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AFGANISTÁN: REGRESO TALIBÁN

Tal vez el galimatías en el que se ha convertido el país centro asiático colabore para que el propio error con que se titula este artículo –Afganistán, regreso Talibán– prolifere merced a los intereses políticos-estratégicos y al trabajo mal hecho, porque la milicia no regresó, nunca se fue y durante años martirizó a todos aquellos que se opusieron  a su avance dejando un profundo temor en la población y no menos dramático rastros de sangre y venganzas. 

Grandes negocios han proliferado en torno al conflicto, porque en Afganistán, un país pobre, sin infraestructuras, con posibilidades nulas para hallar un mendrugo, una buena parte de afganos han convertido la guerra en su medio de vida y otros que utilizando los escasos momentos de paz intentan hallar en la  educación un mínimo progreso verán con el retroceso sus aspiraciones truncadas. 

Muchas preguntas deberán contestar aquellos que han permitido que todo ello ocurriera, entre ellas y fundamental para quienes manejamos el tema no pasa desapercibido, la actitud complaciente y permisiva de Estados Unidos. Durante las conversaciones de Qatar entre  los talibanes y  EE. UU. ¿De qué hablaron? ¿Cuáles son los acuerdos reales alcanzados? ¿Por qué mientras las conversaciones se llevaban a cabo los talibanes iniciaron su ofensiva relámpago? Y por último ¿por qué no se intentó frenar la toma del poder? Demasiadas preguntas sin respuestas que despiertan las suspicacias porque solo y exclusivamente con la complicidad de las partes todo ello pudiera haber ocurrido. Todos terminaran reconociendo su error, muy tarde, no queda nada que enmendar.

Demasiados implicados en el tablero afgano que terminará salpicando a todo el entorno, porque nadie es ajeno que si el talibán sunita intentara volcar su ira, como en la ocasión anterior, sobre alguna etnia que profesan la rama chiita del Islam como los Hazara, Irán no permanecerá impasible y el dinero saudita y las petroleras deberán rascarse aún más los bolsillos para alimentar la insaciable boca talibán y entrar de lleno en la eterna y enquistada trifulca Irán-saudita y valga como ejemplo, lo ocurrido en Yemen.

El 15% de afganos profesan la rama chií del Islam a los que los talibanes señalan como herejes. El silencio sospechoso de Pakistán no le convierte en inocente, de todos es sabido su gran implicación, es acusado como el padre de la criatura, crearon el monstruo y luego no pudieron con él y terminaron aceptando las barbaridades de la milicia por temor a ser convertidos en víctimas y cerraron los ojos, y se convirtieron en cómplices ante el trasiego de hombres y armas a través de sus fronteras. Rusia permanece expectante, los más de 10 años de su guerra perdida en Afganistán bien pudiera servir de vacuna para evitar involucrarse, no significando ello que renunciara a sus aspiraciones geopolíticas en la región y, finalmente, el gran ganador, China, sin disparar un solo tiro, otra pregunta queda en el aire: ¿por qué a mediados de julio cuando aún no se había producido la toma de poder por los talibanes, Wang Yi ministro de Exteriores chino se reunió con un delegación enviada por estos? Un gran espaldarazo para la milicia, China se garantiza así la no injerencia talibán en el espinoso tema relacionado con los belicosos musulmanes uigures en Xinjang. 

Los servicios de inteligencia hicieron su trabajo, aunque unos se esmeraron y otros fracasaron estrepitosamente,  como  el de  EE. UU., salvo que siguiendo directrices formara parte de su estrategia. Tratando de prever y adelantándose a los acontecimientos, los líderes talibanes, tiempo atrás, dejaban trascender que si volvieran a apoderarse del gobierno y, con el fin de ganar adeptos, dejarían a un lado la visión radical del Islam que ejercieron durante su mandato del 96 al 2001, demasiado tarde, la semilla de la radicalidad sembrada daba su fruto y es muy dudoso que grupos aún más radicales surgidos como consecuencia de la inoperancia del gobierno y de quienes les sostenían, dieran marcha atrás, la milicia Korazan, Estado Islámico, difícilmente lo permitiría con lo cual la guerra entre grupos terroristas queda asegurada.

