelo es posible hacerlo, obviamente, con sus diferentes tareas, pero en este momento puede aumentar la vulnerabilidad al duelo complicado. Por eso, es necesario que los dolientes se abran a la ayuda de los demás. Si hay indicadores de complicación, conviene pedir ayuda a expertos en intervención en duelo, además de contar con recursos que encontramos en libros, en la red…  El trabajo del duelo puede dificultarse porque no nos hemos despedido, no hemos visto el cadáver, no hemos ritualizado presencialmente la despedida, no hemos celebrado el misterio de la muerte y de la vida. Esperemos que esto lo recuperemos, que retomemos los ritos en cuanto se pueda y que hagamos también los que no se hicieron, aunque sea con retraso. Hay Centros especializados en acompañamiento en duelo, como los Centros de Escucha San Camilo, que ahora se están centrando también en esta realidad que nos toca vivir.

C. A.: Nos podrías hablar un poco más de los recursos que desde vuestra página web, www.humanizar.es ofrecéis para hacer este duelo?

J. C. B: Tanto en www.humanizar.es como en www.josecarlosbermejo.es podemos encontrar información sobre acciones formativas sobre el duelo, así como entrevistas a expertos y conferencias sobre algunos temas de gran importancia, como el dinamismo de la esperanza en el duelo. También hemos creado libros y audios de oración para el duelo, como Orar el duelo u Orar en el duelo. El libro Estoy en duelo ayuda a mucha gente a sentirse comprendida en los momentos del trabajo del dolor por la pérdida.

C. A.: En tu exposición, hablas también de los tanatorios digitales como toque de humanidad ante tanto colapso ¿Podrías ampliarnos este concepto? 

J. C. B.: La imposibilidad de darnos cita en los tanatorios donde sentimos la presencia del cadáver como evidencia de muerte, donde nos abrazamos y honramos la memoria del difunto, donde celebramos y expresamos nuestras creencias… nos obliga a usar las posibilidades de encontrarnos digitalmente, dejar nuestra firma, una vela o una flor virtuales. También podemos reunirnos en asambleas virtuales, por ejemplo, para orar juntos o realizar ritos fúnebres. 

C. A.: En tu descripción del duelo, aludes no solo al duelo de aquellos que pierden a sus seres queridos, sino al duelo que el propio paciente experimenta ante la cercanía de su muerte. ¿Podrías explicar esto y cuál debería de ser la actitud de los que acompañan este momento?

J. C. B.: Los seres humanos elaboramos un duelo anticipado por nuestros seres queridos, si no fallecen de repente, pero también lo hacemos por nosotros mismos. Es decir, nos imaginamos nuestra muerte, nos duele ir perdiendo, anticipamos en nosotros el dolor de los demás por perdernos, vamos dejando mensajes de despedida. Si lo hacemos bien, es posible que nos digamos cosas importantes, como te he querido mucho, o perdóname o demos alguna indicación para los demás para que les sea útil en nuestro post mortem. Los que acompañan deben favorecer el diálogo abierto sobre la muerte, además de expresar también los significados que la vida compartida ha tenido, para contribuir a una muerte humanizada, apropiada, dicha, elegante.

C. A.: En tu libro, también ofreces claves para el duelo en tiempo de coronavirus, ¿nos podrías nombrar alguna de las más importantes?

J. C. B.: Tenemos el peligro de instalarnos en la lamentación de lo que no hemos podido hacer. Yo confío en que pasemos a la dinámica de significar en clave de salud el no haber podido participar del proceso final y no haber hecho ritos según costumbre. Hemos de recuperar estos ritos, aunque sea con meses de retraso, dándonos la oportunidad de rendir homenaje a nuestros seres queridos fallecidos y cultivando las relaciones en las que apoyamos nuestro consuelo y que son base de la esperanza. Por otro lado, es el tiempo de confiar en los profesionales del cuidado, así como de tomar conciencia de que parte del proceso final, nuestros seres queridos que han fallecido, no tenían consciencia, porque estaban acompañados con medios de alivio y paliación.

C. A.: En las páginas finales hay dos palabras que son muy significativas y definen este momento de la Humanidad, miedo y esperanza, ¿Por qué las relacionas? ¿Cómo desterrar el miedo y hacer que crezca la esperanza?

J. C. B.: La esperanza es un dinamismo sin el que no podemos vivir. Crece en la dimensión comunitaria de la solidaridad y la confianza en que vamos a ser ayudados por los demás, por Dios… La incertidumbre nos acompañará, pero la podemos atravesar reforzando los vínculos de ayuda mutua que nos empoderan y aumentan la sensación de control.

C. A.: Y para concluir, ¿Cómo desde vuestra aportación relevante en el ámbito del cuidado podéis humanizar la reacción frente al miedo?

J. C. B.: Los profesionales de la salud y del cuidado tienen inscrito en su Adn dinamismos de acompañamiento compasivo que salen al paso de la fragilidad humana. En ocasiones, se producen dinamismos deshumanizadores, despersonalizadores… que es necesario revisar, para impregnar de empatía y compasión las relaciones de atención. Por eso, son necesarios programas que contribuyan a recuperar y promover el cuidado humanizado, que honre los valores más genuinamente humanos.

 

1. BERMEJO HIGUERA, José Carlos Duelo digital y coronavirus Ed. Desclèe de Brouwer, Bilbao 2020.

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