La presencia de cientos de árabes seguidores de Al Qaeda que circulan por el país no deja de ser el otro factor desestabilizador, si bien es cierto que Bin Laden, tras su ejecución, desapareció del juego y de la escena, no así sus seguidores y el hecho de que su sucesor, el egipcio Ayman az Zawahiri, lleve años recorriendo el país como Pedro por su casa demuestra a las claras la inoperancia de quienes llegaron para imponer la paz y lograr el progreso, nada de ello ocurrió y los 20 años de guerra que siguieron a los otros 25 que le precedieron no han servido absolutamente para nada, excepto para que anidaran en el país miles de terroristas parias que encontraron en él el caldo de cultivo ideal para desarrollar sus actividades de terror. Se debe recordar que,  en su momento, Bin Laden poseía 55 bases y 13.000 hombres combatientes que jamás abandonaron el país.

Las fuerzas y cooperación internacional intentaron edificar la casa comenzando por el tejado, sin eliminar la raíz del problema: la presencia continua de los talibanes sobre el terreno. Las escuelas que construyeron las fuerzas internacionales junto con carreteras y algunas mínimas infraestructuras pronto serán pasto del abandono. Los talibanes intentaran desarrollar y llevar a la práctica tanto los negocios que promovieron su creación como su visión mesiánica de la religión y no pasara tiempo para que comiencen a pregonar “democracia islámica”, bajo los preceptos de la sharia –ley islámica–; difícil dar crédito a las bondades que predican cuando asaltaron un gobierno, aunque corrupto, elegido democráticamente. La supervivencia de la milicia pasa por la toma del poder para que los mentores continúen con su macabra injerencia y soporte.

Los mullah (religiosos) tampoco escapan de las intrigas e intríngulis de las ansias de poder. Incluso la muerte de su fundador, Mullah Omar, permanece en el más oscuro de los misterios, versiones dispares circulan, muerte de tuberculosis en un hospital de Karachi, muerto de la misma enfermedad en su pueblo natal, Zabul o envenenado por su sucesor Mansur, quien a su vez, sería eliminado por un dron norteamericano y finalmente  Mullah Hibatullah Akhundzada que hoy se aposenta en lo más alto de la milicia y del palacio de gobierno, seguido por un collar de mullah que adquirieron merced a la guerra y a los acuerdos alcanzados con los grandes traficantes de drogas en sus variadas versiones, un gran poder e incalculables riquezas. ¿Hasta cuándo?, difícil conocer caminos y futuros de un país donde las alianzas se fraguan y destejen con una dinámica vertiginosa, los políticos, tanto en su rama militar o religiosa, dan vida al efusivo abrazo conciliador, hoy de manera fraternal y mañana para empuñar el arma con la que acabar con los pactos, mientras, hombres humildes y mujeres temerosas de ser encerradas no solo entre las rejillas del burka sino de un pasado nefasto esperan esperanzados que de algún lugar llegue la mano salvadora y a buen seguro no de Europa, EE. UU. ni de la anquilosada OTAN que llegaron para salvarles de la hecatombe y terminaron huyendo para salvarse a sí mismo. El cementerio de imperios se cobraba así una vez más su alto precio. Hasta las formas de rescatar a quienes les prestaron sus servicios ha requerido interminables conversaciones, la burocracia termina merendándose las buenas intenciones.

El gobierno afgano y las fuerzas internacionales desmantelaron  la Resistencia afgana para integrar a parte de ellos en un ejército inservible, sin conocer la idiosincrasia de los habitantes. La disciplina militar no forma parte de sus cualidades y tan solo el salario otorga el aliciente para permanecer en el. Todo volverá a recomenzar y el irreductible valle del Panjshir, baluarte del asesinado y celebre comandante Masood, bien pudiera ser la semilla desde donde surja la resistencia contra la milicia fundamentalista. Ahmad, hijo del comandante, en unas  recientes declaraciones, anunció su intención de encabezar la resistencia desde el mítico valle. El único enclave no conquistado por quienes lo intentaron, incluido rusos y talibanes, estos últimos pudieran intentarlo al ser herederos del gigantesco monto armamentístico abandonado por el ejército en desbandada y porque para ser reconocidos por la comunidad internacional necesariamente deben hallarse en poder de todo el territorio.

De vergonzosa se podría calificar a las poderosas fuerzas internacionales que nada pudieron hacer para combatir a grupos mal armados cuya única fortaleza se basan en la motivación y su fe religiosa y siempre permanecerá en el aire el viejo adagio, “los ejércitos llegan a Afganistán para fracasar”.  Joe Biden, Presidente de los Estados Unidos declaró, ante las dramáticas imágenes de los temerosos afganos que invadieron el aeropuerto de Kabul intentando trepar a los aviones para huir de la barbarie: “Esto no es Saigón”. Lo dijo recordando lo ocurrido en Vietnam tras la derrota. No será Saigón, pero se parece bastante.

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